La Ciudad Universitaria robada a la Universidad Nacional de Tucumán contemplaba la construcción de un estadio para 30.000 personas que podría haber albergado eventos deportivos de primer nivel.
Tucumán podría haber sido cuna del deporte.-
Uno de los grandes desvelos de los tucumanos es la falta de un Estadio Único que pueda ser el escenario de distintos eventos deportivos y culturales de primer nivel internacional. Un recinto que además sea capaz de albergar a las grandes masas de hinchas de San Martín y Atlético Tucumán, al menos, en sus partidos más convocantes. Bien entrado el siglo XXI, es inentendible que la provincia cabecera de la región sea la única sin un establecimiento de este tipo y que el sexto distrito más poblado del país no cuente con un Estadio de primera línea.
Sin embargo, en la década del ‘40 hubo un proyecto que pudo haber cambiado el paradigma deportivo, científico, educativo y cultural de Tucumán: se trata de la Ciudad Universitaria de San Javier, que, entre otras cosas, contemplaba un Estadio con capacidad para 30.000 personas que hubiera sido el más grandes del interior del país por muchos años.
A lo largo de la historia hubo varios proyectos para la construcción de un gran estadio en nuestra provincia que jamás vieron la luz: el más conocido es el de La Olla, ubicada en la actual Avenida Perón, en la zona de Horco Molle. La idea era erigir allí un campo apto para albergar partidos del Mundial ‘78.
Si bien se realizaron algunos movimientos de tierra, generando una especie de agujero gigante en el terreno, dándole el nombre por el que es conocido el lugar, la decisión de Isabel Perón de designar a Mar del Plata y Mendoza como sub sedes del Mundial en desmedro de Tucumán, dejó la obra inconclusa.
El proyecto más fuerte, real y factible estuvo enmarcado en un máster plan mucho más grande: La Ciudad Universitaria fue un viejo anhelo de Horacio Descole, primero interventor y luego electo rector de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), quien, con el apoyo del presidente Juan Domingo Perón, ideó una obra faraónica a erigirse en 130 de las 18.000 hectáreas de Horco Molle y San Javier expropiadas por el Gobierno Nacional a tal fin.
Bajo la dirección de los arquitectos Horacio Caminos, Eduardo Sacriste y Jorge Vivanco, miembros del Instituto de Arquitectura y Urbanismo (actual Facultad), la construcción empezó y llegaron a instalarse la estructura de uno de los bloques que iba a formar parte de la residencia de varones. Esa mole de cemento que todavía persiste en los cerros tucumanos era tan solo un tercio del edificio diseñado y apenas uno de los 12 edificios que estaban contemplados.
Tan extraordinario proyecto incluía una Ciudad Hospitalaria, residencia para estudiantes, docentes, trabajadores, aulas, anfiteatros, polideportivo y demás instalaciones propias de una de las universidades más importantes del Latinoamérica.
También contemplaba en sus planos a un estadio olímpico para 30.000 espectadores, que no solo hubiese sido el más grande interior por muchos años, sino que también su emplazamiento le hubiese dado un marco paisajístico único a nivel mundial, tan solo comparable con el Municipal de Braga, Portugal, o el Hernando Siles de La Paz, Bolivia.
Para entender la magnitud de la obra, basta con analizar el aforo que por entonces tenía los estadios más importantes de Argentina: La Bombonera, recién inaugurada, tenía capacidad para 45.000 personas con solo dos bandejas; El Monumental de River contaba con una capacidad de 60.00 espectadores, todavía teniendo forma de herradura con una de las cabeceras totalmente abierta; Independiente había inaugurado su cancha para 30.00 hinchas; el Viejo Gasómetro de San Lorenzo, que ya no existe, era el más grande con un aforo de 75.000; el actual Cilindro de Racing ni siquiera había sido construido; y el Fortín de Vélez era completamente de madera y no entraban más 20.000 hinchas.
En el interior, no iban a existir hasta mediados de los ‘70 los estadios mundialistas de Mendoza, Mar del Plata y Córdoba. Mucho más acá se harían el Padre Martearena de Salta (2001), el Único de La Plata (2003), el Juan Gilberto Funes de San Luis (2003), el Bicentenario de San Juan (2011), Estadio único de Villa Mercedes (2017) y el Madre de Ciudades de Santiago del Estero (2021). Además, surgieron, mucho más humildes, los de San Nicolás, La Rioja, Chaco, Formosa y Catamarca.
Tucumán hubiera primeriado a todos esos recintos, perfilándose, sin dudas, como sede de Argentina ‘78, las Copas Américas del ‘87 y el 2011, los mundiales Sub 20 del 2001 y 2023 y quién sabe cuántos partidos de Eliminatorias desde los 50 para acá.
Por entonces, los estadios tucumanos, que todavía hoy apenas superan los 30.000 del Estadio Universitario, estaban lejísimos de ese aforo.
El Monumental José Fierro, en los años ‘40, no contaba con las cabeceras, tenía una platea techada pequeña, dos tribunas a sus costados pequeñas y las una popular bajita en el lateral de la Laprida. Algunas crónicas de la época hablan de “capacidad colapsada con 18.000 personas”.
La Ciudadela, para entonces, solo contaba con una tribuna metálica en la actual zona de plateas y el resto del público se agolpaba contra los alambrados y en total entraba alrededor de unos 8.000 espectadores.
De haber existido, el Gran Estadio Universitario podría haber sido escenario de la época de oro del fútbol tucumano, con la reciente consagración de San Martín en el Torneo de la República y los varios títulos obtenidos por el Seleccionado de la Federación Tucumana en los viejos certámenes en los que con los representativos de todas las provincias argentinas. Tucumán se consagró en el 44, 46, 48, 54, 60, 63, 75 y 84.
El estadio, según logra divisarse en los planos, contaba con un diseño en forma de óvalo, con tres tribunas en doble bandeja techadas y una bandeja solo en uno de los laterales que con los años hubiera podido ampliarse.
Rodeando al campo de juego, se iba a constituir una pista de atletismo y espacios para diferentes pruebas de atletismo de nivel internacional.
Además, la Ciudad Universitaria incluía un Polideportivo más allá del Estadio, que incluía canchas de tenis, básquet, vóley, fútbol y rugby, todas ellas dispuestas en sistemas de terrazas escalonadas en cota variable de 20 a 30 metros.
Con todo esto, no hubiera sido descabellado que San Javier fuese sede de algunas de las ediciones de Juegos Panamericanos que se disputaron en nuestro país (Buenos Aires 1951 o Mar del Plata 1995), convirtiendo temporalmente a las residencias para los estudiantes en albergues para atletas con todas las comodidades de las Villa Olímpicas.
Aunque todo lo anterior pudiera sonar pretencioso, existieron concretamente los fondos para hacer realidad este polo deportivo de altísimo nivel internacional.
Sucede que el proyecto impulsado por Perón y Descole se truncó en la autodenominada Revolución Libertadora de 1955 (como todo lo que tuviera que ver con el peronismo), sin embargo, durante el Gobierno del radical Arturo Frondizi el proyecto peronista fue reivindicado mediante la todavía vigente Ley 14.771 de creación de Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio (YMAD) que dispone que de las "utilidades líquidas" de los balances de la compañía interestatal “el cuarenta por ciento restante (40%) será destinado para la terminación de la Ciudad Universitaria, conforme a los planos ya aprobados".
Años después, con la llegada de Mineras de la Lumbrera, aparecieron las utilidades y con ellas los fondos contemplados por Ley para la Ciudad Universitaria.
Sin embargo, el rector Juan Alberto Cerisola firmó el Convenio Nº 6 UNT - YMAD, el 2 de enero de 2008, en el que se declaró “satisfecha la obligación del YMAD de distribuir el porcentaje del 40% de sus utilidades, previsto en el art. 18, inc. "b" de la Ley 14.771". La gran Ciudad Universitaria fue reemplazada por un plan de obras valiéndose de un “mecanismo normativo paralelo” para eludir todo control y rendición de cuentas, al margen de la Ley de Obras Públicas.
Los representantes de la UNT en el Directorio de YMAD, Rodolfo Martín Campero y Mario Marigliano, firmaron días antes, el 27 de diciembre de 2007, el acta Nº498 del directorio de YMAD. Se trata de un acta en la que se conviene la entrega de “créditos” a cuenta de “futuras utilidades líquidas” a la Universidad Nacional de Tucumán.
Dicha "extorsión financiera" por parte de YMAD no era otra que la de condicionar la entrega de fondos a la universidad pública tucumana a que el entonces rector Juan Cerisola firmase un acta -elaborada en y por el directorio de YMAD y adjunta al acta 498- en la que el entonces rector de la UNT diera por concluida y terminada la Ciudad Universitaria de San Javier.
Esto solo fue posible con la complicidad de funcionarios y autoridades universitarias que aun hoy se desempeñan en la Casa de Altos Estudios y cuya detención ha requerido la Justicia Federal.
Con esta maniobra, denominada el Robo de la Ciudad Universitaria, se redujo el porcentaje del 40% para la construcción del mega proyecto a un 20% de libre disposición para el Rectorado de la UNT. Así las autoridades de por entonces pudieron hacer caja sin mayores controles, ni rendimientos de cuentas, libraron, de una buena parte del compromiso a la empresa explotadora de la mina.
De esta manera, un fraude gigantesco privó a Tucumán, y a todos los tucumanos y tucumanas, de un polo científico, educativo, cultural y deportivo que hubiera tenido hasta el tan mentado Estadio Único de Tucumán.
La Ciudad Universitaria de San Javier
Casco Principal
-Tres Facultades
-Todos los institutos
-Rectorado
-Biblioteca central
-Museo
-Bibliotecas
-Talleres
-Teatro a cielo abierto
-Instalaciones deportivas
-Estadio con capacidad para 30.000 personas
-Viviendas colectivas de los alumnos, las de los profesores y personal administrativo
-Servicios comunes correspondientes(jardín de infantes, escuela
primaria, primeros auxilios, proveeduría local, etcétera)
-Jardín botánico
-Arboretum
Casco secundario
-Núcleo hospitalario
-Escuela de Agricultura —con sus campos de cultivo, huerta y granja—
-Institutos de enseñanza secundaria Viviendas
-Servicios generales
-Instalaciones deportivas
-Estación inferior del funicular