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La despedida de Esteban Cerioni: entre el elogio del rock y la indiferencia oficial

El adiós a un prócer

Referentes de la movida rockera tucumana destacaron la obra del bajista que falleció semanas atrás mientras daba un show y apuntaron contra la falta de reconocimiento a los artistas de parte del ente cultural.

Cerioni y su bajo. Foto tomada de su Facebook.





Cuando Esteban Cerioni llegó ese domingo por la noche al pub de Catamarca al 300 donde iba a tocar, los que se encontraban ahí preparando todo para el show lo notaron decaído. Aunque él insistió que sólo se trataba de cansancio, decidieron llamar al servicio de emergencia. El médico que lo revisó le dio dos opciones: o se iba a su casa a hacer reposo o lo internaban. Sin embargo, Esteban decidió quedarse un rato más, tomar un té y escuchar la presentación de los otros músicos. “¿Qué me voy a morir acá?”, le preguntó en tono jocoso a un colega y siguió mirando el show hasta que insistió para subir a tocar con la banda “Té para tres”, la canción donde Gustavo Cerati relata poéticamente el encuentro familiar en el cual su padre se enteró que padecía cáncer y se encontraba muy grave. A mitad del tema, Esteban despegó sus dedos de las cuerdas del bajo y llegó a tenderle la mano al músico Chechi Bazzano. Luego, se desplomó arriba del escenario. Sería un lugar común, demasiado común, decir que un auténtico prócer del rock local como él murió en su ley. Lo concreto es que no hay lugar más común que la muerte. Lo que nos queda es el legado imperecedero de su arte y el recuerdo vivo de sus colegas.  

Esteban tenía 63 años y cargaba sobre sus hombros parte de la prehistoria del rock tucumano del que puede considerarse uno de sus principales pioneros. Cuando la movida todavía estaba en pañales acá, Cerioni junto a Juan Escalante en batería y Luis Albornoz en guitarra, formaron en 1977 Redd y un año después grabaron el que sería el primer álbum de rock en la provincia, el vinilo “Tristes Noticias del Imperio”. El disco fue grabado en Buenos Aires y tuvo como sonidista a “El portugués” Da Silva quien entonces era sonidista de Astor Piazzolla.


Algunos rockeros de la vieja escuela recuerdan todavía el primer show de la banda el 10 de junio de 1977 en Club Caja Popular como teloneros de Luis Alberto Spinetta. Una noche lamentable para el prócer del rock nacional que había tenido que lidiar con problemas de sonido durante todo su show. Las más de 5000 personas que habían colmado el club se lo reclamaron: “Flaco, tocá algo polenta como Redd" a lo que Luis Alberto, con el genio que lo caracterizaba respondió: "La próxima vez que venga voy a traer un grupo que se va a llamar El Yunque”. Lo que quedó grabado en la memoria del público esa noche fue el sonido potente de esa banda tucumana que había llegado para romperla.

Eran los años más feroces de la última dictadura militar y el rock estaba muy lejos de ser un género popular en Tucumán, pero Redd no tardó recolectar grandes críticas entre los músicos y los medios porteños. En 1978, el diario Clarín le dedicó una nota central de dos páginas. Ese mismo año tocan en el teatro Santa María del Buen Ayre y la revista "Pelo", por entonces la publicación más emblemática de la movida, menciona ese show como el cuarto más importante en su Libro del Año. “El ambiente del rock era muy reducido en la provincia en esa época, pero teníamos muy buenas críticas, incluso afuera del país. Nunca vieron a Redd como una banda de rock nacional, nosotros sonábamos distinto porque lo nuestro era el rock progresivo. No seguíamos la moda”, recuerda Luis Albornoz, el guitarrista de la banda.

Con el tiempo, Redd se convirtió en una banda de culto. En 1996 su segundo disco "Cuentos del subsuelo" fue reeditado en Brasil. La banda, a la que se habían sumado "Pollo" Raffo en teclados y Oscar Imhoff en voz, se despidió el 7 de agosto de 1981 con un gran show en el estadio de Obras Sanitarias, en Buenos Aires. Hasta entonces, Redd había sido la banda de rock que había logrado trascender los límites de la escena local. Los integrantes volverían a reunirse recién en 2002 para una serie recitales.



Luis Albornoz, el único de los Redd que queda con vida, reconoce que todavía no le cae la ficha de la ausencia de Esteban. En todos estos años que siguieron a la separación definitiva de Redd habían permanecido unidos más por la amistad que por la música: “El gordo fue mi hermano. No era fácil para mí trabajar con él porque teníamos formas muy distintas de hacer música. A él le gustaba tocar lo que salga. Le gustaba más zapar y a mí me gusta componer”.

Otro Luis, Luis Adolfo Dorieux, el baterista de Los Peces Gordos, tampoco lo olvidará.  Se conocían desde que Esteban tenía 16 años y se juntaban a escuchar a escuchar música después de la escuela en su casa del barrio Kennedy. Cerioni tenía una gran coleccionista de discos y era una especie de erudito que sabía mucho de rock, recuerda Dorieux. Con él formaron su primera banda de rock progresivo en 1974, “La Piedra”. Por entonces, como ambos eran gordos, solían calificarlos a modo de broma como “la banda más pesada de Tucumán”, rememora entre risas nostálgicas ahora Luis: “Nunca ha sido reconocido en la provincia mientras vivía y se lo va a extrañar mucho porque era un maestro realmente”. Además de Redd y La Piedra, Cerioni formó parte de otras bandas como Trilogía, Mandrágora, Trigémino, Meridiano, Demolatino y Fitzcarraldo en Italia, donde vivió diez años.  A la hora de buscar una explicación a esa falta de reconocimiento, el músico apuntó contra el Ente Cultural: “En Cultura de la provincia no saben nada de música, nunca han hecho nada por el rock de acá”.

En ese punto todos los referentes del rock local parecen coincidir. Max Iván De Cristofaro, músico y actual representante de Los Peces Gordos, lo dice sin pelos en la lengua: “Se nos están muriendo tipos muy grosos que aportaron mucho a la escena local como Esteban y a la gente de cultura no le importa. A ellos no les interesa la música popular porque no es culta, prefieren gastar plata en traer bandas de afuera. Estamos perdiendo una generación maravillosa de artistas tucumanos, pero tenemos en el Ente a un tipo nefasto como Mauricio Guzmán. El Ente ni siquiera les paga el ataúd a los artistas”.  Por su parte, Luis Albornoz reconoció que los músicos tucumanos siempre apostaron a la autogestión porque no les queda otra: “Nosotros nunca hemos recibido apoyo. Desde que empezamos en 1969 hasta el día de hoy, todo lo hicimos solos”.

De Cristofaro estuvo presente la noche del domingo 17 de marzo, la noche en que Cerioni no pudo terminar su última canción. Recuerda que el bajista pasaba por un mal momento porque había perdido un par de meses atrás a su madre y tenía a padre internado. El músico estaba solo, por eso no quiso que lo llevaran los médicos que lo habían atendido. Cerioni tampoco se fue a su casa, prefirió quedarse en el pub, rodeado de música. “Si la muerte es eso, yo lo firmo. El tipo murió en la suya”, dice el representante.

Esteban subió esa noche al escenario y fue rock.