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"No existo sin Atlético": de la epifanía a un libro de cuentos que retrata la pasión decana

Literatura celeste y blanca

Con alma de tablón y corazón decano, Pablo Norberto Mele publica el libro de cuentos futboleros “25 y Chile”. Con héroes como Capé Sarría o Kila Castro, hazañas, derrotas, goles inolvidables y fascinantes personajes de la tribuna como los de “La banda del bailarín” llega una obra fundamental para todo hincha tucumano.





De la gloria al fracaso; de las hazañas deportivas del Kila Castro, Capé Sarría o El Turco Apud al penoso deambular por el infernal Torneo Argentino A; en las tribunas del Monumental o recorriendo las rutas junto a pintorescos personajes como los que integran La Banda del Bailarín. Como Homero en La Odisea o Virgilio en La Eneida, el tucumano Pablo Norberto Mele ofrece una sinfonía del sentimiento futbolero y una mitología decana en su libro “25 y Chile: cuentos de duendes, silfos y un gigante”; obra fundamental para cualquier hincha de la provincia que se precie de tal. Pongase la camiseta, saque el trapo con los colores sagrados, busque en el armario el piluso con que celebró el ascenso, prepare alguna bebida que le ponga el alma a tono y venga, amontónese con nosotros y agárrese bien fuerte del paravalanchas para ver de qué se trata. 

“Historias, personajes reales y no tanto, sonrisas, llantos de tristeza y alegría, viajes interminables, canchas impresentables, lluvia, frío, calor, rutas, derrotas, victorias, épica, amigos y trapos celestes y blancos. La pasión por Atlético Tucumán, el Decano o simplemente el Deca contada por Pablo Norbeto Mele”, así describe el histórico relator del ascenso Julián Bricco en el prólogo a este libro recién salido de las imprentas y escrito al calor de viscerales emociones futboleras. La obra ha sido editada por el sello municipal Tafí Viejo Ediciones y cuenta con ilustraciones de Jubal Caram, diseño de tapa de Belén López, la edición de Sebastián Ganzburg, la dirección editorial de Oscar Barrionuevo y la diagramación de Nacho Jurao y Leonardo Ganzburg. Alto equipo. 

¿Cómo se gestó este códice de la pasión por el fútbol y por el Deca? En diálogo con eltucumano.com, el autor se confiesa: “Sí, soy de Atlético y escribo. Cuando tenía 30 años menos que los que tengo escribí de una sentada el cuento Relato con un fondo y 9 años (frágil homenaje al cuento de Cortázar que me mantenía insomne) en una Olivetti que le había comprado a un amigo que necesitaba la plata. Como hormiga sin hormiguero, la única gesta de Atlético que había vivido en carne propia era el campeonato obtenido en el Torneo del Interior de 1987. Habían pasado los años y toda la grandeza Deca surgía de relatos del pasado en boca de mi abuelo Juan el que, sin desconocer ni un milímetro de esa grandeza, se refería al club de nuestros amores como ‘Mi atletiquito querido’”. 

“Tiempo después, en un estado febril producto de una gastroenteritis nerviosa, soñé que Tomás Barber me regalaba una lapicera (creer o reventar). En un estado deplorable, esa madrugada diseñé el cuento ‘Historia de los tres que soñaron’ en un cuaderno cuadriculado que siempre tenía sobre la mesa de luz”, continúa el escritor quien agrega: “Bastante tiempo después, cuando ya empezaba a notar que mi cabeza quedaría desnuda como la de mi padre el bicicletero, encontré tapado por el polvo el cuaderno cuadriculado, la hoja del primer cuento y una revista El Gráfico del 79, por cuyas páginas corría el Kila Castro detrás del Maradona de Argentinos Juniors. Allí nació el proyecto de compendiar 25 relatos sobre Atlético, como uno más de esos propósitos que me esmero en des-concluir. Atlético por entonces, naufragaba en el Argentino A. Estaba enojado con eso, debo admitirlo. Pues el primer cuento de esta segunda fase creativa, fue una crónica derrotista: ‘Mea Culpa’ y la puta que lo parió al Bomba Cáceres cómo pateó el penal en el clásico del 92”. 

Pero aquel cuaderno donde Pablo Norberto fue compendiando los relatos decanos se perdió en una mudanza y el proyecto volvió a fojas cero. Sin embargo, en una de sus tantas apariciones heroicas, el entonces arquero de Atlético lo puso de nuevo en la carrera literaria: “En el 2011 conocí casi sin querer a Lucas Ischuk cuando Atlético ya había ido y vuelto de primera a la B Nacional, y el muy macanudo se sacó una foto con mi hija bebé en la puerta del hotel República.  Y ahí resucitó mi inspiración, el proyecto; apareció como desde debajo de la cama un ¿disquette?.. donde milagrosamente estaban digitalizados mis tres cuentos originales (cosa de silfos)”. 

A la misteriosa aparición de aquellos cuentos que creía irremediablemente perdidos, le siguió la escritura de nuevos relatos y una iluminación mística: “Y de pronto, como una epifanía, descubro que no existo sin Atlético. Que no hay nada de mi existencia que no tenga Atlético -como mis padres, como mis Beatles, como mi abuelo Juan-. Y 25 y Chile acabó por ser una reunión de mis pedazos como escritor, como humano y como jodido, pero jodido hincha de Atlético”. 

En las páginas del libro, el lector se encontrará con la presencia de próceres de la talla de Luis Miguel Rodríguez o Capé Sarría, con fechas y sucesos que ya forman parte de la historia del club Atlético Tucumán y con algunos personajes, en apariencia fantásticos, pero fácilmente reconocibles en las tribunas del José Fierro. ¿Ficción o realidad? ¿Hechos reales o relatos engendrados por la imaginación de un espíritu poseído de amor decano? Así responde el autor: “Todo, todo, todo es ficción. Nothing is real, Don universo. Y hay tanta ficción allí adentro, que estoy persuadido de que, desde la vereda del frente, los hinchas de San Martín podrán también disfrutarlo y sonreír socarronamente ante las polémicas cifras que arroja el contador Catalán, e identificarse con las desopilantes ocurrencias del bailarín Díaz. E inmediatamente podrán oponer al gol de Amato, el gol de Sciacqua, o el de Zacharsky al de Walter Omar Jiménez, porque de eso se trata: No escribí sobre fútbol, escribí fútbol”. 

“25 y Chile está obstinadamente despojado de los negocios, de la camuflada explotación infantil, de la xeno/homofobia de las hinchadas, de la misoginia, de las barras bravas, de las macabras intervenciones de las corporaciones televisivas, y de tantas otras cosas que se cultivan en torno al fútbol y que seguramente merecen que alguien las escriba. Pero por lo menos hoy, ese no seré yo. Esta obra quiere otra cosa: Simple y pretensiosamente aspira a desarrollar, con la literatura como herramienta, una de las frases más lindas que escuché de la voz de todos sabemos Quién y es aquella que dice que: La pelota no se mancha”, comenta. 

Esta obra que no puede faltar en la biblioteca de ningún hincha (decano en particular y tucumano, en general), ya puede ser adquirida en forma de preventa a precio promocional con descuento del 20%. Para adquirir el tuyo podés comunicarte al teléfono 3814909311 y abonar el tuyo que será entregado en la presentación que se realizará el 12 de mayo en la ciudad de Tafí Viejo. A continuación, una muestra gratis de la pluma de Pablo Norberto Mele:

Los exámenes se aprueban (Fragmento del cuento Dios, el Diablo y el Monumental)

Tanto en la primaria como en la secundaria los exámenes son un estrés que los pedagogos deberían reemplazar por una forma menos traumática. Para comprobar el nivel de aprendizaje de un alumno no debería ser necesario exponerlo a la tortura de una o dos horas dedicadas a responder preguntas que muchas veces están rodeadas de trampas y contradicciones que lo inducen maléficamente a responder de manera equívoca. Por suerte yo descubrí en mis años mozos un ritual que nunca falla. Su práctica precisa provoca que, en las pruebas, toquen al alumno los temas en los que mejor se desenvuelve. El primer requisito para la práctica del mencionado ritual es ser hincha de Atlético Tucumán, el segundo llevar al examen algún símbolo vinculado al club con carácter de amuleto. Cumplido con eso, al menos noventa minutos antes del examen, se debe recitar de corrido en voz susurrante siete veces seguidas y sin equivocarse, el equipo que salió campeón de campeones de la República en 1960 a saber:   García; Gutiérrez y Ginel; Amaya, Graneros y Albrecht; Canseco, Tejerina, Muñoz, Ortega e Ibarra Castillo.

Porque independientemente del sistema educativo imperante, así como las finales deben ganarse, los exámenes deben aprobarse.