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"Los tucumanos no entendemos las rotondas"

Tucumanos al volante

Un relato de Matías Palacio, de su libro "Máximas Tucumanas - Humor Cítrico".

"Al tucumano sólo le importa pasar", describe el autor en su libro.





Los tucumanos no entendemos las rotondas. Y punto. Es así, no hay vueltas que darle. Esa circunferencia de concreto en medio de una intersección posee un nivel de complejidad que no podemos procesar.

Aquí las cosa es muy sencilla: el que viene más rápido tiene prioridad. Nada de esa locura vial que indica que el auto que está dentro de la rotonda tiene prioridad de paso. Eso es para zonzos. “Si yo tengo el auto más grande paso”, está muy claro el tema.

En algún momento de mi vida escuché a una experta en desarrollo vial defender las rotondas y decir que así funcionan. Decía que en todas partes del mundo existen y cumplen su función. “Lo que pasa es que aquí están mal hechas”, argumentaba. Contaba, además, que la única rotonda bien construida es la ubicada al pie del cerro San Javier.

Al margen de todo esto, al Tucumano sólo le importa pasar, poco le importa si están bien hechas o no. Si está a cien metros de la rotonda, y ve que a mano izquierda, también a cien metros, viene otro vehículo… ¡Ah no! le mete al acelerador y pasa a las chapas.

Lo que no podemos negar, es el extraño coraje y poco temor a los choques que tiene el tucumano ¡Es bien macho, papá! La posibilidad de salir herido de una coalición no lo amilana.

La rotondas tampoco ayudan a los tucumanos a desarrollar la virtud de la paciencia. Cuando hay mucho tránsito y se produce un embotellamiento / estacionamiento, lejos está el conductor de dejar pasar a otro o tomárselo con calma. Se activa algo en el cerebro del tucumano que lo activa a pasar como sea. “Yo pecho”, se grita a si mismo.

Efectivamente eso hace: se abre camino a lo bruto. Ah, qué sensación de placer y masculinidad siente el tucumano una vez que pasa. Es una victoria para su hombría y tucumanez. Avanza, deja la rotonda atrás pensando que es “muy banana”, y que todos los que quedaron atrás son unas tetas.

El momento cúlmine, de máxima tensión, se da cuando todos quieren pasar de prepo. Ahí empiezan los insultos y las vociferaciones. El miedoso, o cagón, no pasará jamás. Pero el macho, el que se la banca, el salao, intentará pasar. Se cree un guerrero iracundo que librará batalla pase lo que pase y avanzará. Entonces pecha, acelera y se mete. Y si llega al punto en el que choca, al igual que un guerrero, se va a hacer cagar.


*Este texto se titula Las Rotondas y pertenece al libro “Máximas Tucumanas -Humor Cítrico-”, del escritor Matías Palacio. La obra compila 28 relatos como este, con una impronta ácida, sobre hechos e historias que construyen, en palabras del autor, nuestra tucumanez. Se puede adquirir un ejemplar, con envío al domicilio, al número 381 - 5147851.