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Las razones detrás del ‘panquecazo’ de Beatriz Ávila en el Congreso

Análisis

La dirigente peronista obtuvo una banca en la Cámara de Diputados por Cambiemos. Sin embargo, dos años más tarde, resolvió abandonar el macrismo. Ahora brindará su apoyo a las primeras medidas que impulse Alberto Fernández. Un zapato incómodo y una 'cuestión personal' que se remonta a 2017.

La política tiene esas cosas.... Imagen ilustrativa.





Beatriz Ávila pateó el tablero pocos días antes de que Mauricio Macri abandone la Casa Rosada para darle lugar al nuevo inquilino, Alberto Fernández. Ella y su esposo, el intendente de San Miguel de Tucumán Germán Alfaro, saltaron del barco de Juntos por el Cambio (JxC) incluso antes de llegar al puerto del 10 de diciembre, fecha que marcará el inicio de una nueva gestión y se formalizará el cambio de los vientos de la política que lleva las naves a un lado y a otro con singular ligereza por estos días. En el caso de Ávila, su navío fue a recalar a Unidad Federal para el Desarrollo un interbloque que, en principio, acompañará en el Congreso de la Nación las primeras medidas del gobierno que encabezarán Alberto y Cristina Fernández.  

Pese a que muchos presenten la decisión de la primera dama municipal como una sorpresa –e incluso la inviten a ‘recapacitar’ su decisión de abandonar el espacio que lidera Mauricio Macri a nivel nacional- lo cierto es que el macrismo siempre fue un zapato que les quedó incómodo a los Alfaro. Y viceversa. El discurso basado en la defensa de “la república, la libertad, la transparencia y el desarrollo” –tal como citó este miércoles la ministra Patricia Bullrich en un tuit en el que exigió a Ávila devolver la banca por traicionar los “valores” de JxC- encontraba una seria contradicción en las prácticas que el alfarismo dejaba a la vista de todos –incluso de los medios nacionales- durante las campañas electorales: desde cajas navideñas con mercadería y salutaciones con la imagen del intendente y su esposa hasta cheques para retirar comida en supermercados. Todas prácticas clientelares compartidas con el resto de los espacios de la política comarcana pero que hacían ruido habida cuenta de que Cambiemos llegó al poder cuestionando, principalmente, los "viejos modos" de hacer política. 


Una cuestión personal

Germán Alfaro no perdona al macrismo los innumerables destratos que le dispensó. Estos van desde la nula asignación de recursos para obras en la ciudad –a diferencia de lo que sucedió con Mariano Campero en Yerba Buena y con Roberto Sánchez en Concepción- hasta el rol secundario que le asignaron cada vez que el presidente visitó la Provincia, oportunidades en las que fue relegado al margen de los escenarios. “Hay una cuestión más personal que política. Han tenido un trato diferenciado, al punto que cuando fue reelegido intendente no hubo ni un llamado por teléfono", confió uno de sus asesores en el transcurso de este año.

Alfaro siempre fue un ‘outsider’ del macrismo y así se lo hicieron sentir, aun haciendo el trabajo más duro de la política: bajar al llano, meterse en el barro, mover la máquina, juntar los votos uno por uno, confrontar con los pesos pesados, arriesgar capital político utilizando las mismas herramientas de los que ganan, a todo o nada. En resumidas cuentas, haciendo todo aquello que sólo el peronismo puede hacer para torcer el resultado de una elección como la de 2017, cuando con su poder de fuego en el territorio logró recuperar una banca que parecía perdida frente al PJ.


La del 2017 fue la elección en la que el oficialismo encabezado por Juan Manzur jugó todas sus fichas y llevó al vicegobernador Osvaldo Jaldo como cabeza de la lista de candidatos a diputados del Frente Justicialista por Tucumán (FJT), espacio que en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) obtuvo un caudal de votos que le otorgaba momentáneamente al peronismo tres de cuatro bancas. Es decir que, en pleno auge del macrismo, en Tucumán sólo José Cano llegaba al Congreso de repetirse ese resultado en la elección general de octubre de ese año. Quien quedaba afuera era ni más ni menos que Ávila, esposa de Alfaro y la candidata en segundo término de la lista de Cambiemos para el Bicentenario, el espacio que el mismo Alfaro diseñó en 2015 para suceder a Domingo Amaya en la intendencia y que contribuyó decisivamente a la elección presidencial que llevó a Macri a la presidencia, más por los golpes de efecto que causaron las sospechas de fraude que por la cantidad de votos obtenido.


Las elecciones del 2017, un parte aguas

El golpe que significaron las PASO en 2017 fue el primer –y último- gran porrazo que se dio el alfarismo de la mano de los aliados de Mauricio Macri en Tucumán. El matrimonio municipal rompió entonces el manual duranbarbesco enviado por mail desde Buenos Aires para ponerse la campaña al hombro. Nunca más retomaron los apuntes del consultor ecuatoriano.

Entre las PASO y las elecciones generales Alfaro abandonó su despacho de 9 de Julio y Lavalle para salir a los barrios. Literalmente se paró sobre los efluentes cloacales para denunciar el deficiente servicio de la Sociedad Aguas del Tucumán (SAT) y cuestionó duramente -a través de emisarios- el millonario gasto en la Fiesta de la Luna Tucumana, un intento fallido del Ente Tucumán Turismo para posicionar a la Provincia como destino privilegiado del Norte.

Ese esfuerzo por parte del jefe municipal, sumado a una llamativa fuga de votos desde el peronismo a Fuerza Republicana, logró el milagro: en las elecciones generales Cambiemos logró una remontada épica al revertir el 3-1 de las PASO por un 2-2 que se vivió como una auténtica victoria. 

En el búnker de Cambiemos, Alfaro y su esposa fueron los protagonistas excluyentes de la noche: mientras ella no lograba contener unas lágrimas que denotaban alivio, él brindó un discurso macrista con mística peronista, si es que tal cosa existe: “Quiero decirles a los tucumanos que esto recién comienza. Si quieren que no haya corrupción: iCambiemos!; Si quieren que no haya desocupación: iCambiemos!; Si quieren que haya institucionalidad: iCambiemos!; Si quieren más trabajo: iCambiemos!; Si quieren vivir con dignidad: iCambiemos!..Adelante, compañeros”.

Probablemente aquí terminan los recuerdos felices de los Alfaro en relación al macrismo. 

Quienes acompañan al intendente a sol y sombra recuerdan que nunca hubo un reconocimiento desde la Casa Rosada al nacido en Villa Amalia luego de aquel empate con sabor a triunfo. Por el contrario, en los pasillos municipales aseguran que fueron pocas las veces que Alfaro estuvo cara a cara con Macri o que logró mantener alguna conversación. A esto se sumó, como si fuera poco, las cosas que pasaron, el ajuste consecuente y el cierre definitivo del grifo para la obra pública. 

Fue entonces que, de a poco, el dirigente peronista que eligió salir de la estructura del PJ local comenzó a deslizar en declaraciones a la prensa las diferencias con la administración nacional y su “falta de sensibilidad” con los sectores más afectados por la política económica implementada desde 2015.

“Yo soy un intendente, a mí me van a juzgar por lo que yo hago. Yo no puedo cambiar cuestiones económicas a nivel nacional. Hay muchas medidas que tomó el Gobierno de Macri con las que yo no estoy de acuerdo. Creo que Macri ha subestimado la situación económica del país. Por otro lado, ellos pensaron que, como llegaba un nuevo gobierno, lloverían las inversiones solas. Tuvieron sus dos años de gracia, que se los dio la comunidad internacional. Pero después dijeron: ‘vos no estás haciendo nada’, y comenzaron a tener dificultades”, sostuvo en una entrevista que concedió al matutino local en abril de este año. 

Y completó: “nosotros con el gobierno anterior estábamos en el desierto. Con este gobierno seguimos en el desierto, pero el problema es que este gobierno en lugar de acercarte agua, te acerca sal”. Principio del fin.


Campaña espartana

Alfaro comenzó a focalizar todos sus esfuerzos en el Partido de la Justicia Social (PJS) con el objetivo de fortalecer su propio espacio a nivel provincial y la mirada puesta en desmarcarse apenas se presente una posibilidad a nivel nacional. Después de todo, lo que más le preocupa es que el electorado tucumano lo perciba como un claro opositor a la gestión de Juan Manzur. Eso le dará posibilidades de competir por el sillón de Lucas Córdoba en 2023. Pero también será la posibilidad de poner blanco sobre negro en algunas cuestiones acerca de su liderazgo político que, durante estos últimos cuatros años, sintió que fue menospreciado por los intermediarios que le asignaron para conocer las novedades de Casa Rosada y que luego fueron los mismos que definieron con aval de Marcos Peña la candidatura de Silvia Elías de Pérez a la gobernación.
 
El intendente no tenía más opción que acompañarla si quería renovar su mandato en San Miguel de Tucumán por cuatro años más. La coyuntura una vez más lo obligó a ponerse la campaña al hombro en la Capital, en donde logró finalmente sacarle casi 10 punto a Mario Leito, el presidente del Club Atlético Tucumán con aspiraciones políticas. El festejo de Alfaro y su esposa en la noche del 09 de agosto tuvo lugar en la intendencia con el alfarismo más puro. Elías, en cambio, estuvo rodeada de los Radicales en Acción en un hotel del Parque 9 de Julio. El esrutinio definitivo arrojó que obtuvo el 19,50%.    
 
"Fuimos espartanos que le dimos lucha, le dimos lucha al gobierno de la Provincia", bramó entre lágrimas Alfaro desde su búnker en donde los tiempos estuvieron cronometrados para que sea él quien cierre la jornada, incluso después de Manzur, que tuvo su festejo en Casa de Gobierno.   

"Los interlocutores que ha tenido no han querido que Germán crezca dentro del espacio, hubo muchos egos heridos y recelos por su condición de peronista. Pero la realidad es que sacó 150 mil votos con una candidata muy adversa respecto a la adhesión de la gente", resumieron en el municipio off the record.  

El día del “Sí Se Puede”

El quiebre definitivo se produjo cuando llegó a Tucumán la caravana del “Sí se puede” con Mauricio Macri a la cabeza. La Municipalidad de San Miguel de Tucumán coordinó el operativo para que el multitudinario acto en la plaza se desarrolle sin contratiempos. Sin embargo, Alfaro fue el gran ausente de la histórica jornada en donde el presidente llegó al Jardín de la República haciendo lo que a Cambiemos más le cuesta: ir al llano, estrechar manos, buscar votos. Hacer política con los manuales clásico, es decir, sin tanta atención a las redes sociales, focus group o planillas Excel.

El intendente vio por televisión lo que estaba sucediendo a pocas cuadras, en la plaza principal de la ciudad que dirige desde 2015 y que será su trampolín a la gobernación. Su esposa Beatriz estuvo presente allí junto a una comitiva de funcionarios municipales. Observó cómo Macri besaba los pies de la cenicienta Manuela desde la calle, al igual que los miles que llegaron hasta allí para expresar su fervor para que Macri se quede o para que Cristina Fernández no vuelva al Gobierno, cualquiera de las dos cosas. A diferencia de José Cano, Silvia Elías de Pérez, Domingo Amaya, Lidia Ascárate, Mariano Campero, Alberto Colombres Garmendia, Manuel Courel y Sandra Manzone, la diputada no tuvo espacio en el escenario montado en la esquina de la Catedral.

El alejamiento definitivo de los Alfaro se rumoreaba desde el mes de agosto pero ese día empezó a correr el reloj.