Top

"Era un león": la despedida a un soldado contra la pandemia y baluarte de la cumbia

Emotivo adiós

El Covid se cobró la vida del enfermero y bajista José María Sinhg que luchó en la primera línea de la pandemia y tocó con próceres de la cumbia tucumana. El emotivo recuerdo de sus compañeros: “Era mi ídolo; era más conocido que la ruda”.

José María, el enfermero de la cumbia.





A José María hoy lo lloran sus familiares y amigos. Lo lloran los enfermeros con los que compartió guardias interminables en plena pandemia. Lo lloran cientos de pacientes que recibieron sus chistes como el mejor paliativo anímico de la terapia intensiva. Lo lloran los escenarios de los bailes más populosos de la provincia que lo vieron acompañando con su bajo a los mayores próceres de nuestra cumbia como Don Carlos y Miguel Ángel Vielmetti. Lo lloran los más nostálgicos que encontraron un refugio colmado de recuerdos en Tucumán Antiguo, el grupo de Facebook que creó. Con el ambo hospitalario o el traje característico de la elegancia cumbiera, a José María Sinhg se lo recordará como un soldado de los que le pelearon palmo a palmo al Covid; ese virus que le arrebató la vida. Y también lo recordarán como un auténtico baluarte de la música popular tucumana. Hoy lo recuerdan como un hombre que fue feliz y que desparramó esa felicidad en los demás. Un hombre entrañable al que ya se extraña y mucho. 

Tras contagiarse de Covid y luchar durante semanas contra el virus, el cuerpo del enfermero de cincuenta años esta mañana dijo basta. En la guardia del sanatorio privado donde trabajaba ya no sonarán los mejores enganchados del cuarteto en el recuerdo que tanto le gustaban al enfermero de la cumbia. “Yo soy un loco de la música y él siempre me contaba que ha tocado con el Monstruo Sebastián, con Avelino, con Don Carlos… Venía de tocar toda la noche con Don Carlos y recibía la guardia a la mañana. Era un vago que no tenía un mal día. Ojo, no digo esto porque ya ha fallecido, yo a esto se lo dije a él. Yo le dije que era mi ídolo; era más conocido que la ruda macho y era un capo. Me hubiera gustado tener la mitad de la vida que él tuvo. Ha vivido la vida al 100%, no le ha faltado nada. Era alguien como para juntarte a comer un asado un sábado y que termine el lunes de la cantidad de anécdotas que tenía”, con esas palabras cargadas de vida a pesar de la tristeza, lo recuerda Abel Arnedo, uno de sus compañeros en el sanatorio. 

José María, integrante de la banda de Don Carlos. 

“Era una gran persona… mejor dicho, es una gran persona porque va a seguir vivo en nuestro recuerdo”, define Abel quien trabajó dos años a la par de José María y compartió largas guardias con él. Como enfermero, lo que más destaca era su gran vocación de servicio y la empatía con los pacientes para quienes siempre tenía una sonrisa o una broma a mano: “Él no tenía la necesidad de volver a trabajar como enfermero, pero lo mismo iba, le gustaba mucho la profesión. Esto es algo con lo que se nace y que, si no te gusta, no lo podés hacer… Es pura vocación. Nosotros, los enfermeros, somos el ultimo escalafón de la salud. Si algo sale mal, es culpa de nosotros, pero, si sale bien, es todo mérito del médico. José María era un león. Les levantaba el ánimo a los pacientes, esos chistes y bromas que les hacía les cambiaba el día a los pacientes. Eso es algo que, si no lo hacemos nosotros, no lo hace nadie. Si no somos así caemos en la depresión”. 

José María junto a Belén en una guardia.

“Cuando empecé a trabajar a mi primera guardia la hice con él. Era una persona muy relajada, muy paciente con los demás. Él los hacía reír a los pacientes, se los conocía a todos y les sacaba conversación. Era muy querido, una persona sin maldad”, lo describe Belén Mazzucco. La enfermera de 27 años sólo llegó a trabajar dos meses con él cuando llegó el Covid. Según cuentan sus compañeros, José María sufría de asma, sin embargo, nunca faltó a su trabajo en el sanatorio a pesar de encontrarse dentro de la población de riesgo. Si bien, como personal de salud, ya había recibido las dos dosis de la vacuna, el virus fue implacable con su organismo. “La última guardia que hizo estuvo conmigo y me comentaba que le dolía mucho la cabeza, que tenía como una alergia. A los días le salió el hisopado positivo y el 25 de mayo ya se fue a internar. A los cuatros días, le pusieron el respirador y a la semana le hicieron la traqueotomía. Me acuerdo que ese día lo he notado cabizbajo. No es que no le tenía miedo al virus, él tenía la posibilidad de pedir licencia porque era asmático, pero amaba mucho lo que hacía”.  

Cuando José María cayó enfermo sus propios compañeros se convirtieron en sus cuidadores. “Nosotros le hablábamos todo el tiempo, le poníamos música, los enganchados de cuartetos que le gustaban… Pensábamos que iba a salir, pero Dios no quiso y pasó lo que tuvo que pasar. Este es un golpe bajo para nosotros los compañeros. Esta es una enfermedad que no discrimina a nadie. Ahora la tomamos con más respeto del que ya le teníamos. Al virus lo vemos todos los días y esta vez nos tocó a nosotros”, comenta Abel quien aprovecha para mandarle las condolencias a la familia de parte de todos sus compañeros de trabajo. “Hay miedo porque uno arriesga todo y no sabés si volvés o no a tu casa o si llevás el virus a tu casa. Con esto, el miedo ahora se acrecentó más en nosotros”, reflexiona Belén. 
 
El cumbiero nostálgico 
 
Hacía más de cinco años que José María compartía escenario con uno de los mayores íconos de la cumbia tucumana: Don Carlos. Había aprendido a tocar el bajo a los 18 años gracias a las enseñanzas de otro de los grandes maestros que el género tuvo en estos lares: Miguel Ángel Vielmetti. “Me he dado el gusto de tocar con los más grandes”, decía en una nota que le brindó a este diario en la que recordaba la edad dorada de nuestra cumbia. “Esa era una cumbia aguerrida, para tocar a la par de esos viejos había que transpirar la camiseta. El músico tucumano siempre ha tocado en vivo, no con secuencia, eso nos distingue: el músico tucumano transpira la camiseta”, definía entonces. 

Junto al maestro Don Carlos.

El enfermero de la cumbia se definía como medio melancólico y medio bohemio. Su papá y su mamá fallecieron muy temprano, cuando él era apenas un adolescente, y eso lo obligó a criarse prácticamente solo: “Uno siempre añora esos momentos donde fue feliz, cuando te llevaban a la escuela y te peinaban con limón, por ejemplo. Creo que eso me lleva a volver al pasado, por esa juventud dura que tuve, de hacerme solo”. Ese espíritu nostalgioso lo impulsó a crear uno de los grupos más populares de Facebook en la provincia: Tucumán Antiguo. En el grupo se comparten imágenes del pasado de la provincia y de sus protagonistas: una jornada a pleno sol navegando en los botes del lago del Parque 9 de Julio, el día que el tren pasó de largo en la estación, las carreras en el autódromo, el Loco Vera, los relojes Casio con calculadora, los juguitos Cootam y mucho más. Esa historia gloriosa de acá de la que el propio José María Sinhg con su carisma y su sonrisa ya forma parte.