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La primera infectada con La Gaceta: "Están ocultando información"

Coronavirus en Tucumán

Carolina Lezon acusó al sistema público de Salud de ocultar la enfermedad de su marido, internado en gravísimo estado. "Llamé al 0800 muchas veces. No me atendía nadie".

Carolina Lezon Gottling y su marido Ricardo Laudani, a la derecha de la foto junto a directivos del diario La Gaceta, en una reciente cena social. (Foto: Fundación Federalismo y Libertad)





Tiene 46 años y vive en uno de los countries más tradicionales de Yerba Buena. Dos hijos y su esposo un hombre clave en una de las citrícolas más importantes de Tucumán. Una mujer afortunada que se convirtió en la primera infectada por Coronavirus de Tucumán por compartir un avión repleto de pasajeros que "era un concierto de toses y estornudos" proveniente de España en un viaje destino a Buenos Aires que duró ni más ni menos que 12 horas y media. Tiempo suficiente y un ambiente ideal para contraer el temido COVID-19.


Carolina Lezon no para de enviar plegarias al cielo desde el 12 de marzo cuando su esposo, el empresario Ricardo Laudani (50), cayó internado por una brutal neumonía que hoy lo encuentra en estado grave pero estable. También llora.

Carolina y su familia pasaron casi un mes recorriendo las principales ciudades de Europa y también de África. Salieron de Argentina el 14 de febrero, mismo día en que la primera persona diagnosticada por Coronavirus en Francia –un turista chino- perdiera la batalla contra la enfermedad. Tres días antes, el 11, el virus había sido bautizado como COVID-19. A esa altura, más de 1.500 personas habían muerto y el virus era noticia mundial.

“No teníamos cómo saberlo”, le dijo -sin embargo- Lezon a la periodista Soledad Nucci, de La Gaceta, acerca de sus días en Europa, donde describe nadie sabía nada sobre la patología que hoy es pandemia.

El 7 de marzo, la familia Laudini emprendió el regreso. Ninguno se sentía mal ni distinto a antes de salir de vacaciones. Abordaron el avión que los llevaría primero a Buenos Aires y una vez dentro el panorama los inquietó: “¿Y si nos pillamos el Coronavirus?”, preguntó Carolina a Ricardo. Él no dio crédito al concierto de toses y estornudos y siguieron adelante con el regreso.

La paciente cero de COVID-19 de Tucumán no brindó mayores detalles al diario centenario sobre cómo fue aquel vuelo en el que, se presume, contrajo el virus. Quien sí lo hizo es su hijo, que esta semana concedió una entrevista exclusiva al periodista tucumano Roque Galeano, en la que reveló que en el avión sólo debieron rellenar unos papeles y que, al aterrizar en el aeropuerto de Ezeiza no les hicieron ningún control. "El viaje fue tranquilo, unas 12 horas y media. Llegamos a Buenos Aires, teniendo esos papeles y no nos hicieron ningún control. Hacemos migraciones tranquilamente, buscamos valijas y recién cuando salimos de buscarlas, en la Terminal A, había una chica que me imagino es de la salud pública, que nos pide la documentación que se nos dio en el avión. Se la entregamos y partimos a Tucumán”, contó el hijo de la infectada.

La familia toca suelo argentino el mismo día en que el presidente Alberto Fernández dispone la cuarentena obligatoria para todos los ciudadanos que regresen al país desde zonas de riesgo, el domingo 8 de marzo a la madrugada. Abordan con total normalidad el vuelo de las 7 de la mañana a Tucumán y al aterrizar buscaron las maletas y –según el relato del hijo- tomaron un taxi. A las 10-10:30 ya estaban de vuelta en su hogar de Las Yungas. Ninguno presentaba síntomas en ese momento.

El lunes y martes siguientes, según cuenta Lezon, tanto ella como su esposo mantienen teleconferencias vía Skype con sus colegas de trabajo. Lo que no dice Lezon es qué ocurrió el resto de ese domingo, cuestión que fue materia de polémica en las redes sociales, en donde aseguran que la familia había circulado libremente por diversos puntos de Yerba Buena y la Capital. Su hijo, en cambio, recuerda con algo más de detalle ese primer día en territorio tucumano: “Mucha gente dice que salimos por todos lados. No, es falso. La única vez que salimos fue ese mismo día para comprar cosas porque sabíamos que el Gobierno nos pedía la cuarentena de 14 días. Ese día compramos una gran cantidad de provisiones y nos quedamos en nuestra casa. Mi papá trabajando, mi mamá también y yo con mis hermanos”.

El jueves 12, cuatro días después del regreso, comenzó la pesadilla para los Laudani. Ricardo tenía 39° de fiebre y Carolina llamaba insistentemente al 0800 dispuesto por el Ministerio de Salud para reportar casos febriles. Sin embargo, no hubo respuesta: "Llamé al 0800 muchas veces. No me atendía nadie. Llamé a todo el mundo hasta que conseguí una ambulancia”, aseguró Carolina. El mismo escenario fue descripto por su hijo un día atrás. “Mi mamá empezó a llamar al 0800 y nadie le respondía, así que empezó a llamar a todos los servicios posibles para que vengan y nos ayuden hasta que acudió el Siprosa y su ambulancia unas horas después de todo esto”, recordó el joven.

Al activarse el protocolo por Coronavirus, tanto a ella como a él les realizan hisopados para estudiar la presencia de algún tipo de influenza y descartarlas. Si lo que obtienen los profesionales médicos es negativo, entonces las muestras son enviadas al Instituto Malbrán de Buenos Aires para determinar la presencia de COVID-19. Ricardo da positivo en Gripe H1N1 y ella negativo en todas las patologías analizadas por el sistema público local. A él se le receta Tamiflú y los envían de vuelta a su hogar.

Al día siguiente, el 13 de marzo, el esposo de Carolina rechaza el medicamento. Pese a sus reiterados intentos por ingerir la pastilla, el vómito le impide en todo momento cumplir con el tratamiento. Llaman nuevamente a una ambulancia. Fue a la medianoche. La asistencia llegó alrededor de las 3 a.m. para ser derivados al Centro de Salud. “Nos atendieron en una sala de guardia, a pesar de mis pedidos de que nos recibieran en el tercer piso. Le hicieron placas radiográficas. Me dijeron que estaba todo bien. Y nos mandaron a casa”, le cuenta Lezon al diario, quien ese mismo día a las 6 de la madrugada comienza a manifestar un cuadro de fiebre. Al llegar a su casa sólo pudo dormir. Antes, tomó un paracetamol. Recostada en la galería y antes de que caiga la noche, una llamada interrumpió el descanso de Carolina. Era su esposo desde la planta alta de su hogar. Al atender, del otro lado sólo hubo silencio. Subió corriendo y encontró a su marido completamente desvanecido y ardiendo. Desde entonces permanece internado en un sanatorio privado. Desde aquel momento es que ya no lo puede ver más.

Ricardo y Carolina. (Foto: La Gaceta)


“Si él pudiera escucharme, le diría que lo amo. Que quiero que vuelva. Que vuelva con nosotros”, llora Carolina ante la consulta de Nucci. Y revela que fue por su insistencia que el SiProSa le realiza una nueva muestra el lunes 16 de marzo, que luego fue enviada al Malbrán y fue devuelta el jueves siguiente con la leyenda que cambió su vida para siempre: “positivo”. Ese mismo día, le cambian la medicación a su marido por Kaletra, genérico que está siendo utilizado en pacientes diagnosticados con el COVID-19.

“Primero me dijeron que no tenía y después que sí. ¿Qué es esto?”, le recrimina Lezon al diario y todavía más ante la demora de los resultados del segundo hisopado que le practicaron a Ricardo. Carolina pausa por un momento su dolor para criticar duramente el accionar del sistema público provincial en el caso suyo y de su esposo: “Lloro todo el día. Rezo y lloro. Estoy con una neumonitis y casi no puedo levantarme de la cama. Pero desde aquí hago lo posible para que Ricardo salga adelante. ¡El Siprosa es una mafia! ¡Es todo mentira! ¡Es todo un verso! Están ocultando información. No hay ninguna duda de que mi marido se contagió. Si de algo me arrepiento, es de haber perdido tiempo con el sistema público”.