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José María, enfermero y bajista de las leyendas de la cumbia tucumana

Historias de acá

José María Sinhg tocó junto a Miguel Ángel Vielmetti en los noventa y ahora es parte de la banda del maestro Don Carlos. Su bajo forma parte de los años dorados de la movida tropical: “Para tocar a la par de esos viejos había que transpirar la camiseta”.

Vielmetti y su combo en La Tanguería de César, año 1990.





Esta noche cuando termine su turno en el Sanatorio del Norte donde trabaja como enfermero, José María Sinhg volverá a su casa en La Florida y se cambiará el ambo celeste por el pulcro traje negro. Después de todo, si hay algo que la vieja escuela de la cumbia conserva es ese formalismo que ha sido un sello distintivo de los más grandes del rubro. Y entre los grandes, el nombre de quien tendrá que secundar arriba del escenario, bajo en mano, tiene todo el peso de la leyenda. Aún cuando su nombre artístico suene a nombre convencional, acaso de almacenero o verdulero de barrio, en Tucumán, si alguien dice Don Carlos, hay que sacarse el sombrero y lustrarse los zapatos para el baile. Del quirófano a la cumbia y de la cumbia al quirófano ha sido la carrera de José María, el bajista de los próceres de la movida tropical tucumana.

Hace cinco años que forma parte de la banda de Don Carlos, uno de los íconos de la movida tropical tucumana. Pero sus inicios fueron al lado de otro de los grandes pioneros del género, nuestro Miguel Ángel de la cumbia: Vielmetti, el mentor de Vielmetti y su combo. “Me he dado el gusto de tocar y grabar con los más grandes”, dice sin soberbia, pero con orgullo José María. Arrancó en la banda en 1989 con apenas 18 años y fue el propio Miguel Ángel Vielmetti quien le enseñó a tocar el bajo porque su instrumento hasta entonces había sido la guitarra: “Para mí fue un maestro, todo lo que aprendí me lo enseñó él”. Todavía se acuerda de los ensayos de la banda en el fondo de su casa de Italia 1725, en el barrio El Bosque y de algún incidente, aunque menor, con los vecinos del lugar: “Ahí metíamos bulla. Cuando se embolaban los vecinos nos tiraban piedras al techo”. 

Vielmetti era el tecladista, compositor, creador y director de la orquesta que conformaban doce personas entre músicos y plomos. A comienzos de los noventa, la banda sonaba fuerte y era protagonista de la escena local. La rompían en los bailes que se hacían en Brujas, El Coliseo San José, Club Social Lastenia, club San Antonio de Ranchillos, Julio López, Fredymar, La tanguería de César (donde ahora es Qué Época!), entre otras. “Besos de fuego”, “Cumbia algarrobera”, “Tren a las nubes”, “Negra caliente”, “Vago dejá de manguear”, “Detengan a la gorda”, eran algunas de las canciones que más reclamaba el público. Frente a la plaza Independencia, el bar Los Dos Gordos era el punto de reunión de esos precursores de la movida: Vielmetti, Don Carlos y el maestro Avelino eran protagonistas infaltables de aquellas zapadas donde muchos vieron por primera vez a una morocha pulposa que entonces era conocida como Gladys Nelly del Carmen Jiménez y después se convertiría en Gladys, La Bomba Tucumana. 

Vielmetti y su combo en Julio López.

Eran tiempos en que la cumbia empezaba a eclosionar en Buenos Aires como un fenómeno popular y los principales referentes tucumanos en el género se iban hasta allá a probar suerte. Para Vielmetti, esa no fue una experiencia demasiado grata. El productor porteño que los llevó les había prometido tocar en ocho bailes, pero fueron sólo tres y la banda no llegó ni a cubrir los gastos del viaje. A José María Sinhg no se le borra el recuerdo de aquella gira fallida: “Andábamos comiendo mortadela en el obelisco. Me acuerdo que pasamos hambre, frío y tuvimos que dormir en el colectivo”. El joven bajista ya había participado del disco “Besos de fuego” y había grabado en 1992 durante seis meses en Estudios del Jardín un disco doble, con doce temas cada uno. Sin embargo, ese material nunca llegó a las disquerías y se conservan sólo algunos viejos cassettes. Para entonces el combo ya había entrado en la fase descendente de su carrera: “En esa época Don Carlos y Avelino andaban muy bien y él había quedado relegado. En el 95 me retiré de la banda, en ese tiempo me casé y las prioridades ya fueron otras, no me daba el tiempo para salir a tocar”. 

La tapa del cassette inédito que nunca se comercializó.

José María recuerda a Vielmetti como un músico virtuoso: “Él era zurdo, pero tocaba con la derecha y cuando se cansaba le metía con la izquierda”. Más allá de su figura artística, rescata su dimensión humana: “Era un señorito con todas las letras; una persona excelente. Una vez fuimos a tocar un baile, llegamos a hacer un tema, se cortó la luz y no pudimos tocar más. Él igual nos pagó. Siempre me decía: usted pisa el escenario y gana su platita. Al último andaba mal económicamente y quería vender su auto para pagarnos a nosotros por la grabación, pero no se lo hemos aceptado”. Postales de aquella edad dorada de la cumbia tucumana que se fue desdibujando conforme avanzó la década del noventa. Vielmetti falleció por aquellos años producto de una cirrosis, pero su legado musical quedó por siempre vivo. 

Para el enfermero y bajista de 48 años, en las provincias fueron los músicos cordobeses los que tomaron la posta de la movida tropical y los tucumanos, salvo algunas honrosas excepciones, quedaron relegados, como estancados en aquellos años que marcaron el zenit del género en la provincia: “El músico tucumano se ha quedado, muchos no han hecho por modernizarse. Hoy los cordobeses te llevan 30 años por la tecnología. Ellos han traído cosas más modernas, instrumentos electrónicos. Todo eso lo ha cagado al músico tucumano que se ha quedado en el tiempo y sigue tocando con los teclados Casio del año 80 y eso ya no va”. Sin embargo, también rescata la impronta musical de aquella vieja escuela y su marca distintiva en todos los escenarios: “Esa era una cumbia aguerrida, para tocar a la par de esos viejos había que transpirar la camiseta. El músico tucumano siempre ha tocado en vivo, no con secuencia, eso nos distingue: el músico tucumano transpira la camiseta”. 


A José María los caminos de la vida lo alejaron de la música. Para entonces ya se había recibido de enfermero y comenzaría con su carrera profesional, pero esos mismos caminos terminarían, otra vez, cruzándose con los de la cumbia.  Formó su propia banda de cuarteto “La buena” en 2005 y se mantuvo tocando con esa formación hasta 2015. Pero la vida y la cumbia le permitirían darse otra vez el lujo de tocar al lado de uno de los más grandes: Don Carlos. Y cuando hablamos de grandeza, hablamos de su dimensión artística porque su edad es todo un misterio. Ni su bajista de confianza lo sabe: “Sabés que no te quiere decir… por más que le preguntés no dice cuántos años tiene”. Y aunque muchos especulan que el número puede rondar los noventa pirulos, arriba del escenario sigue con la vigencia y vitalidad de siempre: “Mirá, el último día de la madre hemos hecho cinco shows. Le debe meter Red Bull… Viagra… no sé”, dice José María entre risas. Todo parece indicar que nuestra movida tropical goza de muy buena salud, así lo confirma el enfermero de la cumbia. 

Vielmetti y su banda: