El fin del silencio y la impunidad: Alperovich y una condena histórica
Después de cinco años, el tres veces gobernador de Tucumán fue condenado a 16 años de prisión por abuso sexual. Desde el 2017 hasta hoy, las mujeres alzaron la voz y expusieron a sus agresores. Los casos que aún esperan justicia y los que marcaron un precedente. Por Aldana Mayantz.
José Alperovich en el Senado. (Foto: Lucía Merle).
“Nuestro silencio es tortura y avala al abusador”, me dijo Nataly meses atrás, mientras me contaba su dolor en una llamada telefónica. Desde los siete hasta los quince años, Nataly fue abusada por su primo, 22 años después decidió hablar y denunciarlo ante la justicia. La causa ya había prescrito, pero, acompañada por la fundación Pañuelos Amarillos, solicitó un Juicio por la Verdad que, después de muchas instancias, le fue otorgado.
Nataly recurrió a los medios para visibilizar la causa, sabía que era una de las formas de que la justicia la escuche. Pero también era la forma de que otras mujeres sepan que no son las únicas que guardaron silencio durante tantos años y que ahora pueden hablar. “he podido sanar a esa niña, que ha podido sentir paz. Voy a cerrar un capítulo doloroso en mi vida”, había sentenciado en una segunda llamada, después de conocer que la jueza había decidido otorgarle el derecho al juicio, pionero en Tucumán.
En 2019 la sobrina de José Jorge Alperovich, quien fue tres veces gobernador de Tucumán y gozaba de poder político y económico, escribió una carta, que fue leída en una movilización del colectivo Ni Una Menos, denunciando el infierno que vivió con su tío durante el 2017 y 2018. Cinco años después, Alperovich durmió en el penal de Ezeiza, condenado a 16 años de prisión por haberla violado.
“Estoy acá contando lo que viví por mi seguridad, pero también para que otras mujeres se animen a hablar. Esto no me mató, me puedo proclamar y me puedo defender. Me puedo recuperar, me puedo cuidar, me puedo elegir. Hoy elijo no callarme nunca más. A pesar de que me decía, en pleno horror: ‘cállate, ¿no ves cómo estoy?’, para tapar todos mis no. No me callo nunca más. Este es mi nunca más. Ojalá también sea el nunca más de todas aquellas que queremos dejar de callar”, reza un fragmento de la carta que fue leída ante una multitud.
La periodista Milagro Mariona fue su vocera, fue quien le puso voz a su dolor hace cinco años atrás, y quien manifestó la emoción de la víctima luego de conocer la sentencia, luego de saber que tuvo justicia, que después de someterse a innumerables declaraciones y pericias psicológicas, la justicia le creyó y declaró culpable a su agresor.
La impunidad que gozaba un hombre sumamente poderoso terminó gracias a que una mujer se quitó el miedo y decidió hablar. Si ella no hablaba, es probable que Alperovich hoy estuviese ocupando algún cargo político, decidiendo sobre la vida de los ciudadanos, durmiendo tranquilo en algunas de sus casas.
¿Por qué no habló antes? Se preguntan los lectores de portales de noticias y foristas en redes sociales. Es la misma pregunta que le hacen a cada víctima de violencia sexual y de género que se anima a denunciar tiempo después del hecho. Las palabras de Nataly me resuenan: “El sistema tiene que entender que las víctimas hablamos cuando podemos”.
Cada mujer que habla, cada sentencia favorable en la justicia, anima a las mujeres que permanecen en silencio a ponerle nombre a su dolor, a señalar a su agresor y a terminar con su impunidad.
En el año 2018, la actriz Thelma Fardin denunciaba públicamente al actor Juan Darthes por haberla violado cuando ella tenía tan solo 16 años, durante una gira del elenco de la novela “Patito feo”, donde trabajaban juntos. En ese momento, Darthes tenía 45 años. Seis años después de la denuncia, el actor fue declarado culpable por la justicia brasilera, país donde buscó gozar de impunidad.
Desde el día en que Thelma decidió hablar no dejó de recibir agravios e insultos. La pregunta de por qué no denunció antes, las acusaciones de “busca fama y dinero”, fueron recurrentes. Sin embargo, el Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) destacó en un informe el aumento de llamadas recibidas en la línea telefónica nacional 144 -gratuita y que funciona las 24 horas de los 365 días del año- a partir de la denuncia pública de Fardin. “Si se comparan las llamadas recibidas por día de la semana, se observa que el mayor aumento se registró el día miércoles 12 (123%), fecha posterior a la conferencia de prensa del Colectivo de Actrices Argentinas”, asegura un comunicado oficial, en el que se destaca que estos datos estadísticos provienen de la Dirección Nacional de Protección Integral. En ese entonces, según informó Infobae, los especialistas explicaron que la difusión de un caso como el que sufrió la joven actriz genera un "efecto de identificación" y un contexto favorable para que las víctimas sientan que serán "escuchadas".
El efecto que provocó la denuncia de Thelma Fardin en Argentina fue equivalente al MeToo que sacudió a Hollywood un año atrás. En octubre de 2017, a raíz de numerosas acusaciones al famoso productor Harvey Weinstein, la actriz y activista Alyssa Milano popularizó en twitter el hashtag #MeToo. Desde entonces el hashtag ha sido utilizado por más de 500.000 personas para contar sus casos de acoso y abuso sexual.
La conmoción que vivimos las mujeres esos años fue enorme. Las redes sociales, los grupos de Whatsapp y las conversaciones intimas estaban plagadas de relatos de violencia sexual. Por primera vez escuchaba a amigas cercanas contar en primera persona cómo fueron acosadas, hostigadas y abusadas. Por primera vez las lagunas propias dejaron de existir y esos hechos que no tenían nombre comenzaron a tenerlo. Por primera vez no importó tanto la voz de quiénes dicen que provocamos, que buscamos un rédito, o que simplemente arruinamos la vida de los abusadores. No importó porque sabíamos que existía (y existe) una red de contención, de escucha y de acompañamiento. Una red de mujeres que te creen y te impulsan a romper el silencio y la tranquilidad de los abusadores.
Este año Tucumán se conmocionó, nuevamente, con un hecho atroz: una joven periodista tucumana denunció que tres jugadores de fútbol la habían violado en un hotel. Un cuarto jugador, con quien ella propició un encuentro, la habría entregado.
La joven decidió denunciarlos días después, cuando le contó a una amiga lo que había pasado esa noche en la habitación. Fue su amiga quien le sugirió que denuncie para que el caso no quede impune, para que no puedan hacerle lo mismo a ninguna otra mujer. Hasta ese momento, la víctima no había dimensionado lo que había vivido. Ella misma se culpaba. Cuando la denuncia salió a la luz, otra vez la opinión pública la culpo a ella de su propia violación.
Hace poco compartí un auto con una señora mayor que me dijo muy segura: “Yo le digo a mi hijo que tenga cuidado con quien se mete, ahora cualquiera te denuncia que la violaste y cagaste”. Me pregunto si alguna vez esta señora y todas las señoras y señores les enseñaron a sus hijos que forzar una relación sexual está mal, que si no hay consentimiento expreso se llama violación, que no pueden ir por la vida acosando mujeres en la calle, manoseando mujeres en los boliches y las escuelas. Si acaso alguien les dijo que no pueden someter y subordinar sexualmente a quien les plazca, que aún si una mujer entra a tu cuarto y consciente tener relaciones y a la mitad del acto empezaste a realizar prácticas no consentidas y no paraste, estas abusando. Que aún si una mujer está desnuda en tu habitación no te da derecho a tener relaciones no consentidas.
“Qué esperaba que pase en un cuarto con tantos hombres”, cuestionan los comentaristas en redes sociales. Si lo primero que se nos viene a la mente cuando pensamos un escenario de cuatro varones y una mujer es un abuso sexual, hemos naturalizado que violen mujeres por mero instinto, como si les pusieran una presa a cuatro leones hambrientos.
Hace un tiempo me preguntaron a quién elegiría como pareja en una isla donde todos los habitantes son hombres, menos yo. La primera respuesta que arrojó mi mente es que prefiero estar muerta antes que vivir ese escenario. Me contestaron que la respuesta, en general, es que la única mujer elige casarse con el más fuerte y respetado de la tribu, porque sólo de esa manera se garantizaría seguridad ante los otros hombres.
El día que Thelma Fardin denunció a Darthes y las líneas del 144 duplicaron sus llamadas el mensaje fue claro: les dijo a las mujeres que ellas también podían hablar sin miedo, les hizo recordar los hechos que vivieron y que tenían escondidos en su interior, los hechos que las atormentaban cada noche. El día que decidió hablar empezó un camino donde la impunidad se pondría en jaque y se tejían redes de contención para poder llevar a cabo estas denuncias, que nunca son gratuitas para la víctima. Tanto la sobrina de Alperovich, como la periodista tucumana y Nataly tuvieron que someterse a pericias psicológicas y a audiencias donde contaron una y otra vez su historia. Recordaron el dolor y lo expusieron ante la justicia y la prensa.
La noticia está semana es que José Jorge Alperovich fue condenado a 16 años de prisión, que su impunidad llegó a su fin, y que es posible ir en contra de los abusadores, aunque sean hombres poderosos.