Su padre le armó una radio cuando era chico y no la soltó más: conduce programas donde pasa música romántica, tropical y escucha historias para escribir un libro. Pasen y escuchen.
Claudio Barrientos, la voz de Cadena Fuego.
Suena el teléfono de la 104.9 radio Candilejas: “Hola, buenas noches, te comunicaste con Directo al corazón, ¿con quién hablo?”. La voz de fm que atiende es la de Claudio Augusto Barrientos, el conductor al momento del llamado del programa romántico que pasaba música para amar o para llorar por el amor. Llamados, mensajes, declaraciones, volvé conmigo, te juro que cambié, no imagino mi vida sin vos y también historias de vida cero color de rosa: “Sí, hola, Claudio. Soy Susana. Aquí estoy escuchándote desde mi casa, encerrada en mi pieza. Me gusta escucharte. Sos la única persona con la que puedo hablar”.
Claudio Augusto Barrientos es actualmente la voz de Cadena Fuego. Tiene 32 años y desde los 20 empezó a conducir programas de radio, una pasión que conoció cuando don Arnaldo Barrientos, su padre, le hizo con sus propias manos de inventor la primera radio: “Mi viejo me la armó: la tenía al costado de la cama. Todas las noches me dormía escuchando la 100.5, radio Metropolitana. Desde entonces me gustó la música romántica. Cuando yo era oyente, también he dejado mi teléfono para conocer a alguien. La radio siempre fue una compañía o la posibilidad de encontrar una compañía”.
Esa necesidad de compañía nos lleva al llamado de arriba, cuando sonó el teléfono de la 104.9: “Se llamaba Vanesa. Fue la historia más fuerte que me pasó, por eso me acuerdo. Yo conducía Directo al corazón de diez a doce de la noche. Y me llama esta chica contándome su historia: literalmente estaba encerrada en su casa porque tenía prisión domiciliaria. Con el correr de las noches me fue contando su historia, pero básicamente fue una situación de vecinos donde ella intervino y mató a un hombre de un puntazo defendiéndose. Le dieron cuatro meses en la cárcel de prisión preventiva y después la domiciliaria. Ahí llamaba y me decía: ‘Sos la primera persona con la que hablo. No quiero salir de mi pieza. No como. No hago nada. Sos una luz para mí’. Tenía unos tíos que hacían dulces y me mandó una bolsa llena alfeñiques y alfajores, como agradecimiento. Después perdí el contacto con ella”.
La aventura de Claudio Barrientos con la radio había comenzado un domingo con un programa a la tarde de rock que no escuchaba nadie: “Teníamos tres o cuatro oyentes. Mi amigo, Carlos Granero, me había invitado a conducir, pero yo le decía que no tenía voz ni para vender limones. Pero me fui animando y arrancamos con un programa divertido en radio Echeverría, una casa frente a la plaza del barrio que empezó a andar cada vez mejor. Teníamos un estilo descontracturado, con mucho humor y tuvimos nuestra primera audiencia. Algunos todavía me dicen que me escuchaban desde que estaba en el barrio”.
Dos años después, Claudio empezó en la Candilejas donde, salvo historias fuertes como la ya relatada, básicamente se convirtió en un Cupido radial: “Era como el Tinder de hoy mi programa. Antes, no hace tanto, para conocer a alguien tenías que llamar a la radio. Tirabas consignas, pasabas números, unías parejas. Hay gente que hoy en día está casada y con hijos. Nunca ligué un casamiento, pero sí muchas personas se conocieron a través de la radio”.
Quizás ustedes eran muy chicos, pero antes poníamos un cassette virgen para grabar la música que pasaba la radio elegida, armábamos un compilado con los mejores temas y tenías que estar atento al botón de pausa para que la publicidad de la radio te arruinara la canción. Con ese botón hay que pausar la historia de amores y conquistas y detenernos en un programa que tuvo Claudio ya en la 97.9 radio Show. Y pensar en la belleza silenciosa que esconde la radio, con voces capaces de hacernos imaginar un mundo desde el living comedor del departamento de la abuela del dueño de la radio en los gloriosos monoblocs del Barrio Oeste II, el corazón de la provincia, como lo define nuestro protagonista: “Radio Show era ahí, en el living de la familia. Y yo sentado todas las medianoches mientras dormían o se levantaban durante la madrugada para ir a la cocina a tomar un vaso de agua. Era incomodísimo, pero ahí estábamos. El dueño de la radio había puesto la antena en la terraza del edificio y tenía mucho alcance”.
Después de trasladarse a un local de la Olazábal y Paraguay, a pasitos de la Comisaría 12, trasladaron la antena al cerro para tener todavía más alcance y así se iba sumando la gente: es decir, la audiencia fiel de Claudio Barrientos, el cupido radial, y también los pecadores infieles que elegían amarse a escondidas en las habitaciones del hotel Déjà Vu, un hotel alejamiento, albergue transitorio o telo para los que no conocen: “Tengo un amigo que tiene el hotel y me propuso la idea de hacer un programa exclusivo que se llamaba El Especial del Hotel Déjà Vu, antes de llegar a Yesterday”.
Claudio Barrientos transmitía el programa de radio del hotel Déjà Vu todas las noches, pero para eso había información que necesitaba saber: “Desde el arranque explotó el programa. Más de 300 mensajes por noche llegaban. Me acuerdo que tenía que hablar de las habitaciones temáticas del hotel: estaba la Caribeña, con palmeras dibujadas en las paredes y arena, la de Sadomasoquismo, con un par de látigos; la Egipcia, con pirámides y el asiento del faraón; la Oriental a ras del piso, y la New York con los edificios con luces”, se ríe Claudio, quien en cuestiones de temáticas no fallaba: “¿Cuál fue el lugar más loco donde hiciste el amor?”. La respuesta que recuerda dice: “Una chica había contado que fue en la oficina del jefe con el hijo del jefe”.
Luego de llevar su voz a radios en Lomas y barrio El Bosque, Ruth Oscari, de Cadena Fuego, le ofreció el horario del trasnoche en el estudio que funciona en Maipú y Sarmiento, una pequeña puerta roja al lado del bar 24 horas que mantiene la estructura de una estación de servicio: “Me comentó que la dueña de la radio, la señora Nerea Villareal, estaba interesada en que condujera un programa de música tropical en el horario de 21 a 00. Es otro ritmo la movida tropical comparada con la romántica, pero me gustó: tenés que estar bien pilas, arrancás hablando al compás del cuarteto que pasan o de la cumbia que suena. Y después de eso sí agarro la madrugada hasta las 3 con la música romántica. Es hermosa la noche de aquí, con muchos tacheros del Casino pidiendo temas, las mozas acercándose por una canción, la radio en su estado más puro”.
Aprendiz de capos de la frecuencia modulada como Marcelo Rodríguez, Roberto Romero o Tincho López de la Roisen, Claudio Barrientos se sienta en el estudio, controla que todo esté en orden y se despide: “La radio es todo. Un cable a tierra. He llegado a veces a la radio con muchos problemas encima, pero me calzo los auriculares, salgo al aire y soy otra persona. Me cambia el autoestima, que la gente te mande mensajes. Es hermoso sentirte querido y compartir momentos con colegas a los que escuchaba cuando era chico, esas noches, con la radio que me había armado mi papá, hasta dormirme”.