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"La Argentina es el mejor país del mundo con todas las riquezas que tiene"

Historias de inmigrantes

Nadim Neme, Presidente la Sociedad Sirio Libanesa, llegó hace 44 años a la provincia y fue el primer sirio en egresar de la UNT.




“Hacer futuro” repite Nadim Neme cuando intenta explicar qué lo impulsó a venir a Tucumán a los 22 años desde su Siria natal. Las palabras, que todavía arrastran un acento lejano, suenan cargadas por la misma nostalgia que ahora le nubla los ojos claros.  A los 68 años, sigue sin conjugar el verbo, aunque su futuro parece realizado en este presente: una familia, una carrera profesional y el reciente honor de presidir, desde el año pasado, la Sociedad Sirio Libanesa. En su afán de edificar un futuro en la Argentina, Nadim se convirtió en el primer sirio que egresó de la Universidad Nacional de Tucumán con un bachillerato árabe.

“Lo que me gustó de acá fue la libertad. En Siria había libertad, pero siempre había diferencias religiosas y por culpa de eso son las guerras que hay ahora. Acá nunca me preguntaron qué religión tenía. Creo que los argentinos se quejan del país, pero no conocen otros. Si conocieran, dirían que es el mejor país del mundo. Yo creo eso: la Argentina es el mejor país del mundo con todas las riquezas que tiene”, reflexiona Nadim sobre su condición de inmigrante, aunque confiesa que, luego de hacer de Tucumán su lugar en el mundo, se siente un argentino más. Es que acá estudió, conoció a su esposa y tuvo a sus hijos.




Los primeros Neme llegaron al país a fines del siglo XIX. En Tucumán se instalaron unos tíos abuelos de Nadim que portaban el apellido por duplicado, ya que se habían casado siendo primos. Por entonces, todos los inmigrantes provenientes de los países árabes, la mayoría sirio-libaneses, ingresaban al país con pasaporte de Turquía. Es por eso que acá recibieron el apodo genérico de turcos. Llegaban en barcos a la Argentina y después el tren los distribuía por las distintas provincias. Muchos no sabían una sola palabra de español y no llevaban más que la ropa que traían puesta, pero traían consigo ansias de progreso. Muchos eligieron Tucumán y Santiago porque el clima cálido se asemejaba al de su Siria natal, entre ellos, los Neme. Entre los que llegaron después estaba Bchara, uno de los hermanos mayores de Nadim que se había instalado en la provincia y había conseguido prosperar con un negocio de ropas y telas de la calle Maipú, en la zona del centro.

Por su parte, Nadim crecía en la localidad siria de Rabah, junto a su familia de agricultores. Su sueño era seguir una carrera universitaria y había comenzado sus estudios de odontología en la Universidad de Damasco. Desde Tucumán, su hermano Bchara insistía en que venga a la Argentina, pero él no quería interrumpir sus estudios. Dos veces su hermano le envió los pasajes y los rechazó. A la tercera optó por viajar a encontrarse con ese hermano que no conocía. Una vez acá, él le insistió para que se quedara a ayudarlo en el comercio que cada vez crecía más. Sin embargo, Nadim persistía en su plan de estudiar y nada podría convencerlo de lo contrario. Entonces comenzó con la maraña burocrática que le permitiría estudiar en la UNT.

En esos tiempos no existía ningún intercambio académico entre la UNT y Siria, por lo tanto, Nadim debió conseguir un certificado de la embajada que asegurara que cualquier argentino  podría estudiar allá. La otra dificultad es que entonces los extranjeros podían estudiar en el país si tenían el bachiller argentino. Por eso, cuando terminó con todo el trámite para cursar la carrera de Bioquímica, Nadim se convirtió en el primer inmigrante con bachiller sirio que se inscribió en la UNT.

Mientras aprendía el idioma de forma autodidacta, como un niño que señala los objetos hasta conocer sus nombres, Nadim comenzó a cursar la carrera y a trabajar en el negocio de su hermano. Por las noches, se juntaba a estudiar con sus compañeros y apenas le quedaban unas horas de descanso: “Cuando uno tiene ganas de hacer futuro no importa dormir o no dormir, lo importante es el objetivo al que uno quiere llegar. Mis compañeros me ayudaban mucho, yo trabajaba de día y a la noche estudiábamos hasta las tres de la mañana. Ellos me grababan las clases y me pasaban después los apuntes”.

En 1978 Nadim obtuvo su título de Licenciando en Bioquímica y continuó con una Maestría en Salud Pública.  También comenzó a trabajar como químico del ingenio San Pablo y como jefe de laboratorio en el ingenio Bella vista. En la Universidad Tecnológica de Tucumán, desarrolló su carrera como investigador y como docente de postgrado hasta que se jubiló en 2015, tras 32 años de trabajo en la institución.

Junto con el desarrollo profesional llegó el romance con Nora Bollea, una estudiante de farmacia a la que conoció por intermedio de una amiga. Con Nora se casaron, tuvieron seis hijos, formaron una familia y abrieron su propia farmacia en Villa 9 de Julio. Hoy Nadim extraña la vegetación de la finca familiar de Rabah donde transcurrió su infancia y el arroyo cristalino que la atravesaba, pero sigue eligiendo a Tucumán como su lugar porque su país natal está siendo arrasado por la guerra. Según explica, una de las causas del drama bélico es que Siria es aliada de Rusia, porque, sin Siria, los rusos no tendrían acceso al mar mediterráneo.




“Cuando éramos jóvenes creíamos que no iba a haber fronteras, que el mundo sería uno solo y que cada uno podría ir a donde quisiera”, recalca Nadim. Luego, según explica, vinieron las grandes guerras mundiales y con ellas el resurgimiento del nacionalismo. Ahora, con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, esa forma de nacionalismo y el rechazo a los inmigrantes parece haber recrudecido. “Yo pienso que todos deberían poder entrar a un país con la condición de tener una buena conducta y de que no cometan delitos, pero no deberán usar a la religión como una excusa para rechazarlos”, opinó.

En diciembre pasado, Nadim Neme fue designado como presidente de la Sociedad Sirio Libanesa de Tucumán, una asociación que surgió hace 91 años por el deseo de los inmigrantes de tener un espacio donde poder compartir su cultura. Nadim explica que, en un principio, los sirios libaneses que habían llegado a la provincia se reunían en sus casas y se separaban según la región de la cual cada uno provenía, pero la sociedad permitió aglutinarlos como una sola comunidad. Desde entonces, tanto Nadim como el resto de los sirios que viven en Tucumán, siguen haciendo futuro.