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"Nunca me mojé tanto": un orgasmo memorable en el Ovni

Historias de acá

En el Día Internacional del Orgasmo Femenino, la sex-conductora radial y drag queen Gloria Oh recuerda una de las veces que llegó al clímax. “El orgasmo es siempre del otro, es dedicado, como los goles”, dice la diva tucumana que repasa mitos y verdades del orgasmo.





Confiesa haberlos tenido en orgías, en el asiento de atrás de un auto y, sobretodo, por mano propia. Pero ese orgasmo, el primero al que llegó con el primero de sus novios, quedará guardado para siempre en las zonas más profundas de su exuberante ser. Gloria Oh, la mujer que supo provocar los calores corporales de miles en la pista del boliche La Boite, la que escandalizó a los más conservadores de la provincia con las nalgas al viento a bordo de una Harley, la misma que ahora nos ilumina con sus conocimientos sobre sexo desde su columna en Radio Fish, recuerda aquella experiencia hoy que se conmemora el Día Internacional del Orgasmo Femenino. Ella 25 y él 37. Una noche de jueves y un auto que ingresa al Ovni, el motel intergaláctico que queda camino a Manantial. Así comienza esta historia, enterate cómo acaba. 

A Gloria no le cuesta hacer memoria, no hubo agua ni tiempo que haya podido apagar el fuego de aquella noche. Único, inalterable en la carne y en la piel, porque, como ella revela: “Si hay algo que no vuelve, esos son los orgasmos”. Estaba muy enamorada y apenas comenzaba a entender ese juego en que los cuerpos de los amantes traducen el amor. En la habitación de paso y entre las sábanas gastadas de viejas fricciones, hubo un primer beso que desató el tsunami: “El me besaba y yo me estremecía. Creo que el beso es fundacional de la práctica sexual porque abre una puerta. Ahí uno se encuentra con el otro, con la saliva que va y que viene. Nunca en mi vida me he mojado tanto”.

Siguieron más besos y más caricias, nada por fuera de los estándares de la moral y las buenas costumbres del romance: “Era muy normativo todo porque era una de las primeras veces”. Para Gloria era su cuerpo el que se encontraba predispuesto para lo que pasaría después. Habían sido días difíciles y esa tensión se sentía en la contracción de los músculos: “Yo estaba pasando una situación complicada porque mi vieja estaba enferma. Me sentía angustiada y creo que el cuerpo necesitaba liberarse y explotar”.
 

Dos cuerpos en pugna, apretados uno contra otro, pegados uno a otro, piel a piel, sudor a sudor. Todo un mismo fluir. Y esos instantes antes del estrépito definitivo, segundos antes del estallido, no hay violencia, sino lo que ella describe como un movimiento lento, suave y ondulante. Una ola rítmica que los mece; una ola pronta a romper: “Estábamos abrazados, pegados. Quería que el cuerpo se me rompa, que explote. En el momento en que siento que no doy más necesito quietud, que me abrace y me apriete más y ahí ¿sabés qué hace la vagina? Se contrae sola, las paredes hacen como una succión hacia adentro y hacia arriba y ahí suelta el líquido”

No hubo gritos. Cuando Gloria llega al clímax, prefiere hacer el silencio y escuchar: “No hay nada que me erice más que ese sonido de ojota mojada durante la penetración. Quiero escuchar el contacto de la carne con la carne”. Después la calma soporífera de los cuerpos uno arriba del otro, después la relajación de los músculos, después los párpados que caen: “Uno cierra los ojos y deja de estar en ese tiempo y en ese espacio. Cuando el orgasmo está sucediendo creo que la mente se apaga porque el orgasmo es absolutamente carnal, no mental. Es el único momento donde la mente ya no es la que manda al cuerpo, sino la carne se manda a sí misma. Se produce como un espasmo corporal, el cuerpo empieza a reaccionar con contracciones”.

“Me acuerdo que fue un orgasmo al unísono y que nos dormimos abrazados. Ha sido tanta la descarga física que después ha sido como una somnolencia. Simplemente, nos quedamos ahí. Cuando la mente volvió al cuerpo, lo primero que hice fue llenarlo de besos en la cara”, rememora ahora Gloria con 40 años y la piel puesta en cada palabra que pronuncia. Después el sonido siempre incauto del teléfono para anunciar el fin del turno, los cuerpos que comenzarán a vestirse y que en minutos huirán desde el ovni y el cielo eterno a la noche exterior. 

El orgasmo nunca se acaba

Desde que su voz ha copado el éter de esta ciudad con su programa nocturno y su columna matinal en Radio Fish, Gloria Oh se ha convertido en una especie de gurú vernácula del sexo. Es que, aunque ella no le esquiva el bulto a nada ni a nadie, es el sexo, en todas sus facetas y diversidades, su tema preferido. Se podría decir que es nuestra Luisa Delfino, la conductora radial que en la década del noventa a través de su exitoso programa radial “Te escucho” se volvió en la consejera de tantos y tantas argentinos. 

Contrario a lo que puede llegar a creer el vulgo, según confiesa, los orgasmos que Gloria ha alcanzado con sus parejas pueden contarse con los dedos de una mano. Ahora, cuando es su mano (siempre la derecha) la que emprende la tarea, entonces la efectividad es del 100%. Según explica, esto se replica en la mayoría de las mujeres que, al tener la potestad y el conocimiento de su propio cuerpo, saben bien cómo y adónde llegar. “Tampoco es catastrófico cuando no sucede con otro”, desdramatiza la conductora que asegura que a los hombres les cuesta identificar el momento en que las mujeres tienen un orgasmo: “Cuando creen saber, no sucede y cuando no se dan cuenta, sucede”. 


“El orgasmo es siempre del otro, es dedicado, como los goles”, dice Gloria al asegurar que son los hombres quienes se obsesionan con que las mujeres lleguen al orgasmo y culpa a la pedagogía de la pornografía que está muy instalada en la cultura masculina. Pero no hay una receta para que una mujer llegue al clímax, el orgasmo es como la frutilla del postre, puede estar o no estar y si está tampoco es garantía de plena satisfacción a la hora de las relaciones carnales. 

“Todo lo que podamos tener como mirada sobre los orgasmos no debe ser obvia, hay que trabajar la mirada sobre ese arte carnal. No hay manuales ni recetas, ni revistas femeninas que valgan, no señora, no señor, hay que ir a la carne, no al cuerpo que ya viene codificado por los géneros, las subjetividades y demás. Hay que dejar de verlo como un final, el orgasmo nunca se acaba. Hay que empezar a verlo como apertura, no como meta. No hay un final para el deseo ni para el placer”, explica en tono filosófico la Gloria que ha incorporado la onomatopeya del escándalo para siempre a su nombre. Ella siempre habla así, sin pelos en la lengua y a calzón quitado. Pero ya no se sonrojen pudorosos, al llegar a este punto su relato y esta nota con él acaban.