Top

Mario, Mercedes y Atlético: la historia de un gran amor que cumple 50 años

TE LLEVO EN EL CORAZÓN

Tenían 15 y 16 años cuando se enamoraron a primera vista en la tribuna de la calle Laprida. Se casaron en el 68 y desde entonces alientan juntos al Decano todos los domingos y juran: "Nos amamos como desde el primer día".

Mario y Mercedes con la camiseta que le regaló la Sub Comisión de Hinchas: "No tuvimos hijos, pero nos hacen sentir los padres o los abuelos de todos los hinchas". Foto Atlético Monumental.





Mario tenía 15 años e iba a todos los domingos a ver a Atlético por dos razones: para que el corazón desbordara de alegría por su Decano y para que se acelerara cada vez que mirara a esa chica de 16, sentada siempre en el mismo escalón de la tribuna de la calle Laprida. Esa chica se llamaba Mercedes y también tenía visto a Mario de otras tardes soleadas, pero nunca lo había tenido tan cerca como esa vez que él tomó coraje, se puso a su lado y le recitó: "Cómo te quiero, Decano. Yo, mi vieja, la Mercedes y mis hermanos. Cómo te amo, Mercedes. Cómo te amo, Decano".

El poema improvisado funcionó y el flechazo del amor a primera vista los llevó al Registro Civil a las semanas, él con 15, ella con 16, con el permiso a regañadientes de los padres y la sentencia: "No van a durar ni un mes". Eso ocurrió un día como hoy, 18 de marzo, pero hace 50 años, en 1968. Y hoy, contra Boca, en el mismo escalón de la misma tribuna del glorioso Monumental, Mario y Mercedes celebraron sus bodas de oro y otra sentencia, pero esta vez de Mario: "La sigo amando como el primer día".

Mario Zelaya tiene 65 años y vive junto a Mercedes Navarro en una casa de calle México y Laprida, a siete cuadras del Monumental. Como todos los domingos que juega Atlético, el ritual de los protagonistas de esta verdadera historia de amor empieza bien temprano: "A las ocho de la mañana ya estábamos en la cancha, esperando que abran el estadio. Nos tomamos el 7 y nos gusta ser los primeros en llegar. Tenemos el récord de ser los primeros hinchas en entrar a la cancha desde hace 10 años", cuenta Mario, quien se desempeña como empleado municipal en el Complejo Tercer Centenario del parque 9 de Julio, un trabajo que logró, entre otras cosas, gracias al aliento de su compañera: "Ella me ayudó a que termine el secundario. Remoloneaba con la idea, pero lo completé a los 36 años y me recibí como abanderado de la nocturna en el Nacional".

Ese empuje de Mercedes es el mismo que lo llevó a Mario a competir en una maratón después de que le habían robado todas las cosas: "Corré descalzo, pero corré", le dijo y Mario terminó segundo en su categoría. Y esa determinación es la misma que llevó a Mario a escaparse del hospital Padilla para ir al Monumental: "Estaba internado con suero y le pedí permiso al médico para ir a la cancha. Ese día era el clásico. El doctor me lo negó, se lo conté a Mercedes y me escapé. Fue una de las tardes más inolvidables de mi vida: a Maguna tenían que operarle el flequillo después del gol del Bambino Gómez".

Las anécdotas en estos 50 años de amor le quiebran la voz a Mario cuando habla por teléfono con eltucumano.com. Se le hace un nudo en la garganta cuando habla de Mercedes y de las cosas que han llegado a hacer por Atlético, y como juraron aquel 18 de marzo, cuidándose en la salud y en la enfermedad, y también en la riqueza y en la pobreza: "Un día teníamos la plata destinada a toda la semana para la comida. Pero jugaba Atlético contra Ñuñorco y queríamos ir a Monteros. '¿Qué hacemos?', le pregunté a Mercedes. 'Vamos a la cancha, mañana vemos', me respondió. Es muy pasional".

Un gol de Julio Ricardo Villa a San Lorenzo en el arco de la Chile, un campeonato en la cancha de All Boys y los ascensos a Primera inundan los recuerdos de Mario, pero ninguno como aquella noche de Quito: "Jugar la Libertadores para nosotros es haber tocado el cielo con las manos. Ese día, después del gol de Zampedri, con Mercedes salimos a la calle a festejar y sentimos algo nuevo, algo distinto, nos sentimos jóvenes de nuevo", relata Mario, mientras Mercedes prepara la comida en la cocina y trata de que se le pase el malhumor por el empate de Boca de la manera que todo se le pasa: hablando de Mario. 

"Él es todo para mí, desde aquel día que me conquistó en la Laprida, no imagino la vida sin él". Y cuando le devuelve el teléfono a Mario, nos deja un mensaje: "Cada vez que Atlético hace un gol, nosotros lo celebramos dándonos un beso, el piquito del amor, en nuestro lugar en el mundo que es la Laprida, donde vamos los humildes. Sólo le pido a Dios que nos permita vivir muchos años más juntos siguiendo a Atlético y celebrando sus goles como nosotros celebramos, desde hace 50 años, este gran amor".