HISTORIAS DE ACÁ

Dejó el cotillón para ser albañil: la inspiradora historia de una mamá tucumana

La vida le dio una segunda oportunidad y Vanesa no dejó que nada se interponga en su camino para cumplir su meta junto a sus cuatro hijos. Después de vencer al cáncer, con sus propias manos levantó las paredes de su casa.

04 Sep 2022 - 13:12

Vanesa junto a sus hijos.

Cuando Vanesa era chica su papá le decía que no tenía dudas de que ella conseguiría lo que se proponga por su carácter y perseverancia. Él supo ver las cualidades de su hija y la alentó. Con 35 años y cuatro hijos, Vanesa enorgulleció a su papá y, con hechos concretos, terminó por darle la razón: Hace dos meses, con sus propias manos comenzó a levantar las paredes de su casa.

Antes de ir a trabajar a las obras, Vanesa deja a sus hijos en la escuela. “A uno de mis hijos le preguntaron por qué su mamá venía con ropa sucia. Y él les contó orgulloso que yo soy albañil. Desde ese día me lleva de la mano hasta la escuela. Él es feliz y está orgulloso de su madre”, relata en diálogo con eltucumano.com.  

Se crio con cinco hermanos varones y dos mujeres en el barrio Prolongación avenida Alem en Tafí Viejo, muy cerca del barrio La Nina Velardez, donde hoy construye su casa. Como muchas mujeres tucumanas, Vanesa sufrió violencia de género en su propia casa por parte del padre de sus hijos: Leonel de 13 años, Flavio de 17, Fer de 15, de Ignacio de 12. Cuando pudo, con el apoyo de sus allegados hizo las denuncias correspondientes y logró terminar con esa relación, y se convirtió en madre soltera.

Para poder poner un plato de comida todos los días sobre la mesa, Vanesa trabajaba haciendo cotillón por encargo y pinturas. Después de una batalla legal con su expareja, logró comenzar a recibir los subsidios estatales que les correspondían a sus hijos.


“Él venía cobrando los subsidios de mis hijos. Con mi primer salario  $18.000 que pude cobrar,  de comencé a hacer las primeras paredes de mi casa, pero no me alcanzaba para avanzar mucho más. Necesitaba trabajar”. Es ahí cuando comenzó a hacer talleres de formación en plomería, huerta y además se capacitó en temáticas relacionadas a prevenir la violencia de género.

Cuando todo comenzaba a verse un poco mejor, Vanesa cuenta que, con 32 años le diagnosticaron cáncer de ovarios y tuvo que someterse a un tratamiento con rayos y quimioterapia. “Fue muy traumático, no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Mi cuñado me llevaba a las 5 de la mañana a hacer rayos y a las 7 la quimio en la maternidad. El 28 de febrero terminé con mi tratamiento, justo antes de la pandemia”, recuerda.

“En esos días también lo diagnostican a mi hijo Fer. Me dicen que tenía síndrome de asperger. No sabía que era eso. Cada vez que hablaba del tema me ponía a llorar. Le hacían bulling, yo me preocupaba por él. Por suerte hoy está estudiando y está muy bien”, detalla.

Luego de vencer al cáncer, Vanesa estaba lista para aprovechar al máximo esta segunda oportunidad que le dio la vida. “En plena pandemia a principios de 2021, empezaron a llegar algunos proyectos nacionales para mejorar el barrio en el que vivo. Se estaban por hacer las veredas y por colocar árboles y buscaban personas que vivan en el para que trabajen en las mejoras. Me presenté a las entrevistas laborales y les conté de mi situación de salud y les pedí por favor que me consideren. Les dije que yo iba a poder. Ahí fue cuando me dieron la oportunidad de sumarme”, expone.

Vanesa señala que esa oportunidad fue clave para que ella comience a formarse en tareas de albañilería. Empecé trabajando como un obrero más, se me instruyó para manejar el camión hormigonero. Tenía que tirar el hormigón para las veredas. Me enseñaron a hacer la nivelación y rellenado. Con ese dinero pude empezar a comprar materiales para mi propia casa. Ladrillos, perfiles”, recuerda.

Con el tiempo sumó la responsabilidad de las tareas administrativas en la obra, manejo de planillas y conteo de herramientas. Al terminar ese proyecto, y por su buen desempeño, desde la Secretaría de Promoción Social de Tafí Viejo, a cargo de Daniela Bravo le propusieron sumarse a las cuadrillas fijas de trabajo del Programa de Mejora del Hábitat Social de Tafí Viejo.  Es a partir de este programa también, que Vanesa logró contar con el asesoramiento técnico para poder realizar con sus propias manos, las mejoras en su vivienda.

Es muy lindo tener la oportunidad de aprender y que esos conocimientos los puedas llevar a tu casa, es hermoso. Estoy agradecida, me gusta lo que hago. Además, puedo ayudar a otros a construir sus casas, como me ayudaron a mí. Todos los días aprendo algo nuevo”, subraya.

Con su relato Vanesa deja sentado explícitamente que no quiere dar lástima contando su historia de vida, sino que quiere dejar un mensaje completamente distinto. “Quiero mostrarles a las mujeres que todos y todas nos podemos superar. Ser madre no te impide ser chofer, albañil o plomero. Hoy estoy haciendo un trabajo que supuestamente era para hombres y me siento destacada entre mis compañeros. Es cuestión de conocer de qué se trata y tener la voluntad de aprender, siempre y cuando te guste. Muchas se sienten de antemano incapaces por el desconocimiento de las tareas”, indica.


“Mi fuerte es el revoque fino. Es algo tedioso de hacer y lastima la mano. También me gusta hacer las carpetas. Estoy en los detalles, me gusta que quede prolijo. Aprendí a levantar paredes, tomar medidas, techar, preparar y colocar revoque grueso y fino. Poner pisos, preparar mezcla, colocar perfiles”.

La casa de Vanesa y sus hijos tiene tres habitaciones, un baño, un lavadero y una cocina comedor. Hoy trabaja en el revoque grueso. “Empecé hace dos meses con las mejoras en mi casa. Levanté las paredes de las habitaciones y teché. Falta el revoque fino, colocar el cielo raso y el piso”, cuenta.

“Todavía me falta aprender, pero es un trabajo lindo. Me gusta lo que hago. He techado, levantado y revocado las paredes de mi propia casa”, señala y agrega: “Me encantaría poder mostrarles a las mujeres con mi experiencia, que si pueden. Me ha pasado de estar en la calle y hoy tengo mi propia casa. Eso ocurrió porque me han incluido, me dieron una oportunidad y lo más importante es que me han enseñado un oficio”, enumera.

 “Me siento orgullosa de asumir esta profesión, es un trabajo digno, les doy de comer a mis hijos, les doy lo mejor. En mi casa lo valoran todo el tiempo. Mis hijos me ayudan a armar la mezcla, se turnan para cocinar y lavar la ropa de todos. También saben que tienen que mantener la casa limpia. Ha sido un antes y un después en mi vida. No solo he trabajado, he aprendido. Eso es lo importante”, concluye.


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