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El rostro y la palabra de torturados que no desaparecieron

Memoria

A puño y letra y con un retrato fotográfico, sobrevivientes a Centros Clandestinos Detención cuentan su historia en "El jardín del infierno", un reportaje del tucumano Jorge Olmos Sgrosso, premiado entre 2600 trabajos en el concurso Iberoamericano de (POY) Latam.




Francisco Faustino Pereyra, de 73 años, es un obrero rural de Los Ralos que fue secuestrado, torturado y liberado durante la última dictadura argentina.

A Francisco le dicen Panchito, no sabe escribir y su vida ocurrió entre la zafra tucumana y la cosecha de los algodones, en Chaco, pero el dolor del secuestro jamás desapareció. 

Sus días de tortura hubieran quedado en la memoria de muy pocos si no fuera por el trabajo de un fotógrafo tucumano llamado Jorge Olmos Sgrosso.

El reportero gráfico, de 38 años, investigó desde 2013 a los sobrevivientes de los Centros Clandestino de Detención, entre ellos hombres y mujeres como Panchito.

“La lucha se concentró mucho en los desaparecidos y en el pedido de justicia de sus familiares. Busqué laburos fotográficos de sobrevivientes, en la provincia y en el país, y no encontré mucho. Por eso quise aportar desde este enfoque”, dice Olmos Sgrosso a eltucumano.com.

La propuesta del fotógrafo consiste en retratos a los sobrevivientes, acompañados por un texto escrito por ellos mismos a mano, donde describan recuerdos de aquellos días. Una declaración contra el olvido.

“Si quiere yo intento copiando. Usted escriba lo que charlamos y yo lo copio”, le dijo Panchito, quien lloró aquellos recuerdos en esa entrevista.



Francisco escribió:

Nos llevaron a Campo Norte. Vendados y de rodillas me preguntaban dónde estaban las armas. Las únicas armas que yo conozco son las palas y el machete. Ahí dijeron: apunten. Y se sintió el ruido de las armas. He cerrado los ojos y pensé: hasta acá llego y despúes nos tiran los perros.



El nuevo enfoque periodístico que aportó Olmos Sgrosso fue premiado: su trabajo, titulado El jardín del infierno, recibió una de las cinco menciones del concurso Nuestra Mirada de Memoria e Identidad, una convocatoria donde participaron casi 2.600 reportajes fotográficos de iberoamérica.

El premio lo otorga Picture of the Year (POY) Latam, "para celebrar la excelencia de la fotografía documetal y artísticas de iberoamérica, desde 2011" y este año cuenta con apoyo de la Casa de las Américas de la Cataluña y diputación Barcelona. Es un brazo que se desprende del concurso POY, fundado en 1944,  por la escuela de periodismo de la Universidad de Missouri-Columbia, cuyo programa de fotoperiodismo es uno de los antiguos y respetados del mundo.

En el Jardín del infierno, hay seis historias como la de Panchito, acompañadas por cuatro fotografías de lugares emblemáticos de la represión en Tucumán: El ingenio de Santa Lucía, el ex arsenal Miguel de Azcuénaga, la escuelita de Famaillá y la ex jefatura de Policía de la Provincia.



“Me preguntaba cómo es convivir con ese tormento: mirar de arriba de un colectivo el lugar donde te habían torturado, porque muchos están ahí, por donde pasamos todos los días”, dice el reportero gráfico.

Los militares secuestraron a Adriana Braunstein cuando estaba por cumplir 16 años. La llevaron junto a su cuñada y durante tres días la violaron en la ruta. Después, estuvieron secuestradas en la escuelita de Famaillá, donde las mojaban con una manguera y con cables pelados las electrocutaban. 

Adriana escribió:

En la escuelita era como una obligación de la población uniformada violarnos, picaniarnos, arrancarnos las uñas. Luego, un determinado día tuve una fiebre altísima, descubriéndome una enfermedad venérea que luego de darme pastillas de penicilina, bajó. Ya en libertad, me descubre un médico amigo que también era un feto muerto lo que me provocaba tan alta fiebre, por lo cual tuvieron que realizarme un raspaje. Al liberarme dijeron: te dejamos en libertad, pero vos terminas en un prostíbulo o en un suicidio.


Hugo Malcum no tiene idea donde lo llevaron, pero contó 72 noches de secuestro. Lo secuestraron de Lules y lo liberaron en El Colmenar. Le dijo a Olmos Sgrosso que estuvo todo el tiempo vendado y que pasaron horas cuando recuperó la vista. Después de la tortura, vivió con terror y sin un juicio que culpe a los responsables por el daño que sufrió.

Hugo escribió:

Después de esto no he vivido. Durante mucho tiempo no he vivido. Tenía terror. No salía. Toda mi actividad, tan cara para mi, no podía desarrollarla: noches con amigos, Peña El Cardón, coro, facultad de Arquitectura, etc. Toda mi vida de golpe se murió. Me quedé encerrado en mi casa en Lules. Muchas veces hubiese preferido morir, antes que haber aparecido. Antes que ser un aparecido.



“Hay quienes han tenido la suerte de declarar, aunque sea. Otros no que no. Hay gente que aún tiene miedo, mirá lo de Julio López”, dice Olmos Sgrosso, consciente de que El Jardín del Infierno es un nuevo aporte fundamental a la memoria de la provincia: "A mí no me importa ganar un premio para que mi mamá esté contenta. Yo quiero que se sepa esta historia porque implícitamente tomé el compromiso de hacerlas conocer. Y ahora hay gente en Barcelona que está sabiendo que en Tucumán están ellos. Eso es lo único que me importa"




Acá se puede ver El jardín del infierno completo.