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Con manos hechas en casa, sus pacientes recuperaron la esperanza

TECNOLOGÍA

Ramón y Camila recuperaron sus extremidades gracias a Claudio Brahim y Lucas Abdala, artesanos ortopédicos, que con $2 mil fabricaron soluciones de vida.




Claudio Brahim, médico traumatólogo, y Lucas Abdala, estudiante de Ingeniería Electrónica, se conocieron andando en bici. Hace dos meses, pedaleando, el profesional de la salud le comentó a Lucas que estaba trabajando en unas prótesis mecánicas en una impresora 3D para sus pacientes. Pero quería llegar más lejos: buscaba incorporarle componentes electrónicos para mejorar la situación de dos pacientes a los que les faltaban las manos, y que eran inoperables.

Ahí es donde entró a jugar Lucas, que con la ayuda de Gitia (Grupo de Investigación de Tecnología Informática de Avanzada) empezó a analizar el caso. "Mi idea era usar cosas que pudieran conseguirse en Tucumán para evitar complicaciones y precios altos", explica Lucas. Y lo consiguió.

Con tan solo 2 mil pesos, lograron producir una prótesis que importada cuesta 30 mil dólares. Además, estas últimas requieren revisión técnica cada año y medio en el país de origen. Por el contrario, estas nuevas manos "hechas en casa" pueden repararse fácilmente: si se rompe una pieza puede fabricarse por aparte, sin necesidad de reemplazar todo el dispositivo. Al service lo puede hacer cualquier especialista tucumano.


Grandes Cambios

Camila tiene, desde el año y siete meses, los diez dedos amputados a causa de un accidente. En Santiago del Estero (de donde es oriunda) y el Hospital Garrahan le hicieron varias cirugías hasta lograr una "pinza" en la mano izquierda. "El muñón de la mano derecha no servía para nada", lamentó el doctor Brahim.

Después de intentar por el medio quirúrgico, el médico estudió, se compró una impresora 3D y fabricó una prótesis mecánica. Luego contactó a Lucas y pudieron aplicar la electrónica en el elemento. "Al principio era incómodo para ella porque tiene 16 años y toda su vida vivió así", contó Lucas.

Fue frustrante, pero después fueron explicándole todas las cosas que iba a poder hacer gracias a sus nuevas manos. Ahí empezó a ceder, entrenó, se acostumbró. "Ahora está contenta y conforme", asegura el estudiante de Ingeniería.

Ramón, un abogado de 33 años, también estaba escéptico, cuenta Claudio. Nació con síndrome de Poland, una alteración congénita que evitó el desarrollo de su mano izquierda. De chico usó prótesis estética y se acostumbró a usar solo su mano derecha. Para peor, está seguro de ser zurdo (la pierna izquierda es su pierna hábil).

"Cuando le puse la prótesis la movía pero la miraba desconfiado. En el momento en que se estaba yendo, agarró su mochila con las dos manos y empezó a notar la mejora. Cuando llegó a su casa, me mandó una foto agarrando una palta y ahora está contento porque le gusta cocinar y va a poder cortar una cebolla. Son los pequeños cambios los que hacen la diferencia", comentó el traumatólogo.


Futuro

"Nuestra idea no es comercializar este tipo de cosas, no queremos hacer dinero". Este mensaje fue compartido por ambos inventores. Según el futuro ingeniero, "buscamos hacer un know-how ("cómo hacer") de una prótesis y que cualquiera, por 2 mil pesos, pueda resolver su problema. Es como una receta de cocina: programar requiere de saber copiar y pegar un texto y para imprimirla hace falta una impresora 3D que puede conseguirse en algunas empresas de diseño o adquirirse por montos desde los 15 mil pesos", asegura.

Claudio Brahim, por su parte, asegura que este tipo de prótesis es ideal para quienes acaban de perder un miembro. "Cuando nacen así o pierden algún miembro de chicos, el cerebro no registra ese pedazo del cuerpo, y cuando empiezan a usar una prótesis les cuesta re-aprender. En cambio, un paciente amputado sufre un gran duelo, como el de la pérdida de un pariente. Al principio puede parecer muy catastrófico, y este tipo de prótesis con movilidad pueden ser muy útiles no solo a nivel funcional, sino también psíquico", explica el profesional.