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Llegó a Tucumán exiliado de Siria, fue vendedor ambulante y fundó una marca emblemática en la provincia

Historias de acá

A los 17 años y exiliado de su patria, Adad llegó a la provincia con una mano atrás y otra adelante. Fue vendedor ambulantes y, años más tarde, fundó uno de los locales históricos de la provincia: Lonera Córdoba. Conocé la historia.

Saad Adad, el sirio que creó un emporio en Tucumán





“Al abuelo se lo recuerda muy cariñoso. Estaba siempre en el negocio, unía a toda la familia. Veíamos televisión juntos, los bailes de las navidades, las fiestas... Era una época de compartir mucho. Cuando se van los abuelos siempre se disgrega toda la relación familiar y cada uno empieza a hacer su propia historia, pero él nos unía muchísimo”, así recuerda Pablo Adad a su abuelo, el sirio que llegó a Tucumán con una mano atrás y otra adelante y fundó uno de los locales comerciales más emblemáticos e importantes de la capital tucumana: Lonera Córdoba.

Saad Adad nació y se crió en Siria. Cuando apenas tenía 17 años, se fue de su patria por las coyunturas políticas, llegó a Tucumán en 1920, en plena expansión de la industria azucarera y el ferrocarril. No conocía el idioma y sus recursos eran escasos, pero dos de sus hermanos ya estaban instalados en nuestra provincia. Aprendió el oficio del comercio siendo vendedor ambulante y se instaló en la localidad de Siete de Abril, en Burruyacú, allí tuvo ocho hijos. En la década del 50 decidió mudarse a San Miguel de Tucumán y fundar la mercería Lonera Córdoba en la calle Córdoba al 600. Saad Adad no sabía en ese momento que cuatro generaciones después Lonera Córdoba tendría sucursales y su descendencia seguiría apostando a la empresa familiar y a esta provincia.

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A fines del siglo XIX, en el Imperio Otomano, empezó una época de exaltación nacionalista y persecución a las personas que no eran musulmanas sunnitas. De esta manera, las minorías cristianas, como fue el caso de Saad Adad, fueron perseguidas y empujadas al exilio. 

El joven Saad Adad 

A Tucumán llegaron varias olas migratorias provenientes de Siria y Líbano. Según afirma la historiadora Olga Asfoura de Adad, un gran número de inmigrantes se instala en el campo, siguiendo la línea del ferrocarril y se hacen comerciantes, no porque lo hayan sido en su país natal, sino por mera supervivencia. 

La llegada de la comunidad Sirio Libanesa a nuestro país y a nuestra provincia, coincide con el auge del ferrocarril, el cual modernizó las relaciones comerciales. Así, aparecen los almacenes de ramos generales que, en general, tenían como propietarios a miembros de esta comunidad. El desarrollo comercial por parte de los Sirios Libaneses fue tan grande y expansivo que, Asfoura de Adad afirma que “revolucionaron el comercio”.

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En Lonera Córdoba no solo trabajo Saad, sino todos sus hijos. De a poco y a medida que el local crece, van abriendo más sucursales. La vida familiar y todo lo que le concierne empieza a girar en torno al negocio. Los recuerdos de la infancia de Pablo Adad están atravesados por la vida comercial de su familia. 

“¿Cómo es posible que el fondo de un negocio pudo haberse convertido en el mejor parque de atracciones que pude conocer?”, se pregunta Pablo en un texto sobre la infancia que escribió para un taller y que compartió con eltucumano. Lejos del aburrimiento y el hartazgo, los recuerdos de su niñez en medio de cajas, clientes y vendedores, son felices. El juego, pero también las travesuras fueron parte de la vida de Lonera Córdoba: “¡Cómo nos retaron cuando tiramos una bombita de olor en el salón de ventas!”, escribe Pablo.

Cuando le cuenta a eltucumano sobre estos años de su vida, lo hace con añoranza, emoción y dicha. “No fue una niñez normal”, dice, y en su relato recuerda:

Ingresar al local significaba ver a mi tía en la caja del local, mis primos vendiendo junto a mis tíos y mi abuelo Saad en el asiento del fondo ordenando los ingresos del día. A veces jugábamos a atender al público y vender algún artículo de librería. En el mismo local había un depósito en el subsuelo con un tobogán que usábamos cuando los vendedores no estaban tirando cajas. Pasábamos el estante de cartulinas sin tocarlas para no cortarnos y salíamos del local por la parte de atrás para entrar al área donde vivían mis tíos y abuelo. El largo pasillo a la calle era la pista de patineta y una especie de tren fantasma. El patio del medio era el lugar perfecto para correr mientras que el ventiluz del depósito era el aro de básquet. Fuimos tarzán con la soga del toldo y la puerta del baño de los vendedores era nuestro álbum para pegar figuritas de los Thundercats. 

Pablo pertenece a la tercera generación de Adad, hoy, la cuarta generación ya está tomando las riendas de lo que se convirtió en la empresa y la vida familiar. “En la mesa todas las decisiones, las vacaciones, inversiones, toda la vida familiar giraba en torno al negocio. Nuestras reuniones tienen que ver con eso, juntarnos en el fondo del negocio todo funcionaba ahí”, cuenta.

No solo el comercio formó parte de la vida de la familia Adad, sino también la cultura árabe que vive y se siente en Tucumán. “Mi abuelo estuvo dentro de la sociedad Sirio Libanesa, en la iglesia ortodoxa en la calle Maipú al 500, ahí se juntaban cantando con todos los árabes inmigrantes, se conocían mucho entre todos”, dice y agrega: “La cultura arabe nos ha marcado todo, como nos relacionamos, la música arabe, los festejos en los casamientos, los bailarines y odaliscas siempre muy presente”.

“Si lo miras desde afuera, solamente habrás visto un local, como tantos otros. Sin embargo nosotros podemos pasarnos días enteros contando como con nuestra imaginación y siendo magos fuimos capaces de convertirlo en escenario de la mejor infancia posible, rodeados de familia y envueltos de manera natural en el giro comercial del día a día”, recuerda Pablo y afirma: “Estamos hace 70 años, ya somos una marca registrada para los tucumanos”.

Bautismo de Pablo Adad. “Mi abuelo parado en el centro junto a mis padres, estoy en brazos de mi abuelo materno Fuad, junto a mi abuela Juana que fundaron la empresa textil Asfoura”.