Tres campeonas nacionales revelaron sus secretos para la preparación de una de las comidas insignes de Tucumán.
Casi nadie come menos de tres. Las hay de carne suave, carne picante, pollo, mondongo ─las clásicas─ y en otras variedades de quesos y fiambres. Pero la verdadera es de matambre de vaca cortada a cuchillo. La empanada tucumana es única en el país, demandada por los turistas cuando visitan la provincia y añorada cuando parten de vuelta a sus hogares.
En el marco de la
promoción turística que lleva adelante el Ente Tucumán Turismo en los principales parajes nacionales, tres campeonas nacionales de la empanada de
Famaillá se dieron cita en
Espacio Clarín para deleitar al público con el sabor de la
Cuna de la Independencia.
Cristina Rojas (2008),
Ana Rivadero (2015) y
Valeria Velázquez (2015) cocinaron juntas un total de 1.500 empanadas de carne. Les llevó dos días.
(Cristina, Ana y Valeria en Espacio Clarín)
Las empanaderas oriundas de la tierra de los Mellizos Orellana habían llegado el martes a Mar del Plata. Se alojaron en un departamento y se pusieron manos a la obra. El dream team de la empanada trabajó a contrarreloj pero cuidando cada detalle.
“Desde que empezamos a picar la carne, a preparar la pasta y hasta armarlas y hornearlas, fue un compañerismo mutuo de todas”, cuenta Valeria a eltucumano.com, minutos después de agotar stock. La gente que pasa y las ve les pregunta angustiada si no quedó alguna por ahí, enguillada. Pero la respuesta es negativa; volaron en menos de cinco minutos. “La tuvimos que sujetar a la gente porque la verdad que las empanadas tucumanas donde vamos son un éxito”, afirma Cristina, con orgullo.
La gente se abalanzó sobre las bandejas. Teté Coustarot ─la conductora del evento─ pidió calma entre risas y advirtió por el micrófono abrir las piernas para comer, porque las empanadas tucumanas son jugosas.
Todas recuerdan haber comenzado a cocinar muy jóvenes, instruidas por sus abuelas y sus madres que fueron pasando la receta de generación en generación.
Ana y Cristina se iniciaron con las instrucciones de sus abuelas. “Ahora lo que soy es gracias a ella”, dice la campeona de 2015. Por su parte, Valeria explica las etapas del aprendizaje en el arte de cocinar empanadas: los pupitos son lo primero que se enseña. Con el pasar de los años, aprenden a preparar la pasta y a cortar la carne. Finalmente llega la tarea más difícil, el broche de oro: el repulgue. “Repulgar es lo último que aprendemos; es lo más difícil”, asegura y detalla: “El repulgue ideal es de 13 repulgues”.
¿Y el secreto mejor guardado de las empanaderas? ¿Qué es lo que hace que cada año sea una cocinera distinta la que resulta coronada? ¿Pimienta? ¿Una cantidad específica de sal? ¿Alguna hoja milagrosa o un matambre especial? Las tres campeonas coinciden a la hora de revelar el mayor misterio del sabor tucumano por excelencia: el secreto es el amor.