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"En esa época la palabra era más que el documento": la historia de Don Yusef Nazar, el almacén de Trancas

Archivo Histórico de Tucumán

Entre 1920 y 1990 el comercio y el ferrocarril permitían el crecimiento socioeconómico de los tranqueños. En este contexto, el Amacén de Ramos Generales fue fundamental. Abastecimiento, confianza y fraternidad. Conocé la historia.

El almacén de don Yusef Nazar, Trancas, 1925-1990. Foto: Conectate con la Escuela.-





El investigador Daniel Gustavo Cortés Navarro, afirma que en el último cuarto del siglo XIX, la llegada del ferrocarril no sólo favoreció la exportación de la producción agropecuaria, sino que modernizó las relaciones comerciales. De esta manera, aparecieron en todo el país los almacenes de Ramos Generales, las mismas satisficieron el consumo de la mayor parte de los habitantes. En muchos casos, estos locales comerciales tenían como propietarios a inmigrantes de nacionalidad árabe, quienes comenzaron a congraciarse con los vecinos y a constituirse como partes importantes dentro del funcionamiento de la sociedad local.

Como en gran parte del país, estos almacenes se establecieron en Trancas a partir de la década del 1920, creando una importante relación comercial muy inspirada en las necesidades de los consumidores tranqueños. Los principales almacenes de la villa tuvieron como dueños a miembros de la comunidad árabe, como Julián Echibaie, Tufik Antonio Chebaia, Yusef Nazar y sus hermanos, la Familia Kairuz, entre otros. 

José “Pepe” Nazar recuerda que su padre, Yusef Nazar, fue uno de los comerciantes más reconocidos de la comunidad tranqueña en gran parte del siglo XX. “Mi padre entró al país en 1908…1908. Vivió, gracias a Dios, bastante tiempo. Y acá en Trancas estuvo más o menos desde 1920…1925. Se quedó acá en Trancas, se casó y nacimos todos acá. Así que somos una familia tranqueña”, cuenta en una entrevista realizada en Trancas el 14 de noviembre de 2015 por Cortés Navarro.

Antonio Rolando Massa, profesor en historia, recuerda desde su vivencia, y apoyado por la memoria heredada de su familia materna, la historia de su abuelo, Yusef Nazar: “Mi abuelo, inmigrante árabe, llegó a Trancas básicamente cuando tenía la edad entre 20 a 25 años. Empezó a trabajar en el tema éste histórico conocido: trabajaba, con una bicicleta, vendiendo y llevando la mercadería, artículos de bazar y de cosas que se vendían en la época para los diferentes lugares de Trancas, ¿no? Hasta que más o menos, la década de 1940, ya se establecen: primero alquilaban y después compró un terreno y construye un almacén que se transforma, para la época de los '40, '50, '60 y principios de los 70, en uno de los almacenes más importantes de la zona. El “almacén” era el típico almacén de la época: una construcción grande, estantes que llegaban hasta el techo y se recibían, yo me acuerdo, el tema de los tratos que habían”.

“Era un negocio que tenía de todo, menos verdulería y carnicería, tenía de todo. Era almacén, bazar. Era tienda de ropas, tenía zapatos. Era talabartería. Tenía comestible, tenía de todo. Sería como un supermercado”, recuerda Pepe Nazar.

Con estos almacenes, los tranqueños contaban con todo lo que necesitaban para abastecerse de mercaderías sin la obligación de viajar a San Miguel de Tucumán. De esta manera, nace una relación comercial de importancia entre el vendedor y comprador. Y en muchos casos el primero, comprendiendo que los demandantes eran productores agrícolas, y que sus deudas, a su vez, las pagaban con el dinero que recibían de la venta de su producción, facilitaban el abastecimiento de estos sectores con un tipo de fiado especial, al que los tranqueños denominaron “el pago a la cosecha”. En este sentido, la relación comercial se transformaba en una cuestión ética, donde el vendedor no podía dejar desabastecido a su cliente. Todo lo contrario, como comerciante y, sobre todo, como vecino, no podía desampararlo en épocas difíciles. “El cliente entraba a tu negocio y sabía que podía llevar todo lo que necesitaba. Porque era eso antes se usaba mucho el ‘te pago a la cosecha’: no se pagaba, se fiaba hasta la cosecha, hasta que la persona que cosechaba, venía y te pagaba. Entonces no era el cliente de dos o tres comercios, eran tus clientes. Entonces vos, como comerciante, tenías la obligación de proveerle de todo lo que necesitaba. Entonces te hacías de ramos generales”, cuenta Nazar.

El productor, como sucede a menudo, podía tener malas cosechas (sequías, fuertes lluvias, granizadas, manga de langostas –que eran habituales en esa época-, etc.) y las perdía. Entonces el vendedor tenía la obligación moral de no dejar de proveer a su cliente damnificado: “Suponte, que vos sos agricultor y perdés la cosecha: ¿cuál es la obligación del comerciante? aguantarte hasta la cosecha que viene. Así que se juntaban dos cosechas qué a veces era un año de mercadería que los tenías que proveer. ¡Vos sabés que en esa época realmente la palabra era más que el documento! Vos, como comerciante, te animabas hacer ese trato con la persona porque sabía qué te iba a pagar. Había esa certeza, te das cuenta. Hoy no pasa tan así: a veces ni el documento se respeta. Pero en esa época la palabra era más que un documento”, afirma.

El negocio de la familia Nazar tenía una ubicación especial: frente a la estación de trenes de Trancas. Y el ferrocarril era el medio de transporte obligado tanto de la carga como para los pasajeros. Las líneas de ómnibus eran escasas y no tenían la capacidad de transportar mercaderías.

Los dueños de los almacenes de ramos generales además eran intermediarios. Los productores le decían a Yusef Nazar: “‘Señor José acá tiene la mercadería, se la dejamos. Cuando usted la venda, nos descuenta la cuenta y nos da el Saldo’. Esa confianza había. Así que mi padre vendía la cosecha de ese señor, del cliente, y después le devolvía lo que le sobraba. Él se cobraba su cuenta y le devolvía el sobrante”, recuerda Nazar, y agregá: “Los productores de Trancas vendían a San Miguel de Tucumán, Rosario y Buenos Aires. Por ejemplo, llegaban compradores de Buenos Aires a llevarse los productos, pero como no podían andar por las propiedades de cada agricultor, directamente llegaban a la casa del intermediario que tenía todo concentrado ahí y llevarse la mercadería. Era un trámite conveniente para el comprador, el productor y para el intermediario”.

Yusef Nazar tenía un carisma especial. El ser sirio y con todo el talento que los miembros de la comunidad árabe tienen para el comercio, hacían de don Nazar un hombre agradable, considerado con sus clientes, y estos le devolvían con un importante respeto. Él consideraba al cliente como un integrante de su familia: “Decía, ‘hijo vivimos de nuestros clientes. Trabajamos para servir al cliente, vivimos de eso. Entonces, usted tiene la obligación de cubrir la necesidad de ese cliente’. No sabes, a veces estábamos almorzando y golpeaban a la puerta. Y nadie se quería levantar, todo estábamos sentados y mi padre se levantaba y -“eh! papá, espera…” -No hijo. Hay que atenderlo. Nadie viene a tocarte la puerta por hacer chiste. Si te viene tocar la puerta a esta hora es porque necesita algo, para su mesa sobre todo”, cuenta Pepe.

Los Almacenes de Ramos Generales marcaron una entrañable época en Trancas. A partir del año 1965 fueron desapareciendo. Yusef Nazar quedó sólo prácticamente en la misma zona. Ya en la década de 1980, comienza el lento declive con la aparición del Supercoop-El Hogar Obrero en la sede de la Cooperativa de Tamberos de Trancas Limitada, el comercio en Trancas se fue modernizando. Para el momento de la aparición del Súper “El Productor” (1992) prácticamente de los almacenes habían bajado sus persianas para siempre, quedando sus estructuras intactas y el recuerdo de un Trancas que ya no volverá.

Lee el documento entero del investigador Daniel Gustavo Cortés Navarro acá:


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