Diez mil Cirujas en Chaco y una tribuna selecta: las presiones de Luis Rey, la cábala del cine y el recuerdo inédito de aquel 31 de julio que marcó a fuego al gran equipo de Nelson Pedro Chabay. Imperdible. | Por Gabriel Sanzano
La emoción de Nelson Pedro Chabay.
El 31 de julio de 1988 no fue un domingo cualquiera. Al menos no en nuestra provincia. Promediaban las 18 horas cuando la habitual calma dominical se vio quebrada irremediablemente por una multitud enardecida que no dejaba rincón sin teñir de rojo y blanco: hace 31 años, San Martín conseguía su primer ascenso a primera coronando una campaña notable que había empezado un año antes en la Liga Tucumana y que culminó en la máxima categoría, logrando tres ascensos en siete meses, 2 en tan solo 45 días.
Aquel domingo empezó como muchos otros: matecitos mañaneros, el diario que traía las formaciones de los equipos que jugaban una final en Resistencia y algunas otras noticias menos importantes, o al menos hoy totalmente olvidadas. Aquella mañana de domingo, aunque no se haya notado tanto, tenía las calles más vacías y tranquilas de lo que suelen estar en esos días no laborables: 10 mil tucumanos faltaban en nuestra ciudad y a esa altura ya copaban Chaco con sus gorritos y alguna que otra bandera (no se usaban tantas camisetas como hoy).
A medida que pasaban las horas, la calma de las arterias de la ciudad contrastaba cada vez más con el tránsito endemoniado y revoltoso que corría por las arterias de los cuerpos Cirujas. La sangre hervía y no dejaba a nadie estar sentados. Cada minuto que pasaba, ese domingo se diferenciaba a pasos agigantados de los otros domingos, de los domingos comunes a los que se había parecido en la mañana. A la hora del partido, muchos, que esperaban verlo por Canal 8, como se había anunciado, se tuvieron que conformar con la radio. El partido se trasmitiría, pero en diferido con 45 minutos de retraso: demasiado tiempo para un corazón que llevaba una semana sin pensar en otra cosa.
Luis Cisterna, que viajó a Chaco como Jefe de Operaciones para la trasmisión del canal cuenta que tenía todo preparado para salir en directo, recuerda: “Estábamos en Chaco, con la técnica lista para trasmitir el partido en vivo desde allá, pero el mismo día nos enteramos que íbamos a tener que pasarlo con 45 minutos de retraso. De hecho, nosotros trasmitimos en vivo para el canal, y fue aquí en Tucumán donde tuvieron que diferir el partido. El Canal 4 de Chaco lo pasó en directo con nuestras imagenes".
El motivo de esta decisión fue motivado por los productores radiofonicos que adujeron competencia desleal: “Con el tiempo me enteré que fue Luis Rey, a quien le tuve un gran aprecio, uno de los que frenó la trasmisión en directo. Él le reclamó a Mirkin y al presidente de Chaco For Ever metiendo presión para que no nos dejaran pasar el partido”, recuerda Cisterna.
No obstante este impedimento hubo un grupo minúsculo y privilegiado que logró ver el partido por tv y en vivo. Gerardo que fue uno de ellos y nos cuenta: “El canal recibió el partido en simultáneo, pusieron una pantalla y solo unos 20 ó 30 invitados, la mayoría familiares de trabajadores, como yo, pudimos verlo en vivo. Montaron una pequeña tribuna y una pantalla gigante. Todos gritamos los goles, después de ahí, la mayoría fuimos a la plaza y la ciudad estaba colapsada de gente festejando”.
Los que no tuvieron la suerte de Gerardo tuvieron que seguir el partido a través de la radio y ese fue el caso de Alejandro Bellomio, conocido hincha fanático del club que guarda grandes recuerdos de aquella tarde: “Yo jugaba al rugby en Cardenales, y con mi hermano fuimos a ver a la Primera que jugaba en Tarcos, teníamos la radio pegada a la oreja y solo estábamos pendientes de los Santos. Cuando Jorge López hizo el segundo gol, la mayoría de la gente estaba en el club lo gritó y casi todos abandonamos el predio y nos encaminamos a la plaza, fue una locura total”.
Pituto, como lo llaman sus amigos, tenía 15 añosy cursaba la secundaria en el Colegio Sagrado Corazón. Se define un Ciruja “contranatura”: “En mi colegio la mayoría era de Atlético. El lunes después del ascenso no hubo clases porque se rendían las previas, y yo pude ir a la plaza a recibir al plantel, me paré en el farol más alto de las escalinatas de Casa de Gobierno y ví llegar al ómnibus con los jugadores. En el techo venia el Mocho Sánchez arengando desde arriba”.
Hubo otros hinchas que jugaron a dos puntas, como Emanuel, que cuenta haber seguido el partido en vivo por radio y en diferido por la tele: “Para mí ganamos 4 a 0, jajaja, grité dos veces cada gol. Iba escuchando que ya estábamos casi ascendidos mientras veía el primer tiempo por la tv. De verdad grité los goles en diferido que ya había gritado por la radio”.
Pero sin dudas, la historia más llamativa de todas es la de Oscar, que tenía 42 años y sus nervios lo llevaron a no querer saber nada del partido: “Decidí ir al cine a la hora que se jugaba la final. Sentía que el corazón no me iba a aguantar. Tuve miedo de que me pase algo. No quería ni verlo, ni escucharlo, ni escuchar bombas, ni gritos, ni silencios, ni nada de nada. Por eso decidí meterme en el cine".
"En el 92 lo volví a hacer contra Brown, pero esa vez fue más por cábala que por otra cosa. Me metí al Majestic, ni vi la película, al día de hoy que no me acuerdo cuál era. Solo Pensaba que cuando saliera a la calle 24 de Septiembre iba a enterarme si ganamos o perdimos por los festejos o el silencio. Fueron dos horas eternas. Nunca vi una película tan tenso. Cuando salí de la sala y empecé a escuchar bocinazos, corrí a la calle gritando y saltando. Como cinco horas después me enteré que el resultado había sido 2 a 0 y quiénes hicieron los goles, ni pregunté de la euforia que tenía. La verdad que no me puedo acordar que película era la que entre a ver, pero te aseguro que tuvo el mejor final de la historia del cine”, concluyó oscar, protagonista de otra de las historias, secretas, desconocidas, aquellas que hoy salen a la luz.