Top

Entre la vorágine y el rechazo: la movida del tatuaje en Tucumán

¿MODA O CONVICCIÓN?

La tatuadora "estrella" de la provincia, Cecilia Reinoso, abrió su agenda de turnos el 1 de enero y la cerró, repleta, el 2. Según una psicóloga, los tucumanos se acercan a la aceptación pero aún no abandonan el prejuicio.

Tatuaje en espalda por Cecilia Reinoso.





Entre la vorágine y el rechazo: así se vive la movida del tatuaje en Tucumán
La tatuadora estrella de la provincia, Cecilia Reinoso, abrió su agenda de turnos el 1 de enero y la cerró, repleta, el 2. Una ¿moda? pasajera, pero permanente.
Candelaria Tinelli y su cuello negro, la China Suárez y sus veintipico de tatuajes minúsculos, la gran mayoría de los jugadores de fútbol y decenas de otras personalidades mediáticas deciden marcar su cuerpo con tinta.
En Tucumán, la tendencia está pisando fuerte: el 1 de enero la tatuadora “estrella” de la provincia, Cecilia Reinoso, abrió su agenda para el primer semestre de 2017 y la cerró, repleta, en solo 24 horas. ¿Moda o convicción?
Carmina Varela es psicóloga, terapeuta gestáltica y, además, tiene dos tatuajes. En una entrevista con el tucumano, comentó cómo se vive la situación en la provincia, los motores que llevan a las personas a tatuarse y quién debería (y quién no debería) pensar en hacerlo.
¿Por qué nos tatuamos?
Los motivos que tienen las personas para tatuarse son de lo más diversos: algunos naturales y otros, un poco preocupantes.
En primer lugar, puede haber una cuestión de ritual, de marca. Esta razón está presente en todas las culturas del mundo, desde tiempos remotos: decenas de culturas han decorado su piel, temporal o definitivamente, para marcar momentos particulares de su vida o representar ciertos lugares en la escala social. Hoy en día, la situación no es muy diferente. Ciertos sectores deciden tatuarse para mostrar pertenencia a determinado grupo (social, musical, etario) o para marcar un punto clave, que marcó un antes y un después en su vida.
El segundo motivo inocuo puede ser de índole estético. La idea de adornarse, marcarse o decorarse la piel es una forma de expresar la idea que tiene cada uno de lo bello y de gustar a los demás o gustarse uno mismo.
Pero existen dos motores que pueden ser peligrosos o mostrar actitudes patológicas. El primero es la adicción. Una persona que no termina de hacerse un tatuaje y ya está pensando en otro es preocupante en tanto registra una conducta compulsiva. No puede vivir el hecho con tranquilidad ni con placer, sino que siente la obligación de seguir haciéndolo. La conducta domina a la persona, que termina siendo presa de su impulso y, por ende, no es libre de elegir. 
Por otro lado, puede presentarse un disfrute del dolor. Quien disfruta del dolor percibe el tatuarse como una situación de expiación, de limpieza, y eso habla de una conducta patológica.
¿Cómo se vive la situación en nuestra provincia?
El tatuaje se ha socializado y naturalizado en todas las edades y estratos sociales. Ciertos íconos mediáticos han colaborado para que esto suceda y ya no se asocie tanto a valores negativos. Antes estaba vinculado con lo underground, lo sórdido, la droga, los excesos, la rebeldía, en general desde el prejuicio. 
Sin embargo, hoy en día no está completamente aceptado. Sigue habiendo mucho prejuicio, por momentos abonado por la realidad, pero también mucha aceptación: quien antes pensaba “Nunca me haría un tatuaje” hoy en día, a raíz de la popularidad que tiene el fenómeno, se replantea la idea. Coexisten, en la provincia, dos grupos (sociales, etarios, ideológicos) de ideas muy contrapuestas.
¿Todos podemos tatuarnos?
Hay ciertas personas que deben tener cuidado a la hora de tomar la decisión de tatuarse. Sería arriesgado hacerlo para una persona que no puede lidiar con sus emociones o con lo concreto del tiempo adulto: con el tiempo, el dinero, el compromiso, los límites. También deben replanteárselo aquellos que estén atravesando un momento depresivo o maníaco, porque la decisión no es pensada sino impulsiva y pueden estar más propensos al arrepentimiento. 
Por otro lado, los artistas (serios) tienen algunas reglas: no tatúan a menores de 18 años. Y esto tiene una explicación: los adolescentes no tienen suficiente madurez emocional como para decidir marcarse para toda su vida. 
Pero igual se tatúan. ¿Por qué? 
Sucede que los adolescentes tienen naturalizado el exhibicionismo en las redes. Y en este mostrar, lo que están buscando es su identidad: quiénes son y quiénes no son. En esa búsqueda hay mucha competencia por diferenciarse. Uno de los elementos que pueden buscar para diferenciarse, que antes podría haber sido un corte de pelo, hoy es el tatuaje. Lo que a veces no registra un adolescente es que esta es una decisión para toda la vida, tomada en un momento de mucho cambio, de mucha variación en el gusto. Hoy les gusta una cosa, mañana otra, y borrar un tatuaje no es tan sencillo. 
Cumplir 18 no te garantiza madurez, pero tomar esa decisión en la vorágine adolescente hace que la persona corra mucho más riesgo de arrepentirse a corto o mediano plazo. 
 
Carmina Varela, psicóloga, terapeuta gestáltica, mp 1213
Un tatuaje en la adolescencia tiene que ver más con pertenencia, moda, un tatuaje de una persona privada de su libertad se tatúa algo, eso es diferente desde el punto de vista sociológico. 

Candelaria Tinelli y su cuello negro, la China Suárez y sus veintipico de tatuajes minúsculos, la gran mayoría de los jugadores de fútbol y decenas de otras personalidades mediáticas deciden marcar su cuerpo con tinta.

En Tucumán, la tendencia también está pisando fuerte: el 1 de enero la tatuadora “estrella” de la provincia, Cecilia Reinoso, abrió su agenda para el primer semestre de 2017 y la cerró, repleta, en solo 24 horas. ¿Moda o convicción?

Carmina Varela es psicóloga, terapeuta gestáltica y, además, tiene dos tatuajes. En una entrevista con el tucumano, comentó cómo se vive la situación en la provincia, los motores que llevan a las personas a tatuarse y quién debería (y quién no debería) pensar en hacerse uno.

¿Por qué nos tatuamos?

Los motivos que tienen las personas para tatuarse son de lo más diversos: algunos naturales y otros, un poco preocupantes.

En primer lugar, puede haber una cuestión de ritual, de marca. Esta razón está presente en todas las culturas del mundo, desde tiempos remotos: decenas de culturas han decorado su piel, temporal o definitivamente, para marcar momentos particulares de su vida o representar ciertos lugares en la escala social. Hoy en día, la situación no es muy diferente. Ciertos sectores deciden tatuarse para mostrar pertenencia a determinado grupo (social, musical, etario) o para marcar un punto clave, que marcó un antes y un después en su vida.

El segundo motivo inocuo puede ser de índole estético. La idea de adornarse, marcarse o decorarse la piel es una forma de expresar la idea que tiene cada uno de lo bello y de gustar a los demás o gustarse uno mismo.

Pero existen dos motores que pueden ser peligrosos o mostrar actitudes patológicas que pueden esconder perturbaciones de personalidad más profundas. El primero es la adicción. Una persona que no termina de hacerse un tatuaje y ya está pensando en otro es preocupante en tanto registra una conducta compulsiva. No puede vivir el hecho con tranquilidad ni con placer, sino que siente la obligación de seguir haciéndolo. La conducta domina a la persona, que termina siendo presa de su impulso y, por ende, no es libre de elegir. 

Por otro lado, puede presentarse un disfrute del dolor. Quien disfruta del dolor percibe el tatuarse como una situación de expiación, de limpieza, y eso habla de una conducta patológica.

¿Cómo se vive la movida en nuestra provincia?

El tatuaje se ha socializado y naturalizado en todas las edades y estratos sociales. Ciertos íconos mediáticos han colaborado para que esto suceda y ya no se asocie tanto a valores negativos. Antes estaba vinculado con lo underground, lo sórdido, la droga, los excesos, la rebeldía, en general desde el prejuicio. 

Sin embargo, sigue habiendo mucho prejuicio, por momentos abonado por la realidad. Coexisten, en la provincia, diferentes tendencias de ideas contrapuestas. A la par del prejuicio, de una mirada más conservadora, hay apertura y aceptación como algo mucho más amplio y profundo, como una forma de expresión.

¿Todos podemos tatuarnos?

Hay ciertas personas que deben tener cuidado a la hora de tomar la decisión. Sería arriesgado para una persona que no puede lidiar con sus emociones o con lo concreto del tiempo adulto: con el tiempo, el dinero, el compromiso, los límites. También deben replanteárselo aquellos que estén atravesando un momento depresivo o maníaco, porque la decisión no es pensada sino impulsiva y pueden estar más propensos al arrepentimiento. 

Por otro lado, los artistas (serios) tienen algunas reglas: no tatúan a menores de 18 años. Y esto tiene una explicación: los adolescentes no tienen suficiente madurez emocional como para decidir marcarse para toda su vida. Quizás no tienen muy definida su personalidad, qué quieren, hacia dónde quieren ir.

Pero igual se tatúan. ¿Por qué? 

Sucede que los adolescentes tienen naturalizado el exhibicionismo en las redes. Y en este mostrar, lo que están buscando es su identidad: quiénes son y quiénes no son. En esa búsqueda hay mucha competencia por diferenciarse. Uno de los elementos que pueden buscar para diferenciarse, que antes podría haber sido un corte de pelo, hoy es el tatuaje.

Lo que a veces no registran es que esta es una decisión para toda la vida, que está siendo tomada en un momento de mucho cambio, de mucha variación en el gusto. Hoy les gusta una cosa, mañana otra, y borrar un tatuaje no es tan sencillo. 

Cumplir 18 no te garantiza madurez, pero tomar esa decisión en la vorágine de la edad hace que se corra mucho más riesgo de arrepentirse a corto o mediano plazo


Las recomendaciones y explicaciones de la profesional brindan un panorama general de la movida del tatuaje en Tucumán. Por un lado: vorágine, aceptación, moda. Por el otro: prejuicio, exclusión, discriminación. Una provincia en la que distintos grupos sociales, etarios e ideológicos presentan diferentes opiniones al respecto de una tendencia que, indiscutiblemente, crece exponencialmente.