Hay muchos tucumanos que prefieren resguardar su dinero en corpiños y calzoncillos. La desagradable y temida costumbre de los billetes transpirados: ¿Un problema de la economía o de la salud pública? Por Exequiel Svetliza.
Foto ilustrativa
La escena se repite de forma bastante perturbadora para el cajero que, aunque no puede creer lo que ven sus ojos, ya sabe cómo sigue toda la secuencia: la mano se hunde en esos confines corporales adonde nunca llega la luz del sol, revuelve y rebusca hasta que encuentra. Lo que saldrá de esas profundidades es un puñado de billetes cansados de los trajines del mercado, arrugados, flácidos y mojados de humanidad. Del otro lado del mostrador, el carnicero sabe que, en tiempos de crisis, cualquier rincón es alcancía y que, como viene la mano, no hay margen para hacerle asco a nada. Ni al billete más impregnado de fluidos. Pero también se pregunta, como se preguntarán muchos, si no está ante una potencial arma biológica y si esa práctica milenaria de resguardo de valores no está poniendo en riesgo su salud. Inquietudes lógicas ante un flagelo estacional que genera repulsión y miedo en muchos tucumanos.
Nacido y criado en una familia de matarifes y carniceros, El Chino Ale se resignó a aceptar el mandato de la carne para continuar con el legado familiar y desde hace ya siete años que administra su propia carnicería en Leales. Con más destreza para los números que para el cuchillo y con más propensión a la reflexión introspectiva que a la sociabilización con la clientela, desde su puesto en la caja creía haberlo visto todo hasta que la realidad volvió a sorprenderlo el pasado domingo. La novedad para este hombre de 39 años con vasta experiencia en el rubro no era que un comprador le pague con billetes transpirados, sino que salieran de donde salieron.
Lo que era una media mañana dominical apacible en la carnicería se convirtió, de pronto, en el escenario de una secuencia que al Chino le crispó los nervios más que cualquier película basada en un libro de Stephen King. El pasmo se produjo cuando se apersonó a la zona de cajas un cincuentón ataviado con la displicencia propia de los domingos paganos: ojotas, short de fútbol, remera apolillada y gorra descolorida. A la hora de pagar por poco menos de un kilo de carne molida, el hombre, sin encontrar mayor resistencia del elástico que acusaba varias batallas, se bajó el short para sacar el dinero de su monedero circunstancial. Así lo relata el testigo directo de la acción: “Cuando me tiene que pagar, se baja el short y le veo todas las lanas… tenía la plata ahí y, aparentemente, tenía más plata abajo. Me ha pasado de clientas que se sacan los billetes de las tetas, pero es la primera vez que me toca ver que se los sacan de los huevos, como el veterano este. Entiendo que los shorts de fútbol no traen bolsillos, pero podría haber puesto la plata en otra parte, no sé…”.
¿Cuál fue su reacción ante esa escena más propia del porno soft de las trasnoches de The Film Zone que del salón de una carnicería? La turbación se hace evidente en su voz al recordar el episodio: “Me quedé mirando, haciendo un esfuerzo por tratar de ser lo más inexpresivo posible, y cuando el tipo pone los billetes sobre el mostrador… algunos estaban muy estrujados… entonces agarré la lapicera y, con la punta, los fui acercando hasta mi lado. Después agarré otros billetes y los usé como se usa el repasador para agarrar una olla caliente. Al que estaba más estrujado me ha costado mucho manipularlo porque a ese lo he tenido que alisar…Igual, el tío estaba como si nada, como si fuese lo más normal del mundo”.
Según revela el carnicero, aunque no es una situación de todos los días, es mucho más frecuente que algunas clientas opten por extraer el dinero del corpiño. Se trata de un fenómeno que suele darse en las épocas más cálidas del año: “Hay una clienta que tiene esa costumbre, se los saca de ahí y suelen estar transpirados, medio blanditos. Me lo ha hecho varias veces. La última vez vino a la carnicería con un bolsito, pero la plata estaba en las tetas. Al tipo lo entiendo porque no tenía dónde guardarla, pero a ella no”.
Por más aprehensión que le generen este tipo de transacciones signadas por las humedades corpóreas, El Chino opta por la resignación antes que incomodar a sus clientes. Y más en estos últimos tiempos donde los compradores llegan a cuentagotas por el mostrador de la carnicería: “Ahora, como está la cosa, no le puedo hacer asco a nada…se necesita vender. Le podría decir al cliente que no lo haga, pero se puede enojar y ofender. No creo que sea una buena idea hacerle pasar vergüenza al cliente… Seguro que, en una joyería, por ejemplo, no pasa algo así, pero nosotros estamos en la línea de fuego”.
Hasta hace no tantos meses atrás, el paisaje de la carnicería era otro los domingos. Apenas abría las puertas al público a las nueve de la mañana, ya tenía una fila de clientes a la espera de elegir los cortes para el asado familiar. Ahora, las compras son más raleadas y escasas en volumen. Según estima, las ventas han descendido alrededor de un 30% en los últimos meses: “Se nota que hay menos poder adquisitivo porque la gente ha empezado a ir menos seguido a comprar, recién los fines de semana se dan el gustito. Antes hacían cola para comprar los domingos y ahora pasan quince, veinte minutos, en los que no entra nadie. Muchos venían con la tarjeta Alimentar y aprovechaban para comprar algo de carne”.
“Desde mayo que tenemos prácticamente los mismos precios, subí sólo 200 pesos el kilo desde mayo hasta acá. Si bien lo demás sigue subiendo, si yo subo el precio, voy a vender todavía menos. El precio de la carne está estancado, pero la gente compra menos y a nosotros los costos fijos, como la luz, nos siguen subiendo bastante. Apenas llegamos a cubrir los costos con lo que estamos vendiendo ahora”, explica. El escenario que describe El Chino se replica seguramente en otros rubros de la economía en un país donde, según reveló el INDEC esta semana, el 52,9% de los habitantes se encuentra debajo de la línea de pobreza. En Tucumán, la cifra para el primer semestre del año arroja el 55,8% de pobres (tomando como referencia la población del Gran Tucumán-Tafí Viejo); unos 110.000 nuevos pobres en relación al último semestre de 2023.
Hace un tiempo que El Chino ha decidido procesar los avatares comerciales, familiares y muchas de las situaciones cotidianas de su trabajo al frente de la carnicería -como los billetes húmedos que sus clientes ocultan en los lugares más recónditos de su ser- a través del humor. Luego de participar de un taller de stand up con Juliana González, trajina bares y diversos escenarios relatando algunas intimidades como integrante del grupo de comediantes La Liga de la Injusticia, entre ellas, el episodio recurrente de las billeteras y carteras humanas: “En mi monólogo yo hablo de que estoy cansado y lo incorporo porque mi laburo es una de las cosas que más me cansan… Todo el quilombo micro y macro económico del país te hace sentir que no sirve de nada tanto esfuerzo. Uno ya carga con toda esa frustración y, encima, te pasan cosas como esta situación con los billetes que la gente se saca de la ropa interior. Me parece que es más gracioso hablar de eso en un monólogo que andar espantando a los clientes. El público reacciona y se ríe porque, de alguna manera, seguro han vivido algo similar”.
¿Muestra de devoción capitalista, apego excesivo a la tarasca o miedo a los dueños de lo ajeno? A la hora de entender esta inclinación de muchos tucumanos por llevar la moneda –literalmente- en la piel, se podría apelar a la sabiduría del astro Alfredo di Stéfano, quien para explicar cómo debía jugarse al fútbol recurría a la siguiente frase: “El balón está hecho de cuero, el cuero viene de la vaca, la vaca come pasto, así que hay que echar el balón al pasto”. Transpolada esta metáfora a la lógica del capital, podría decirse que, si el dinero se gana con el sudor de la frente (y también de otras partes), no sería entonces extraño el encuentro entre el billete y la secreción corporal como un maridaje casi natural dentro del sistema de producción capitalista. Lo cierto es que muchos prefieren ese modo más cutáneo, genital y hasta erógeno de resguardar el dinero en tiempos donde ni los lingotes de oro del Banco Central están a salvo de la rapiña.
Ante el avance actual de las billeteras virtuales y los diversos medios digitales de pago, este vínculo tan estrecho entre los usuarios y el papel moneda puede sonar cuanto menos extemporáneo para esta era. Para El Chino, lo digital puede ser tanto una solución a los billetes transpirados como la posibilidad de nuevos problemas: “Hoy por hoy se usan mucho las transacciones virtuales, pero me pregunto dónde guardarán la tarjeta”.
Billetes sudados: ¿un riesgo para la salud?
Uno de los mayores temores que enfrenta el carnicero de Leales al momento de recibir estos billetes impregnados de sudores y, tal vez, otros fluidos corporales, es la posibilidad de que los mismos puedan transportar peligrosos virus y bacterias. No es el único que tiene ese miedo. En tiempos donde dejamos jirones de vida para ganar unos billetes que nunca parecen suficientes para satisfacer nuestras necesidades ¿pueden esos mismos billetes condenarnos a la enfermedad o a la muerte? Veamos entonces qué tiene para aportar la ciencia respecto a esta paradoja.
“Un billete es un vehículo transmisor de gérmenes y bacterias, como el pasamanos de un colectivo”, comenta la infectóloga tucumana Karina Faccioli. Si bien los billetes son considerados vehículos de transmisión como el resto de las superficies de alto contacto, según la especialista, no existe evidencia científica que indique su mayor peligrosidad a la hora de la propagación de determinadas enfermedades: “Las situaciones de contagio siempre tienen más que ver con el uso de las manos, aunque el contacto de los billetes con el cuerpo nos expone si están contaminados”.
Según explica la especialista, no es que los billetes generen alguna enfermedad específica, pero ayudan a transportar gérmenes que, al ingresar a un organismo con las defensas bajas, puede provocar alguna enfermedad: “El billete es un vehículo transmisor de gérmenes, no de enfermedades, eso depende del estado inmunológico. Si yo al momento de entrar en contacto con el billete me encuentro con algún factor de riesgo, esa contaminación del billete me puede generar alguna complicación de salud”.
Para Faccioli siempre es recomendable que los billetes no estén en contacto estrecho con la piel, por eso es preferible evitar transportarlos en la ropa interior: “Son situaciones culturales y costumbres que, muchas veces, son milenarias. La gente, para preservarlos, prefiere llevar los billetes encima. Pero, si hablamos de cuestiones higiénicas, lo mejor es usar los billetes de forma rutinaria y tratar de colocarlos en alguna superficie, como un sobre, y que no estén en contacto directo con la piel porque llevan una contaminación (insisto: no una enfermedad) y puedo estar en contacto con gérmenes o bacterias”.
“Hay mucha gente también que cuenta los billetes con la saliva y los gérmenes tienen un tiempo de vida que puede ser de 24 horas hasta una semana, por eso hay que evitar contar plata con la saliva”, recomienda la infectóloga quien aprovecha para desmitificar la efectividad de los productos de limpieza a la hora de desinfectar el dinero, como muchos hicieron durante la pandemia de Covid: “Tampoco es recomendado limpiarlos porque no es una práctica que nos asegure la descontaminación del billete”.
A su vez, asegura que el contacto de los billetes con la piel transpirada también puede propiciar algunos inconvenientes para la salud: “La transpiración favorece a que sea una puerta de entrada para los gérmenes y las bacterias. Se puede lastimar la piel y este vehículo transmisor puede generar algún tipo de reacción como infecciones, dermatitis, celulitis infecciosas y otros problemas”.
En materia de capitales, se sabe que hay plata más sucia que otra y también muchos expertos en lavado de dinero que siempre terminan lavándose las manos. Ajenos por completo a esos yeites y grandes negocios de guantes blancos, a los ciudadanos de a pie sólo nos queda preservar las medidas de higiene para conservar la salud, mientras, por más que intentemos ocultarlos o retenerlos con nosotros, los billetes se nos esfuman cada vez más rápido de las manos. Así lo recomienda la especialista: “Lo más importante siempre es el lavado de manos y evitar los contactos con superficies contaminadas. La recomendación es el lavado de manos permanentemente cuando se está en contacto con los billetes, pero también si se va a tocar a un bebé, a un niño o a un anciano. El lavado debe ser siempre con abundante agua y jabón, por arriba y debajo de las manos, y entre los dedos. Muchas infecciones surgen por falta de lavado de manos, por eso es tan importante”.