HISTORIAS DE ACÁ

"Es una caricia al alma": el bar tucumano que valora a los héroes de la cuarentena

Jorge Chico creció viendo a sus abuelos trabajando detrás de un mostrador. Hoy es el dueño de La Superiora y, pese a las pérdidas que sufre por la cuarentena, ha tocado el corazón de médicos, enfermeros, barrenderos y policías en la calle.

14 Abr 2020 - 23:37

Un joven policía de Graneros da sus primeros pasos en la Ciudad. Lo llamaron de urgencia para que se sume a los operativos de control en la calle ante la cuarentena. No conoce a nadie. Se despertó a las cinco de la mañana, dejó a su familia dormida, tomó el colectivo y ocupó su posición en la avenida Mate de Luna.

Una enfermera cansada va camino a su casa después de una larga guardia en la Maternidad
cuando se da cuenta que ya son casi las once de la noche, está todo cerrado a esta hora, y no tuvo tiempo a la tarde de comprar algo para comer esta noche antes de dormir y volver a despertarse al alba porque la vida sigue.

Un barrendero de la empresa 9 de Julio tiene la cara marcada por el barbijo y las manos callosas después de haber pasado el escobillón de cerdas duras por Las Piedras o por la avenida Colón: bajó la temperatura y tiene ganas de tomar algo caliente que lo ayude a terminar el turno para que mañana la ciudad por la cual camina la enfermera o cuida el policía esté limpia.

Las personas y las historias en esta Tucumán de cuarentena confluyen en un bar, en un bar atendido por Jorge Chico, nieto de gastronómicos próceres de una ciudad que ya no existe, pero que mantiene en sus bares el encuentro, el saludo a la barra, la reunión con las chicas, el dibujo de la C en el aire para el cortado, el ensayo de la firma para pedir la cuenta y ese tiempo solo o acompañado que pasa mientras el ruido de pocillos y la radio o la tele son la banda sonora de una vida que se extraña.

Pocos tucumanos extrañan esa vida tanto como Jorge Chico, el dueño del bar La Superiora, anclado en la esquina de Piedras y Colón, un hombre de 56 años que se crió viendo a sus dos abuelos detrás de un mostrador: “Mis abuelos maternos y paternos se dedicaron a este oficio. El bar se llama La Superiora porque hace más de 40 años, mi abuelo vendía vinos en damajuana de una bodega que se llamaba La Superiora. Luego lo amplió al almacén a Ramos Generales y empezó a vender todo fraccionado”.

Lo que Jorge Chico cuenta de su abuelo materno llega desde detrás del mostrador del bar que atiende como aprendió de su abuelo paterno: “Tenía un bar en la 24 y Rioja, el primer bar de la familia Chico. En homenaje a ellos quise revalorizar el nombre del bar: todavía tengo la máquina de café que usaban en el 30 y que sueño con recuperar. También conservo como reliquia la fiambrera en la que mi tío Moisés hacía sus famosos apretados de salame y queso".

"Un personaje mi tío Moisés: les escribía el resultado de los partidos en la espuma del café a los amigos. Era de Boca y San Martín. Los cargaba a los amigos de Atlético y River si perdían el domingo. Esas son las cosas lindas que se extrañan esta cuarentena. La máquina de café todavía está aquí. Sueño con hacerla arreglar y que mi papá, de 82 años, vuelva a tirar un café. Pero es caro”.


Los sueños y las ilusiones de los dueños y dueñas de los bares tucumanos se han convertido en una pesadilla durante las últimas semanas de aislamiento social y obligatorio: no pueden abrir sus puertas al público y se las ingenian con cadetes, pedidosya, delivery, o como quieran llamarlo.  

“Junto a mi socio Alberto Coronel, el mes de marzo veníamos previendo que esta situación podía suceder y hemos podido afrontar los sueldos, alquileres y servicios. Estuvimos cerrados totalmente hasta el 6 de abril. Ahora abrimos para hacer los envíos a domicilio: organizamos una estrategia para solventar los compromisos. Hay mucha gente que vive del día. Por suerte, y quiero remarcarlo, nadie del alquiler nos ha presionado para pagar. Entre todos nos entendemos. Hacemos envíos de 8 a 23 horas. Pero no alcanza: de un 100% que trabajábamos ahora estamos con un 20%”.

Ante este panorama difícil, Jorge Chico no se ha doblegado. Todo lo contrario: ha redoblado el esfuerzo para dar gratis a los policías, enfermeros, médicos, barrenderos y aquellas personas que nos cuidan en la calle o en las guardias de distintas maneras: “Así como el aplauso de las 21 es un mimo para los médicos, policías y personal sanitario, quisimos desde nuestro humilde lugar ofrecerles gratis un café con tortillas, con pan de campo, con bollo con chicharrón, para esas personas que están en la calle cuidándonos todo el tiempo”.

“Ante todo lo que está pasando, quisimos ayudar a la gente que anda trabajando con la basura, la salud, la seguridad. Vemos la ingratitud nuestra como sociedad al no cuidarnos del todo, a seguir saliendo a la calle, no cumpliendo totalmente con la cuarentena. Ellos son trabajadores que no tienen opción y salen a la calle. A nosotros nos piden que nos quedemos en casa y algunos no lo están cumpliendo”, indica Jorge Chico.

“Me parecía valorable destacarlos. Nuestra situación como gastronómicos es bastante crítica, al no poder dar trabajar normalmente. Más allá de eso decidimos dar una mano no en busca de publicidad sino con la intención de que haya otros lugares que se puedan sumar con un café para las personas que trabajan en la calle".

"Pensamos que un gesto así se puede multiplicar, hacerle una caricia a esta gente”, explica Jorge, quien reconoce que su iniciativa solidaria con los que arriesgan su vida diariamente necesitó un plus: “Nosotros tuvimos que ir a buscarlos para hacerles saber que podían contar con el servicio. El domingo salimos con pizzas a la noche y siempre tenemos algo caliente. Hay policías que ni siquiera tienen un baño para ir y para ellos están abiertas las puertas”.

“Queremos darles un aliciente a ellos, a los trabajadores. Nosotros estamos acá, los valoremos. Lo que damos comercialmente, te lo damos gratis a vos. Ese es el mensaje. Durante el día trabajamos con el café con leche y a la noche con las pizzas. Vamos a buscarlos con el café a los controles como en la Mate de Luna y Ejército. La noticia empezó a llegar y vienen enfermeros, gendarmes. Aquí conocemos sus historias, los escuchamos. Muchos vuelven a las 3 de la mañana a su casa. Es interesante saber cómo viven este momento. Ninguno de nosotros imaginó vivirlo. Pero aquí estamos, aportando lo que podemos para salir adelante”.



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