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Cómo vive un taxista tucumano la cuarentena sin salir a la calle

HISTORIAS DE ACÁ

Luis Alberto Rojas tiene 60 años y desde hace una semana dejó su parada de Muñecas y San Juan. Con su familia en Las Talitas, relata cómo se cumple el aislamiento social, qué pasa afuera con los vecinos y en los almacenes con los precios: "Ya se abusan".

Luis Alberto Rojas, 30 años en las calles tucumanas hasta el jueves pasado.





Luis Alberto Rojas trabajaba durante la década del 70 en la droguería Cofaral. Un día falleció el dueño y tanto él como sus compañeros quedaron en la calle: “Después de un par de intentos empecé con el taxi. Hace 30 años soy taxista. Desde el primer día mi parada es la Muñecas y San Juan. Todos los días de mi vida trabajé 13 horas arriba del auto. Hasta hace una semana”.


El termómetro de Luis es la calle: le cuenta a el tucumano que cuando descansa enciende la tele que tiene en su pieza y mira canal 8 o canal 10. Es más: puede pedirle prestado el diario de papel a sus compañeros de parada o chequear las noticias en el celular si nadie se sube al Corsa que maneja. A Luis le pueden contar cómo son las cosas.


Pero con 60 años y la mitad de la vida al volante es él quien conoce la calle como pocos. Y lo que está pasando actualmente en Tucumán, el país y al mundo es un escenario que ya había empezado a olfatear. Lo comentaba con los compañeros mientras estiraba las piernas o paraba al mediodía para comer un sánguche de milanesa en El Provincial en la Roca entre Buenos Aires y Chacabuco, o en el puesto de un chango en la Alem y Florida: “Yo arrancaba a las ocho de la mañana, comía rápido al mediodía y recién volvía a mi casa a las nueve de la noche. Así fue siempre. Pero ya se veía venir lo que ahora pasa”.


Desde hace un tiempo Tucumán tiene una postal habitual: largas filas de taxis en las paradas estratégicas. A los autos quietos a la espera de un cliente se suman los que eligen salir a andar con la bandera libre hasta que un pasajero le haga señas, chifle o grite: “¡Taxi!”. Pese a la crisis, por confianza, clientela propia, y muchas horas de trabajo, Luis nunca dejó de trabajar bien: “Un buen día de trabajo hacía 2 mil pesos. Pero ya desde la semana pasada empecé a hacer mil nada más. Como el 35% es para mí, sólo me quedaban 350 pesos en el bolsillo. Con comer y un paquete de cigarros me quedaban 100 pesos por día. Nada”.


Un par de días antes de que el presidente Alberto Fernández decretó la cuarentena obligatoria para todo el territorio nacional, Luis llegó a hacer solamente dos viajes en toda una mañana. La situación era insostenible y llegó el llamado: “Directamente mi patrón nos dijo que dejáramos el auto, que no íbamos a trabajar hasta el 31 de marzo. Así que aquí estoy guardado hace una semana. No salgo desde el jueves y estoy luchando como todos para cuidarnos del coronavirus”.  


Más de 5 mil taxis circulan en días normales por San Miguel de Tucumán. “Ninguno de los changos está en la calle. En 30 años nunca he vivido esta situación: es la primera vez que la estoy pasando. Yo vivo en Las Talitas y aquí no anda nadie en la calle. Están todos en la casa. No se ve gente. Salen a hacer las compras básicas como el pan, y se guardan. A la tarde ya no queda nadie: está todo desolado”, asegura Luis, y responde a la pregunta: ¿cómo vive? ¿Qué hace?  


“Mi patrón me ha invitado a comer el martes pasado. Me ha dado una manito, unos pesos para que tire. Aquí en mi casa hacemos una vaquita con mi hijo: yo como bistec de hígado con papa y huevo, él está almorzando guiso de arroz con alita de pollo. Nos ingeniamos. Pero en los almacenes y las verdulerías ya se abusan: un kilo de papa de 20 pesos pasó a 80, la bandeja de huevos está a 250 pesos. Están más caros los huevos que la gallina. Con la limpieza pasa lo mismo: compré un litro de lavandina y un cuarto de detergente y me cobraron 100 mangos. Hay que estirar el billete para que dure”.


Luis Alberto Rojas vive con su hijo, su nuera y dos nietos de 5 y 2 años: “Ellos no saben lo que pasa. Para ellos todo es jugar, ver la tele o agarrar el celular. Por suerte tengo una casa linda. Pero estoy atao. Me siento en la galería, tomo mate. Tendría que componerse pronto la situación. Yo creo que si seguimos así vamos a volver a la normalidad dentro de poco. Lo que más extraño es andar en la calle, trabajar, ir a la cancha a ver a Atlético, las cosas lindas. Esto es un encierro. Estoy de acuerdo con lo que dice el Presidente: hay que quedarse en la casa. Pero es difícil para los que vivimos al día. Ojalá pase pronto”, cierra Luis, quien ya se puso a averiguar en la Anses si puede recibir los 10 mil pesos que se destinará por única vez a monotributistas y trabajadores informales. “Ojalá que una vez me toque. Son más que necesarios. Lucky venga, seguro que va a venir bien”.