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Hambre y corrupción: la nueva versión de un viejo chiste menemista

Opinión

El escándalo en el ministerio que conduce Sandra Pettovello demuestra que, lejos de destruir el Estado, el Gobierno libertario ha llegado para vampirizarlo. La trama corrupta y la profecía autocumplida de Milei. Por Exequiel Svetliza.


El presidente Carlos Menem visita a los niños internados en un hospital de Chaco y les lleva juguetes de regalo. Uno de los médicos del lugar sale al cruce del mandatario y le dice:

- Disculpe presidente, pero acá los chicos no comen…

- Ah, si no comen, entonces no hay juguetes. 

El chiste -escuchado por primera vez durante alguno de los mandatos del riojano en los noventa- suena inverosímil en este presente y con los personajes actuales de la fábula. Nadie, por más que se esfuerce, imagina a Javier Milei repartiendo juguetes ni comida. Los chicos pobres de Chaco -ese slogan usado hasta el cansancio para representar décadas de decadencia generadas durante administraciones anteriores- son apenas un significante. No existen por fuera del plano del discurso ni para el presidente ni para un gobierno que ha retenido alimentos destinados a las personas más vulnerables y ahora afronta múltiples acusaciones de corrupción. Discurso, decíamos, un relato oficial donde Menem es el mejor presidente de la historia del país y la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, aun cuando apenas transita su sexto mes de gestión, la mejor ministra de la historia. Sin juguete y sin comida, el chiste se repite, ahora, en versión libertaria. 

Algunas señales hubo antes de que estallara el escándalo que salpica a Pettovello y su mega ministerio. No hace falta acomodar la budinera de la antena, como en aquellos tiempos del antiguo porno codificado noventero, para verla. Bastaba con tomar nota del homenaje en Casa Rosada cuando se colocó el busto del ex presidente Carlos Saúl Menem; exaltado y gozoso tributo oficial de una carrera signada por los casos de corrupción más resonados de la historia reciente, entre cuyos hitos se encuentra, para citar apenas un ejemplo, la voladura de un pueblo con los fines de encubrir el comercio ilegal de armas. Una reivindicación de semejante calibre habla más de los ejecutores que del sonriente homenajeado del mármol.  

Volvamos ahora a este presente convulsionado por la revelación de diversos contubernios en el Ministerio de Capital Humano. La olla empezó a destaparse semanas atrás a raíz del pedido de acceso a la información pública que hizo el periodista Ari Lijalad para El Destape. Ahí se comprobó que el actual gobierno no sólo no compró alimentos para distribuir entre los comedores, sino que estaba reteniendo en galpones de Villa Martelli y Tafí Viejo alrededor de seis millones de kilos de comida que habían sido adquiridos durante la gestión anterior. 

Ante la evidencia oficial, el gobierno desplegó a través del vocero presidencial una serie de excusas que no tardaron demasiado en desnudar su carácter ficticio: que la mercadería estaba siendo auditada por el descubrimiento de supuestos comedores truchos, que la mayoría de lo retenido era yerba de baja calidad y que, en realidad, estaban reservando los alimentos para situaciones de catástrofe. 

Tras una denuncia realizada por el dirigente social Juan Grabois, el juez Sebastián Casanello le ordenó el 27 de mayo al gobierno nacional presentar en 72 horas un plan para repartir los alimentos y un informe con el detalle de la comida: cantidad, fecha de compra, fecha de vencimiento, entre otros datos. El gobierno apeló la medida y no presentó ningún plan de distribución en el plazo previsto, incumpliendo así con la Justicia. Recién este martes inició el proceso de distribución de los alimentos, algunos de los cuales vencen el próximo mes de acuerdo al relevamiento realizado por Gendarmería. Para eso, el ministerio que conduce Pettovello firmó un convenio con la Fundación CONIN que se encargará de repartir los 465.000 kilos de leche prontos a vencerse. La organización es la que conduce el polémico Abel Albino, el médico que asegura que el preservativo no sirve para prevenir el HIV. 

Mientras el escándalo por los alimentos retenidos copaba la agenda de los medios nacionales, la ministra encontró un chivo expiatorio: el Secretario de Niñez, Pablo de la Torre. La expulsión del funcionario el jueves pasado no sólo aspiraba a encontrar un responsable de la no distribución de los alimentos retenidos, sino también a tapar la existencia de un convenio multimillonario destinado a pagar sobresueldos a funcionarios del Ministerio. La subsecretaria legal del ministerio, Leila Gianni, reconoció el acto de corrupción y denunció a de la Torre. De forma poco sorpresiva, la denuncia recayó en el juzgado de Ariel Lijo (sí, el mismo juez que Milei propone para integrar la Corte Suprema). 

¿En qué consiste ese entramado corrupto? El ministerio de Capital Humano realizó una serie convenios con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) para que la institución sea la encargada de la compra de alimentos a cambio de una comisión del 6% sobre el valor de la compra. De esta manera, el Gobierno que renegaba de la intermediación de las organizaciones sociales – a las que caracteriza como “gerentes de la pobreza”- en la distribución de los alimentos, no sólo no eliminó esa intermediación, sino que la cambió para utilizarla como una estructura ilegal de recaudación y de contratos truchos. 

Días atrás, se reveló la lista de 18 ñoquis -en la que proliferan rugbiers- que le facturaban a la OEI entre 600.000 y 1.400.000 pesos cada uno por servicios para la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia. Según las denuncias presentadas en los tribunales de Comodoro Py, estas personas no cumplían ninguna tarea en esa dependencia. A través de esta maniobra, manejaban una caja de 120.000 dólares anuales, la famosa “cajita” que se menciona en la lista que se conoció porque estaba en un archivo en Google Drive de acceso abierto titulado "Plan 120". Vale aclarar que era la propia Pettovello quien firmaba esos convenios. Extraño que se haya colado semejante elefante ante los ojos de alguien que la ve ¿no?

O sea, digamos: la pulsión antiestatista del gobierno libertario parece haber encontrado su cobijo en las ubres de un Estado que no parecen, tal como proclaman, dispuestos a destruir, sino más bien a vampirizar. A todas luces, se trata de una profecía autocumplida por el presidente Javier Milei quien ya había anunciado que “el Estado es el ladrón más grande del mundo”. 

Como esas Doñas de prosapia gorila que al golpearse el dedo chico del pie con la pata de la mesa de luz gritan ostentosamente “Me cago en Perón”, tanto Pablo de la Torre como el propio Milei, ya tienen a quien adjudicarle la corruptela precoz de su gestión: el kirchnerismo. Aunque el gobierno se haya autodenunciado ante la Justicia, la maniobra discursiva no sorprende a nadie: desde la perspectiva del líder libertario, hasta el presidente de España, Pedro Sánchez, es un agente del kirchnerismo. 

En un país que no sea una “gran llanura de los chistes”, como lo definió alguna vez el escritor Osvaldo Lamborghini, a Sandra Pettovello ya le tendrían que haber exigido la renuncia. Lejos de eso, tanto los principales referentes libertarios (con el presidente a la cabeza) como la task force de trolls y demás sicarios virtuales salieron a bancar a la ministra. Pettovello incluso logró zafar hoy de ser interpelada por el Congreso gracias a los votos que le aportaron desde la UCR, la Coalición Cívica y parte del bloque conducido por Miguel Ángel Pichetto para impedir una sesión especial en Diputados en la que se trate el asunto. Así que, por ahora, la ministra se mantiene a salvo. 

Pétreo, marmóreo y con la amplia sonrisa canyengue de quien se burla de los avatares históricos que han vuelto a vindicar su nombre y su estampa expurgándola de viejos y truculentos pecados, Menem ríe desde el pedestal que lo enaltece en Casa Rosada. Como si supiera que el chiste se repite. Y también se cuenta solo.