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"Él soy yo": la carta del tucumano a la catamarqueña fanática de Los Manseros

HISTORIAS DE ACÁ

Tercera entrega de una increíble historia de amor sin fronteras entre un tucumano y una catamarqueña. Él se enamoró al encontrarla en un video de YouTube. Ella apareció. ¿Cómo sigue?

Él la mira. Ella canta.





La semana pasada publicamos la historia de un tucumano que escuchó "Eterno amor", de Los Manseros, en la peatonal y se conmovió a tal punto que buscó el video y pasó lo impensado: se enamoró de una mujer que estaba en el público del festival de Jesús María. La nota llegó a la protagonista, quien vive en Catamarca y habló de sus sentimientos. Así, él supo quién era y ahora le escribe. ¿Cómo seguirá esta historia?

Hola, Pilar:

Cuando caminaba por la peatonal Mendoza (en el corazón del centro de Tucumán), escuché: “Despierta ya, mujer… Así yo puedo ver… La mirada de tu alma tan profunda”. Esa primera estrofa no sólo abre la canción de Los Manseros que motiva esta carta sino la de un mundo tan fascinante como impensado. Vos en Catamarca, yo en Tucumán, ¿nos conoceremos en persona algún día? Vos sos vos, él soy yo.


Ese mundo del que te hablo es el que empezó a latir con el rasguido de una guitarra tucumana cerca del Mercado del Norte, una melodía que me acompañó todo el camino hasta que llegué a un televisor, busqué en YouTube la canción con la parte de la letra, no sabía que se llamaba Eterno amor (entonces lo supe) y sonreí por primera vez.


Tres opciones aparecen cuando buscás el video: la versión del disco subida hace nueve años, un recital de hace siete años y otro recital más reciente, con luces lilas y magentas sobre el escenario proyectándose en los rostros del público de Jesús María, Córdoba. Ahí, entre toda la marea, estabas vos.


La transmisión de la TV Pública indica que faltaban diez minutos para las dos de la mañana cuando el director te vio: vos cantabas desde el principio la canción con una emoción que, luego me contarías, aprendiste de los festivales a los que te llevaba tu padre desde niña y letras que supiste a través de la zamba de cuna que te cantaba para hacerte dormir.


Nunca imaginé saber todo lo que se esconde detrás de siete segundos en el rostro emocionado e iluminado de una mujer que le canta al cantante, que lo señala al cantante, que le canta a la noche, al folklore, a Santiago, a Catamarca, a Salta, a Jujuy y ahora también a un tucumano que te vio por vez primera.


La segunda vez que te vi pasó después de una estrofa más de la canción que Onofre compuso para el amor de su vida. El director de la transmisión también quedó conmovido con tu sentimiento y en ese momento fue cuando apareciste en las pantallas gigantes del festival, cuando te codeó tu hija, te avisó que eras vos, y vos viste la cámara, y nos sonreíste a todos los que te estábamos mirando hasta que te cayó una lágrima surcándote el rostro, una lágrima que te secaste con la palma abierta de la mano.


Son imágenes que vuelven a mí, que comparto con mis amigos, con mi mamá, con mi tío, a quienes siempre les digo: “Mirá esa chica cómo canta la canción de Los Manseros, mirá cómo lo siente”. Ahora sé que te llamás Pilar, que vivís cerca de Tucumán, que hay una pandemia que nos separa por un tiempo pero que ya terminará, y quién te dice, en una de esas, podemos escuchar a Los Manseros juntos, con empanadas bajo el sol tucumano o catamarqueño, tuyo, mío, del norte, nuestro.