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"Boca es una basura porque mataron a mi hijo": entre el fanatismo, la obsesión y la salud mental

REFLEXIÓN

Armarse de coraje para enfrentar una derrota, olvidarse de las responsabilidades, la salud y la lógica para ir a alentar en una cancha. De cuando el fanatismo cruza una barrera que no encuentra lógicas.





“Boca es una basura porque mataron a mi hijo. Por ellos se mató mi hijo, por Boca”: esto decía una madre ante los móviles televisivos hace algunos días, tras la final de la Copa Libertadores de Boca Juniors ante Fluminense en Brasil. El hombre de 23 años, vecino del conurbano bonaerense, se desempeñaba como policía de la provincia de Buenos Aires.

La noticia, sin dudas impactante, recorrió el mundo rápidamente. El foco, rápidamente se puso en la salud mental de los fanáticos del fútbol, en los límites y en los comportamientos que quizás, justificando esa supuesta “pasión argenta”, normalizamos en el mundo del fútbol.

La intensidad con la que se viven las pasiones en Argentina, parecen estar impresas en nuestro ADN. En este mismo Tucumán de la Patria y en este mismo medio de comunicación, se ha retratado de forma impactante, a veces irónica y a veces humorística, las locuras que los hinchas son capaces de hacer cuando de fútbol se trata.

“El mundo lo hizo así y no puede cambiar” relataba la pluma de Exequiel Svetliza para eltucumano el 2 de mayo, cuando relataba la historia de Julio, el hincha de Atlético Concepción que fue a la cancha enfermo de dengue: “Ser hincha es lo más lindo que me ha pasado en la vida porque, muchas veces, uno va a la cancha y lleva sus problemas, sus tristezas y vas y las largás ahí y las transformás por buenas energías” decía el fanático del León de la Banda en esa ocasión, explicando la foto viral de su visita a la cancha padeciendo un doloroso cuadro de dengue.

Jorge Luis Rivadeneira es licenciado en psicología, y en función a su profesión, también se refirió al tema: “Puede pasar con el fútbol, con la música, con la política, con las religiones… son fenómenos de masa donde se ponen en juego ciertas relaciones con ideales. Es interesante pensar lo que pasó con este hincha porque nos permite ubicarnos en algo que es fundamental en la sociedad, nos permite pensar en los ideales y esto en la relación con nuestra propia vida” dijo, sobre el fanatismo en general para Radio Municipal 87.9, en conversación con Manuel Aldonate, Romina Medina y Andrea Sánchez.

“Pensar en la muerte siempre nos ubica en la tragedia, lo trágico que nos conmueve. Primero deberíamos pensar qué pasó para que yo establezca una relación fanática con algo. La muerte representa la pérdida, lo que se fue. ¿Qué había antes que yo necesité refugiarme en un equipo de fútbol, en una banda, en una religión para salvarme la vida? Ahí hay que pensar cómo  ha sido mi vida antes de eso” recomendó, para pensar en casos como los del policía que se quitó la vida tras la derrota de boca.

“Este es un caso aislado que no sabemos bien cuál es la historia de esta persona y cuáles motivaciones puede haber detrás de eso. En esta relación que se constituye como ideal, pensemos que todo aquello que queda en un lugar ideal, queda en el lugar de ser juzgado. Más cerca de un ideal, más cerca de ser juzgado estoy. La acción de un cura por ejemplo va a ser más juzgada que la de otro ciudadano, al igual que la de un político. Tiene que ver con lo que idealizamos de ciertas funciones. El ideal se vincula a un deber ser”.

En ese sentido, el psicólogo apunto a la dirigencia del fútbol en el impacto que tienen sobre los hinchas en situaciones como una final de la Copa Libertadores: “Si escuchamos cosas del propio Riquelme como ‘Boca es el equipo más grande. Somos los mejores. Tenemos la mejor hinchada’, se pone al equipo de un lugar difícil de sostener. Toda esta presión te juega en contra, como en el caso de la final” dijo.

Las penas son de nosotros, los monstruos son ajenos

En comunicación con eltucumano, el psicólogo detalló sobre lo que significa ser un fanático para su materia: “El fanatismo es algo propio de la relación de un sujeto con la cultura, en tanto le permite a aquel que se sujeta a una pasión, borrar el campo de las imperfecciones que nos habitan. El fanático elimina cualquier mancha que recae sobre el objeto idealizado, proyectando sobre un fondo exterior lo malo, o lo negativo de algo” dijo.

“El fanático de Boca odia a su rival, pero lo mismo para el fanático de la religión o la política,   creando un monstruo del otro lado. Esa idealización puede llevar en algunos momentos la marca de la muerte. Inmolarse por una causa o incluso matar por ello es algo que vemos en algunas culturas. Pero también puede llevar a perder la vida. No solamente como un acto suicida, sino también por el fervor que implica el fanatismo, lo que puede llevar a alguien a caerse de una tribuna, accidentarse en una ruta o morir aplastado en una avalancha o en un pogo. La música,  el fútbol,  la política, la religión, etc, generan esas pasiones muchas veces desenfrenadas donde a la eliminación de los desperfectos del objeto idealizado, se le suma un accionar embebido de ceguera que, lo muestra la historia, puede culminar en tragedia”.

En el 2020, mi compañero Alfredo Araóz retrataba también el sentir de Jonás, un tucumanito de tan solo cuatro años que, cuando tenía apenas 15 días de vida, conoció la cancha. Eso, lo transformó lentamente en el niño más fanático del Santo: “Si pasamos por la cancha, se quiere quedar, le digo que no y se pone a llorar una hora. No puedo pasar un día común por la cancha. Lo mismo pasa cuando termina el partido: llora porque no se quiere ir” relataba Luis López, su papá, en ese entonces.

“En el fanatismo la Pulsión de Muerte se viste de Eros, en tanto detrás del amor profesado al objeto idealizado, ya sea un músico, un equipo de fútbol o un Dios, se encuentra esa escondida satisfacción que pide más y más. Entonces hay que tener todos los discos, viajar a todos los recitales, y estar en el ojo del huracán en el momento del recital. Y además, buscar el rival, el enemigo, que a veces puede tener una función pacíficamente de la manía” agregó el lic. Rivadeneira para tucumano.

“Hay fanáticos que se han matado y que han matado, fanáticos que han matado a la figura ideal, como el caso de John Lennon. El fanatismo lleva a la destrucción de ese ideal porque se torna insportable. Cuando alguien se quita la vida como en este caso, es porque algo se le volvió muy pesado. Si bien hay una muerte, la pregunta es ¿por qué alguien se refugia de esa manera en el fanatismo?”

 “Loco, aquí toy, mirá. El médico me tiene cansao, loco. No me quería da la alta. ¿Sabé por qué? Porque dice que tengo que clavo: ‘Que no, qué hacé, que quedate’. ¡No! ¡Pingo! ¡Y venío a ve a lo Santo porque el Santo tiene que está en la B y va a subí a Primera! ¡Aguante el Santo!”

Tucumano que se precie, recordará estas palabras de un video viral que acompañaron el rostro eufórico de un joven en muletas que estaba esperando para ingresar a la Ciudadela y ver un partido del Santo. Este año, Jorge “Diente” López, el hincha de San Martín que se volvió viral hace 17 años, visitó “Pisando el área” en los estudios de La Tucumana FM, en donde fue entrevistado por Gabriel Sanzano, y confesó cuál era su estilo de vida en el año 2006:

Yo vengo de un vida muy fea, donde robar ha sido la salida, ha sido todo para mí, era mi trabajo, era una abstinencia la que tenía, estaba atado. Me caí en un pozo, porque en Mendoza están los cordones cunetas y hay un canal, donde corre el agua de los manantiales, me caí ahí por hacer cosas que no tenía que hacer, caí preso y me quebré el fémur” contó.

Si bien la vida de “Diente” ha cambiado por completo, ya que, como el mismo confesó “se entregó a Dios”, recuerda sus años de fanatismo por el Santo con mucha intensidad: “Nada me impedía que yo vaya a ver a San Martín, era una enfermedad, yo a veces caía preso y hablaba con el abogado para que me saque”.

Loco por el fútbol… ¿Ahora qué hago?

En este tipo de intervenciones, desde la psicología Jorge Rivadeneira apunta directamente a la responsabilidad de la dirigencia: “Si uno tiene autocrítica, se anticipa a la mirada de los demás. Cuando se liga uno al fanatismo lo que vuelve ante la pérdida es algo muy pesado y difícil de sostener. Ya no juega la autocrítica, sino la crítica feroz, la que Freud denominó el superyo. ¿Por qué hay esa necesidad de decir que lo de uno es lo más grande, lo mejor, lo más importante? Desde ahí tiene que partir ese cuidado de nombrar las cosas. Engrandecer tanto una figura, creer que uno es maestro o mesías. Si cambiamos ese mensaje desde la dirigencia, por ejemplo, será mucho más fácil para un hincha soportar una derrota. Sostener ese lugar idealizado no le conviene a ningún elemento del campo social”

Sin embargo, mucho más allá de los mensajes de euforia negativos que hay en torno a la práctica del fanatismo en la hinchada, el amor y la pasión por un equipo dejan y entregan muchísimas cosas positivas en los tiempos que corren. Por ejemplo, la historia que Alfredo Araoz contó en el 2018 sobre Mercedes y Mario, la pareja que llevaba en ese entonces casi más de medio siglo unida en amor después de haberse conocido en las tribunas de Atlético Tucumán. O esa unión a través de un cuadro que queda para Luis y Jonás, padre e hijo unidos a través de ese hilo rojo del color del santo.

“Hay que conversar con un otro de lo que nos pasa, siempre. El espacio psicológico puede ser un espacio propicio para esto. El tema es que haya un reconocimiento propio, un algo que me permita decir ‘yo necesito hablar de esto con alguien’. Vivimos en una cultura de la imagen. Hacemos todo un esfuerzo para sostener su imagen, pero no hacemos un esfuerzo real por estar mejor con nosotros internamente”.

Transformar nuestra mirada, reconocer la grandeza y la flaqueza (propia y del resto), vivir las cosas desde el amor, aun en la derrota, puede ser el camino más hermoso para acompañar el trayecto que nos toca como hinchas, devotos o seguidores.