Argentina, "la raza superior"
El Washington Post nos presenta una especie de controversia fruto de la profunda ignorancia del primer mundo sobre el ser argentino: ¿Por qué en nuestra selección nacional no hay más jugadores negros? Para el argentino esta pregunta oscila entre el absurdo y la irrelevancia, puesto que nuestra identidad es clara (no de piel), aunque indefinible y de más está decir que no necesitamos muchos fundamentos para amar e identificarnos con nuestro país. Creo que una interrogante menos racista y más constructiva para los difíciles momentos sociales que atraviesa nuestra nación sería: ¿Qué es ser argentino?

Antes de responder la sustancia de la interrogante, creo que debemos diseccionar las cualidades que conforman el ser argentino. La más destacada a mi entender es que la identidad argentina es cualquier cosa menos ambigua. Aunque indefinible como dijimos anteriormente, es certero qué es argentino y qué no lo es y quién se siente como tal. Una característica de lo más existencialista o al menos romántica que se conjuga en el parafraseo de la célebre frase de René Descartes: “siento luego existo”.
Esta precisión que tenemos al sentir algo justamente impreciso como una emoción no es común en otros países, y hasta me arriesgo a afirmar que nuestra identidad nacional es la más fuerte al menos entre todos los países participantes del mundial. Esta superioridad en el sentir nuestra camiseta reside también en la representatividad de nuestros jugadores con nuestra gente. Si bien no tenemos "ejemplares" afro evidentes en la selección, no se puede descartar que el componente genético esté allí mezclado con el ADN criollo, europeo, aborigen, etc. La respuesta más simple a la interrogante planteada por el diario norteamericano la cortamos ahí diciendo, estamos mezclados y aquí la segregación, ya sea por motivos socioeconómicos o lo que fuere, no es un factor de peso, no al menos al nivel de Estados Unidos.
En ese sentido el Washington Post en vez de sugerir racismo y exterminio étnico en nuestro país y argumentarlo con hipótesis muy blandas sobre por qué no hay más presencia negra en nuestra país, debería mirar puertas adentro. Un país que exhibe altos niveles de nacionalismo mezclado de una endémica segregación racial herencia del esclavismo, que a su vez derivó en un guerra civil y en el sentir secesionista en muchos de sus estados, todo esto mezclado con una debilidad conceptual de identidad que se expresa para empezar desde su gentilicio. Ellos son americanos, cuando todo el continente lo es, norteamericanos cuando otros dos países también lo son, “estadonidenses” cuando su vecino del sur oficialmente se denomina Estados Unidos Mexicanos y así.
Vamos por más. Abonemos la fortaleza y naturaleza de la identidad argentina contrastando con otros competidores del mundial. Veamos, en vez de preguntarse por qué no hay más negros en nuestra selección, invertimos la pregunta en por qué hay negros en las selecciones no africanas. Antes, un pequeño disclaimer ya que se darán cuenta que todo el enfoque está impregnado hasta la médula de racismo de lo más anacrónico y un soberbio intento de la prensa del “primer mundo” de ser más papistas que el Papa a la hora de hacer poses a favor de la diversidad. A lo que ellos se refieren como “negros” —como si fuesen una cosa homogenea—, son gente afrodescendiente que provienen de colonias en las que “el primer mundo” cazaba sistemáticamente seres humanos para ser esclavizados y comercializados. Y ahí tienen el porqué de que hay afrodescendientes en selecciones no africanas. Se podrá argumentar que eso da testimonio de que en selecciones como la francesa, holandesa o alemana justamente son inclusivas por “integrar negros” a sus equipos de élite. Permítanme ser algo escéptico, la costumbre esclavista de estas naciones no desaparece de la noche a la mañana y pareciera que solo se utilizan las capacidades deportivas superiores de afrodescendientes para ganar ya que, ni remotamente esta “afrorepresentatividad” deportiva se ve reflejada en parlamentos y cargos políticos europeos. Tampoco hay que irse tan atrás para ver las malas mañas del primer mundo. Omitamos las guerras mundiales y todas sus brutalidades y hablemos de lo que pasó en la década de 1990 en las tierras de nuestro próximo contrincante, Croacia.
“Conoce a tu enemigo” dice el milenario proverbio de Sun Tzu, no nos viene mal intentar entender la identidad croata y por tanto las motivaciones y presiones de su jugadores para poder vencerlos en el campo de juego.
Empecemos. Algunos lectores habrán escuchado el término “balcanizar”, refiriendo a algo que se subdivide hasta el absurdo, cuestión que es muy real desde el punto de vista geopolítico en la región donde se encuentran insertos los croatas. Recordemos los primeros pasos de Lionel Messi en la selección en la goleada contra Serbia y Montenegro en el mundial de 2006; una rareza que encuentra explicación relacionada con el tópico de la identidad nacional. Precisamente antes de ese partido, Serbia y Montenegro, el nucleo de lo que fue Yugoslavia, se separa por un referéndum con un resultado escueto. Sus jugadores, desmoralizados por enfrentar otras división de su país, no tiene la moral para evitar la embestida argentina. Así se atomiza una vez más la ex Yugoslavia, el estado nación que alguna vez unió bajo una sola bandera a todos los pueblos eslavos occidentales sin importar la religión, entre ellos a los croatas. El desmembramiento de esta "patria grande" y su unidad territorial y cultural, sobre todo estando bajo un régimen socialista, más que un acontecimiento fortuito es una prueba más del verdadero talento que USA y la OTAN; dividir y conquistar, un oficio que implicó bombardear tierras europeas balcánicas en plena década de los 90. Un hábito que como verán más vivo que nunca que hoy se manifiesta en la tierra de los primos de los croatas, los eslavos orientales, que sufren hoy a guerra ruso-ucraniana, pero eso es harina de otro costal.

El punto aquí es que allí tienen a Croacia, una identidad muy definida, "los eslavos occidentales católicos", pero en su sentir debe estar el fantasma y ambiguedad de haber formado un país más grande e influyente junto con lo que es hoy Sebia, Montenegro, Bosnia y Herzegovina, Eslovenia y Macedonia del Norte. Le peor es que la blacanización no se detiene y se materializa en otro despojo a la unidad territoria Sebia, como es el caso de Kosovo; el problema aquí es claramente la identidad religiosa más que la étnica y que las líneas limítrofes artificiales impuestas por occidente dividen culturas y gente que obviamente se encuentra mezclada.
Bangladesh, una nación víctima de la división territoria arbitraria y hambrunas por parte de occidente. La nación islámica hermana de la India, también pertenecieron a la corona británica y aborrece este pasado colonial a tal punto que forjó una inusual pasión y fidelidad por la albiceleste por nuestra tradicion de rivalizar contra Inglaterra. Imagen de mediotiempo.com
A lo que quiero llegar es que Argentina, a diferencia de Croacia, no tiene una frase que nos defina, no se puede decir que somos "hispanodescendientes católicos australes mezclados con pueblos originarios, inmigrantes tardíos, afordescendientes minoritarios, bla bla". Chile por ejemplo puede encuadrarse en esa formulación y todos sabemos que son completamente distintos a nosostros. Para cerrar la interrogante anacrónica del Washigton Post, decimos, no importa si venimos de los barcos, la selva o los indios, sabemos quienes somos.
En fin, espero que todas estas historias de identidad nos hagan abrir los ojos contra la constante ofensiva antipatria que están tan de moda hoy. Somos una nación, una patria grande con gran potencial y, por sobre todo, gran sentido de pertenencia, eso no es poco. Es lo que justamente lo que explicaría nuestro relativo historial de éxito frente a otros países con más historia y de “primer mundo”. Esta fortaleza en identidad no solo rinde sus frutos en el fútbol, sino que es extensiva a otros deportes y muchas otras disciplinas, como es el campo de la ciencia, la cultura y el arte. Ciertamente nuestro “nivel de desarrollo” no condice con rankear tan alto en los podios internacionales. Algo está mal ahí y creo que es el virus cipayo con el que nos dividen para dividirnos y conquistarnos. Seamos más fuertes que eso y pase lo que pase con el mundial, siempre seremos campeones en el sentirnos argentinos.
Arturo Antonini
Analista político-financiero, promotor cultural y productor audiovisual.