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Proyecto Tapir: así luchan para reintroducir a los gigantes de las yungas en Tucumán

Día del Tapir

Desde hace más de 20 años un grupo de especialistas busca reintroducir estos animales que se consideran “arquitectos del paisaje” en Tucumán. Qué se sabe de esta especie y el trágico desenlace de la tapir Suyana.





Cada 27 de abril se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Tapir, fecha promovida en 2008 por la Tapir Specialist Group de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Hace más de 80 años que estos gigantes de las yungas no se encuentran en estado natural en Tucumán, pero en la reserva de Horco Molle funciona un proyecto que busca reintroducir esta especie fundamental para la diversidad de nuestro ecosistema. 

El Proyecto Tapir trabaja hace más de veinte años por la conservación del Tapirus terrestris o tapir de tierras bajas, que es el que se encuentra en la Argentina. Su objetivo es devolverlo a su hábitat natural. A fines 2022, el proyecto había dado un paso importante para que esta especie regresara al territorio de la provincia con la liberación de la tapir Suyana en el Parque Sierra de San Javier. Sin embargo, en abril del año pasado la tapir fue encontrada muerta y todavía no lograron establecer con certeza si fue víctima de un cazador furtivo de la zona. 

En el Proyecto Tapir están involucradas dos áreas protegidas: el Parque Sierra de San Javier y la Reserva Experimental de Horco Molle, ambas pertenecientes a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Además, participan más de 40 voluntarios estudiantes de toda la UNT e investigadores y técnicos de distintas facultades, como la de Ciencias Naturales, la de Ciencias Exactas y la de Veterinaria.

Se estima que solo hasta la década del ‘40 hubo tapires viviendo en libertad en Tucumán. Desde entonces, la especie se extinguió en toda la provincia como consecuencia de la caza ilegal y el avance de la frontera agrícola e inmobiliaria. A la destrucción de su hábitat, se suma la baja tasa de natalidad de los tapires, cuyas hembras tienen una gestación de 13 meses y dan a luz una sola cría. En la Argentina, esta especie se considera en peligro de extinción y se calcula que sufrió un 60 % de retracción en su área de distribución histórica, el NOA y el NEA.

El tapir es un animal solitario, de hábitos crepusculares y rutinarios. “Son algo parecidos a un caballo ―de hecho, sus parientes vivos más cercanos son el caballo y el rinoceronte― y muy tranquilos; si en alguna oportunidad alguien tiene el privilegio de encontrarse con un tapir, lo más probable es que el animal se vaya, lo evite o, si lo ha escuchado acercarse, ni siquiera se deje ver”, cuenta Ana Paula López, coordinadora del Área de Educación Ambiental de la Reserva Experimental de Horco Molle, en una nota publicada por Infobae

“Nosotros esperamos liberar tapires durante diez años, a una media de tres a cuatro ejemplares por año, hasta llegar a un número de no más de 50 animales. Como la Sierra de San Javier tiene hábitat para entre 70 y 100 tapires, creo que 50 es un buen número y el resto de los tapires serán nacidos en estado silvestre durante estos diez años”, afirma el biólogo Juan Pablo Juliá, quien inició el Proyecto Tapir.

Para la reserva, el tapir siempre ha sido una especie bandera, un estandarte de la conservación, una especie emblemática dentro de la colección de animales que tenemos aquí”, señala López, quien se incorporó al proyecto en 2009. El trabajo con esta especie comenzó entre 2000 y 2001, con el Primer Simposio Internacional de Tapires en Costa Rica en 2001, del que participó Juliá. En este evento se gestó la idea de trabajar con los tapires en la provincia de Tucumán y comenzó el intercambio con otras instituciones, como el Bioparque Temaikén, en la provincia de Buenos Aires, hasta que la Reserva pudo desarrollar sus propios proyectos de conservación.

“Íbamos a lanzar justo en 2020 el proyecto de reintroducción, pero tuvimos que parar un poco por la pandemia y ahora que ya nos recuperamos nos lanzamos de lleno, pero asociados a un montón de otros institutos de la universidad y de la provincia para darle tanto marco legal como técnico”, relata Juliá. A los grupos universitarios mencionados, se suma la Dirección de Flora, Fauna Silvestre y Suelos de la provincia, además de fondos privados que colaboraron con apoyo financiero.

Los tapires son esenciales para la conservación de los ecosistemas de los que forman parte, son dispersores de semillas y, además, modelan la estructura de su hábitat. A los animales que cumplen este último rol se los suele llamar “arquitectos del paisaje”.

 

Cómo diseñan el bosque los tapires

“Hay algunas especies animales que tienen una influencia desproporcionada en los ecosistemas, en el sentido de que los ecosistemas se reconfiguran y adquieren su estado, digamos, natural en presencia de estos arquitectos. Sin esas especies, el ecosistema cambia hacia otro estado y con esas especies presentes tiene determinadas características”, explica Juliá. Las especies arquitectas, en general, son megahervíboras, como los tapires, o grandes depredadores que regulan las poblaciones de los animales de los que se alimentan.

Hasta hace ciento cincuenta o doscientos años, la distribución de este gran mamífero incluía Formosa, Chaco, Misiones; el este de Jujuy, Salta y Tucumán; el norte de Santiago del Estero, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos. Hoy la especie está extinta en algunas de estas provincias y en alto riesgo de desaparición en otras.

“Es una especie que sufre mucho ante el avance de las actividades humanas y lleva mucho tiempo recuperar individuos una vez que se han perdido”, expresa López. Por su escasez desde hace tanto tiempo, el rol de los tapires como arquitectos es, aún, una hipótesis que debe ser confirmada.

Proyecto Tapir trabaja a largo plazo, las sueltas de animales se planifican a lo largo de una década y la hipótesis de los tapires como arquitectos del paisaje podrá ser evaluada a medida que transcurra el tiempo. “Pensamos que los tapires van a ayudar a generar unas condiciones diferentes a las actuales en la Sierra de San Javier y que esas condiciones podrían generar o ayudar a que haya mayor diversidad florística y faunística dentro de la sierra”, pronostica el director de la Reserva.

“Los tapires se proponen como arquitectos del paisaje por el ramoneo ―la alimentación con hojas, brotes y frutos de plantas que crecen en altura― que hacen de árboles en crecimiento, lo cual altera la forma en que crecen esos árboles y la estructura del bosque: genera un bosque más complejo, con más nichos o espacios para la fauna. Además, son dispersores de semillas de los frutos de muchas especies de árboles que comen y con eso también ayudan a darle forma a la composición florística de los lugares donde viven”, explica Juliá.

El equipo de trabajo de la reserva está dividido en diferentes áreas. La de veterinaria se encarga del saneamiento de los animales y de asegurarse que se liberarán tapires sanos. La de zoología se encargará del monitoreo y seguimiento de los animales cuando sean liberados. La de educación ambiental es crucial para involucrar a toda la sociedad en el Proyecto Tapir.

“Hemos trabajado mucho sobre esa cuestión: la difusión, la educación y la apropiación del proyecto por parte de la sociedad. Eso ha sido muy difícil, nos ha llevado mucho tiempo”, subraya Juliá. Además de difundir en la sociedad la importancia de la conservación, el proyecto desarrolla investigación y planea tesis de grado y de doctorado sobre el seguimiento de los tapires.

El director de la reserva concluye optimista: “La humanidad toda ha destruido buena parte de los ecosistemas naturales, pero este ha sido llamado el siglo de la restauración porque hemos pasado de una estrategia de preservación a una que busca restaurar áreas degradadas por la acción del hombre y recuperar especies adonde habían desaparecido. No estamos luchando contra el desarrollo sino buscando nuevas alternativas de desarrollo que compatibilicen la naturaleza con los intereses humanos y eso es lo que creemos que estamos haciendo”.