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Clarín recordó que la Ciudad Universitaria de San Javier iba a ser "la más grande de América Latina"

MAFIA UNT

La Revista Ñ reseñó el libro Ciudad, 1951 de María Lobo ambientado en la construcción del campus robado a la UNT. El diario porteño define a la Ciudad Universitaria de San Javier como "un proyecto peronista: americanista, con un espíritu de vanguardia".

La tercera parte de la residencia de varones, apenas uno de los edificios de la Ciudad Universitaria. (Foto: Clarín)





Una gavilla de ex rectores radicales le robó a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) la gran Ciudad Universitaria de San Javier cuya construcción está garantizada por la vigente Ley 14.771 de creación de Yacimientos Mineros Aguas de Dionisio. El rector Juan Alberto Cerisola firmó el acta que declaró "satisfecho" el derecho de la UNT a construir su campus con los fondos mineros de YMAD, acta que fuera promovida en el directorio de la empresa por los ex rectores Rodolfo Martín Campero y Mario Marigliano, ya fallecido, y le permitió a los radicales universitarios disponer de esos fondos, pero siendo los mismos de "libre disponibilidad". Este domingo, la Revista Ñ del diario Clarín reseñó el libro Ciudad, 1951 de María Lobo y subrayó que la Ciudad Universitaria de San Javier estaba destinada a ser "la más grande ciudad universitaria de América Latina, con el apoyo de Juan Domingo Perón".

"Cuando Tucumán soñaba en grande", se titula el artículo del periodista Emilio Jurado Naón donde reseña la novela de Lobo, ambientada en el inicio de las obras de la Ciudad Universitaria de San Javier. "Ciudad, 1951 se tensa entre, por un lado, el deseo de superar el mapa de las artes –y los lugares asignados a cada uno en esa correlación de fuerzas estéticas– y, por otro, el orgullo de la ciudad donde se proyectó y comenzó a construir la más grande ciudad universitaria de América Latina, con el apoyo de Juan Domingo Perón", dice Clarín.

Este lunes se reanudarán desde las 9:30 en el Tribunal Oral Federal las audiencias del sainete judicial tendiente al encubrimiento y la impunidad donde se enjuicia solamente al ex rector Cerisola y tres exfuncionarios de su Gabinete: allí no se investiga el delito de fondo, la falsificación de la construcción de la Ciudad Universitaria sino la "reducción de utilidades mineras", supuestos "sobreprecios" en las obras que se realizaron y que reemplazaron la Ciudad Universitaria y colocaciones financieras realizadas con el objetivo de resguardar esos fondos.

"El proyecto trunco –un proyecto peronista: americanista, con un espíritu de vanguardia que se debate entre el racionalismo y el organicismo– se convertirá en ruina moderna cuando se detengan las imágenes vívidas que vienen del futuro", reza el texto, donde se resalta especialmente que "en Ciudad, 1951, María Lobo consolida una definición nítida y orgánica de asuntos contemporáneos, y marca un hito en la novela argentina".

 

La reseña completa de la revista Ñ de Clarín de Ciudad, 1951:

Cuando Tucumán soñaba en grande

Nueva novela de María Lobo.

En Ciudad, 1951 discute el tiempo, la arquitectura, la formación universitaria, la vanguardia y su contrario, y lo “provinciano”.

Una idea sobre el adjetivo provinciano. Una idea sobre el tiempo. Una idea sobre la vanguardia y su contrario. Una idea sobre la conversación. Si Ciudad, 1951 de María Lobo puede leerse como novela de ideas es, en parte, porque la narración y sus personajes proponen y se posicionan –con contundencia o liviandad, según el caso– en relación a un puñado de asuntos cruciales, y también porque sus novelas encaran la ficción como espacio de disputa intelectual. No sólo lo que la novela dice sobre ciertos problemas, sino –y sobre todo– lo que la novela hace con ellos.

La ciudad caminada por una pareja de arquitectos amigos y amantes, Benita y Charles; una conversación que se ramifica, se interrumpe, vuelve sobre ciertos temas o deja frases sin terminar, según los caprichos propios de una charla íntima, pero también con la respiración entrecortada que impone el terreno en subida hacia el cerro; el paisaje vuelto sustantivo (“San Miguel era una ciudad de azoteas abundantes”), evasivo de toda exuberancia exotista y desconfiado de los clichés visuales –más devoto, en cambio, del tacto (la humedad del aire al entrar en la yunga) y el oído (pájaros, helicópteros y transporters). Dice Benita: “El arte serio manipula los materiales como si estuvieran vivos. La vanguardia no tiene ningún respeto por los materiales”.

La geopolítica de María Lobo no es romántica del territorio: no pretende defender ninguna enunciación minoritaria ni periférica de la literatura que escribe. Antes bien, querría sacarse de encima los gentilicios. El problema de Ítalo Calvino, como dice uno de los personajes al tratar de entender por qué la crítica era refractaria a sus primeras publicaciones, era ser italiano en vez de francés. Ciudad, 1951 se tensa entre, por un lado, el deseo de superar el mapa de las artes –y los lugares asignados a cada uno en esa correlación de fuerzas estéticas– y, por otro, el orgullo de la ciudad donde se proyectó y comenzó a construir la más grande ciudad universitaria de América Latina, con el apoyo de Juan Domingo Perón.

Como sus recientes San Miguel y El interior afuera, la nueva ficción de María Lobo es una novela de ideas que se teje en el relato amoroso. Y tiene, también, una fibra de ciencia ficción (más que nada alegórica): algunas personas recuerdan el futuro. No son muchas, pero dos de ellas se encuentran, en el lapso que dura su estancia en San Miguel para la construcción de la Ciudad Universitaria; Charles y Benita saben que después de ese año, 1951, ya nadie tendrá más recuerdos del futuro. El proyecto trunco –un proyecto peronista: americanista, con un espíritu de vanguardia que se debate entre el racionalismo y el organicismo– se convertirá en ruina moderna cuando se detengan las imágenes vívidas que vienen del futuro.

El espacio, en Ciudad, 1951 cobra sentido en tanto logre condensar y conservar la memoria de una experiencia: “Ella dijo que una ciudad podía destruirse aunque todos sus edificios se mantuvieran intactos al paso del tiempo. Bastaba con que las personas, en el futuro, llegaran a la montaña y se pararan frente a la estructura de hormigón y no supieran qué había sido aquel proyecto.”

Reconstruir –rediscutir– el sentido de las capitales de provincias, de los pueblos de provincias, de los países de América del sur y de los de Europa es la forma en que Lobo se hace un lugar en la literatura. Se hace un lugar discutiendo la idea de lugar. Una idea del espacio, del habla y del enemigo. Quizás no haga falta más que estas tres definiciones para escribir una novela realista. En Ciudad, 1951, María Lobo consolida una definición nítida y orgánica de asuntos contemporáneos, y marca un hito en la novela argentina.