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San Martín, Moreira y el gol de un triunfo que cambia todo

ANALISIS

El Santo gana hasta cuando juega mal, Rodrigo fue el gran protagonista de otro final de película y el equipo sigue firme y solo en lo más alto de las posiciones. La mano de Orsi y Gómez, el grito de Imbert y una ilusión cada vez más grande. VIDEO

El puntero pasó por Campana. Foto Prensa CASM Oficial.





El domingo pasado estaba todo dado para que se escribiera un final de película de los tantos que se han escrito en Ciudadela. El clima era el ideal: tiempo de descuento, arco de la Bolívar, diluvio universal, última pelota al área y gol de San Martín. Como el de Galeano a Dálmine. Pero eso no sucedió contra Almagro. No hubo gol agónico ni paraguas contra el alambrado y muchos hinchas volvieron a sus casas con los bolsillos llenos de agua, los billetes empapados, las medias listas para secar al horno y el sinsabor del empate.

Ese sinsabor, ese gusto rancio que queda en la boca, esa pequeña duda que queda instalada cuando no se puede ganar en Ciudadela, todo lo malo que pasó en el debut ante Almagro se hizo nubarrón este domingo durante 85 minutos: habían sucedido desconcentraciones defensivas ante Almagro y había faltado juego más allá de las condiciones del campo. Esos dos puntos negativos en medio del barro se potenciaron esta tarde en Campana donde San Martín mostró una versión desconocida: por momentos volvió a parecerse a aquel equipo ya lejano que caía ante Sarmiento en la derrota en Junín. 

El resultado contra Dálmine pintaba para ser el mismo de aquella vez contra Sarmiento: San Martín estaba haciendo todo lo posible para caer derrotado esta tarde ante un rival que salió metido desde el comienzo en los dos tiempos: sobre el final del primer tiempo, Dálmine se puso en ventaja. Y sobre el comienzo del segundo tiempo, Dálmine tuvo la posibilidad de liquidarlo con el arco libre, pero no lo hizo. Pero ni aún perdonado San Martín encontraba las armas para merodear el empate.

Ya en la pausa para tomar agua a los 25 minutos del primer tiempo se veía cómo Orsi agitaba su carpeta negra pidiéndole reacción a sus jugadores. Una reacción que no llegó durante el resto del primer tiempo y, con el agravante del gol, mereció dos de las decisiones más difíciles que debieron tomar Orsi y Gómez desde que dirigen a San Martín: sacaron a Mercier y sacaron a Gonzalo Rodríguez. Los propios técnicos explicaban luego del partido lo difícil de decisiones puramente tácticas mientras que Pichi declaraba que aunque se sentía bien para seguir aceptaba la decisión como cualquier mortal más.

Los cambios en sí no aportaron mucho hasta avanzado el segundo tiempo: Juan Imbert había ingresado en lugar de Mercier y tuvo una clara que sacó el arquero y no mucho más, mientras que Ramiro Costa (en lugar de Turbo) solo había tenido un cabezazo que terminaba en gol pero era anulado por un sutil empujón al defensor, un gol anulado por un árbitro que no le había cobrado un penal a favor de San Martín por mano en el área de un defensor local.

Pero cuando jugás mal ni ánimos de reclamos te quedan: San Martín perdía, Defensores de Belgrano quedaba a tres puntos y si Sarmiento ganaba quedaba solamente a una unidad (esta noche Sarmiento le ganó a Instituto y sigue a cuatro puntos) y encima venía el lunes 24 a Ciudadela respirándole la nuca al puntero en un escenario impensado a fines del año pasado con la primera ronda casi perfecta que realizó San Martín. Es decir: pese a los números sorprendentes de San Martín, el empate ante Almagro y una derrota con Dálmine achicaba al mínimo el margen de error de un equipo que se ha acostumbrado a verse primero y que sabe que la ilusión que ha generado en sus hinchas es tan grande como la camiseta que defiende.

Durante un momento, el panorama parecía complicarse. Hasta que los técnicos volvieron a meter un cambio ganador: el Monito Gómez entró los últimos 15 minutos y en dos jugadas hizo más que el partido intrascendente de Mosca y Castro. El ingreso de Gómez sacó del letargo a San Martín, mandó a Castro al otro carril, hasta hizo un lateral en ataque, y San Martín por fin aceleró en busca del empate mientras el local se dedicaba a esconder las pelotas. Y el que más se contagió del espíritu del segundo refuerzo de San Martín fue justamente el primer refuerzo de San Martín: Imbert guapeó, puso la cabeza, dejó a tres defensores en el camino y cruzó el remate para poner el empate.

Es el mismo Imbert que el domingo pasado había debutado en Ciudadela con su pasado por Atlético todavía en la espalda. Un pasado que ya había empezado a sacarse de encima cuando confesaba  su ilusión por jugar en San Martín y ascender a Primera. Un pasado que ya en cancha, contra Almagro, siguió sacándose de encima yendo al piso dos veces, poniendo el pie y ganando la pelota, embarrándose. Un pasado que continúa quitándose de encima cuando Imbert hizo el gol que hizo y gritó el gol como lo hizo. Esas cosas son las llenan el corazón de los que esperan ser conquistados, de los que quieren que les tapen la boca.

Y si hay dos que se encargaron de tapar la boca a muchos son Orsi y Gómez: lo han vuelto a hacer esta tarde con las decisiones que han tomado. Son cambios que cambian. Son cambios para ganar un partido que estaba perdidísimo. Son cambios y decisiones que dejan en paz a todos: es la personalidad de los conductores una de las razones más importantes que explican este presente triunfal más allá del juego. No es la primera vez que meten un volantazo: cambiaron al capitán, encontraron la defensa, potenciaron a Gonzalo Rodríguez y convirtieron a Pons en el goleador del campeonato.

Es tan dulce el momento de Pons que aún cuando no convierte sabe que una pelota le va a quedar: esa pelota baja de la cabeza de Amor, le llega al botín y con ese botín manda el centro para que aparezca ahora sí el protagonista del final feliz de esta película: lejos de Ciudadela, en Campana, sin lluvia, con sol, tiempo de descuento, 49 minutos, otra vez contra Dálmine, pero esta vez es Rodrigo Moreira, para darle de cabeza el triunfo, para callar por un momento las críticas, para gritarlo con alma, corazón y vida, para que salga corriendo a festejarlo, para que Pons explote, para que Amor caiga de rodillas, para que Orsi revolee la carpeta de los cambios por los aires, para que se fundan en un abrazo con Gómez, para que suene Walter Salinas en el vestuario, y para que después del cuarteto también el gol de Moreira suene con música épica. Claro que sí.