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Refrescante, como la última achilata en plena siesta tucumana

única

Le dicen Esquimal y tiene la cura para lo peor del calor del centro. ¿Te pintás la lengua vos también?






Siesta. La peatonal Muñecas está desierta y una gota pesada de transpiración cae por la patilla del hombre que camina con una remera sin mangas. Unos pasos más adelante, en medio de la cuadra, bajo la sombra de uno de los pocos árboles que se salvaron de la motosierra, hay un joven de 23 años que vende el más refrescante de los alimentos de corazón tucumano: la achilata.  

Si la temperatura es como la de hoy, que pecha hasta los 40 grados, el joven venderá por los menos 400 vasitos en todo día. Y uno de éstos será para el amigo que viene caminando. “Ta loco, no se puede andar al sol”, dice el hombre que acaba de comprar un vasito de 30 pesos y que se lo devora cucharada tras cucharada, mientras la lengua se le va pintando color fucsia, color rojo intenso; color achilata.


Es de suponer lo que siente: el hielo escarchado se derrite de a poco en la boca y libera un gusto artificial que no se puede comparar con ningún helado, fruta o caramelo. Podría decirse que tiene una pizca de jugo Tang de frutilla, otro poco de chicle Bazooka y algunas gotas tal vez, de una fruta exótica, o de granadina quizás, pero nadie lo sabe: Su receta es secreta.

Idéntico, único e inimitable es el gusto de la chilata: El sabor de la frescura, chango.  

El achilatero de esta cuadra se llama Eduardo David Corpus, es de barrio Antena, Alderetes y todos los días está en la Peatonal de 12 a 18 y después se va al club Natación y Gimnasia, donde es famoso; ahí todos los conocen como El Esquimal.

¿Y qué tal ese apodo para alguien que vende lo más frío de Tucumán?


El Esquimal empezó a vender junto a su papá, cuando tenía ocho años. Su viejo le contó que hace 80 años un italiano la trajo para acá y pero se llamaba chilatta. “Después le cambiaron el nombre, pero es lo mismo. Es lo más fresco que hay; tomás una achilata y te da más sed y querés otra y otra”.

La mamá y la hermana de El Esquimal también son achilateras. En su casa hay cuatro bicicletas como las que él estaciona ahora en la peatonal. En la parte delantera de su bici, dentro de recipiente perfectamente aislado del calor, El Esquimal lleva cuatro tachos de achilata y uno de helado. Entre los refrescos, la proporción es clara. No hace falta aclarar quién manda en la calle.


La familia Corpus compra la achilata en una fábrica de Alderetes y hace años que viven de este trabajo ¿O será al revés? ¿Nosotros sobrevivimos el verano gracias a la achilata?