LA SENTENCIA

Operativo Independencia: testimonios del horror antes del horror

En Tucumán se vivió la antesala de lo que sería el plan sistemático de desaparición forzada de personas implementado a partir de 1976 con el Proceso. A partir de 1975, en la provincia comenzaron a operar bajo las órdenes de Acdel Vilas y luego, de Domingo Antonio Bussi. Los sobrevivientes y los familiares de desaparecidos relataron lo que vivieron

15 Sep 2017 - 03:12

Imágenes de los desaparecidos en el TOF. Foto: Sec. de Comunicación Pública

Este viernes se conocerá la sentencia del proceso que lleva adelante el Tribunal Oral Federal (TOF) de Tucumán en la megacausa Operativo Independencia, en donde son juzgados 17 imputados por crímenes de lesa humanidad. El debate comenzó en mayo del año pasado, se realizaron 88 audiencias y declararon 455 testigos. Es el primero en el que se juzgan los delitos de lesa humanidad cometidos antes del golpe de Estado, en lo que se conoce como el ensayo del genocidio, la antesala de un plan sistemático implementado desde el Estado.

Se encuentran imputados: Roberto Heriberto Albornoz, Ramón César Jodar, Ricardo Oscar Sánchez, Miguel Ángel Moreno, José Luis Del Valle Figueroa, Jorge Gerónimo Capitán, Enrique José Del Pino, Alfredo Alberto Svendsen, Néstor Rubén Castelli, Luis Armando De Cándido, Pedro Adolfo López, Jorge Omar Lazarte, José Ernesto Cuestas, Francisco Camilo Orce, José Roberto Abba, Omar Edgardo Parada y Manuel Rubén Vila. 

A continuación, algunos de los testimonios expuestos durante las audiencias realizadas en el TOF, extraídos del blog Represores de Tucumán:


A ella le falta su hermana; a él, sus padres

El matrimonio formado por Carmen Gómez y Héctor Hugo Gargiulo fue secuestrado la madrugada del 5 de marzo de 1976, en la casa de la madre de ella. “Escuché la voz de mi hermana y el bebé lloraba sin consuelo”, recordó en su testimonio Graciela Gómez, hermana de Carmen. 

“Cachi”, como le decían, pidió esa noche un abrigo y se lo negaron. “Me hice mucho problema después pensando que ella podía estar pasando frío”, dijo Graciela que hasta la fecha sigue buscando a su hermana y su cuñado.

“Cachi se pasaba sacándole fotos a Pablito”, comentó Graciela sobre el hijo del matrimonio, que se salvó del secuestro. “Nos hemos perdido la mirada que ella había tenido de su hijo”, agregó.

Pablito es hoy el abogado querellante Pablo Gargiulo. “Ha sido terrible. Ha sido devastador. Yo todavía me acuerdo cuando nos sentamos alrededor de la mesa y ninguno podía hablar”, le dijo Graciela a su sobrino en la audiencia. “Había una incerteza total. Ni siquiera pensábamos en hacer planes porque el mundo había cambiado totalmente”, recordó.


El recuerdo de una madre

Marta Lía Ceridomo de Gómez también declaró. Tras la desaparición de su hija, se convirtió en una de las primeras Madres de Plaza de Mayo en Tucumán. Crió a su nieto Pablo y durante la causa, declaró en frente de él. 

Marta habló de su hija Carmencita. “Era una familia donde el sol salía todos los días”, recordó. “Nuestra escuela fue cortada, yo por mi casamiento y mi marido por la guerra”, dijo tratando de explicar por qué para ellos era tan importante que sus hijos estudien. “Es posible que les hayamos hecho un mal”, soltó más como ironía que como aseveración. “Porque sabiendo pensar…”, agregó irónica.

“Solo quiero decirle algo: Usted es la persona más valiente que yo conozco”, le dijo su nieto Pablo, el abogado, cuando terminó su testimonio.


Se llevaron a su padre y después a su bebé

Estela del Valle Gómez también declaró en el megajuicio "Operativo Independencia". Ella sufrió la desaparición de su padre primero y de su bebé después. “Eran las 5 de la madrugada y nos despertamos con ruidos de vehículos que rodeaban la casa" recordó sobre el día que se llevaron a su padre. Eran cinco hombres uniformados y armados, con los rostros cubiertos, los patearon la puerta y entraron, golpearon a su padre y se lo llevaron.

"Nos apuntaron a la cabeza con ametralladoras. Buscaban a mi padre. Le preguntaron si él era Canaro, y como contestó que no, lo golpearon en la cabeza mientras mis hermanitos lloraban, estaban muy asustados y le pedían a los policías que no golpearan más a su papá”, detalló. 

“No entendía por qué se lo llevaban si él era un hombre trabajador y no un delincuente”, lamentó. Un militar del Regimiento 19 de Infantería le dijo a su madre que ya no lo buscara porque "ya no existe’.

“Después de la desaparición de mi padre quedamos muy mal porque nos quitaron la casa, tuvimos que ir a vivir a otro barrio y quedamos desamparados. No pudimos terminar la escuela, éramos pobres y decidimos trabajar para sobrevivir ya que nadie nos ayudó”, explicó. 

En el 77, el horror volvería a despojarla de un ser querido. En eseaño, ella tenía 15 años y estaba embarazada. Un suboficial del Ejército que se identificó como Mario Rodríguez le prometió que criaría a su hijo si ella se iba a vivir con él. Después de dudarlo, aceptó porque le aseguró que no se lo quitaría. 

"Me llevó a Mendoza y después a Rosario de la Frontera donde tuve mi bebé”, recordó la mujer, quien tras el parto no volvió a ver a su hijo, al que sigue buscando luego de radicar una denuncia en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI).


Los cuatro “extremistas” abatidos: enfrentamientos inventados

Ese día, los diarios de Tucumán, Salta y Córdoba informaban que cuatro ‘extremistas’ habían sido abatidos. Se trataba de Hugo Silvio Macchi, Daniel Cantos Carrascosa, Abel Herrera y Adán Leiva. 

David Arnaldo Leiva, hermano de Adán, recordó que: “Esta metodología de la simulación de enfrentamientos formaba parte de una acción psicológica de lo que fue el terrorismo de Estado”. “Fue tan sistemático, como el caso de mi hermano que está constatado que fue secuestrado antes que aparezca muerto en un supuesto enfrentamiento con personas que no fueron detenidas con él”, agregó. El día que se lo llevaron, estaba con su pareja, Graciela Barcalá, en una habitación alquilada. Desapareció el 19 de septiembre de 1975 a las tres de la mañana. Eran unos 20 uniformados quienes irrumpieron esa noche en el lugar.

Carlos Macchi, hermano de otro de los “extremistas”, fue el encargado de reconocer el cuerpo. “La impresión que me dio era de una tortura no hecha para sacar información”, indicó. “Había ensañamiento y sadismo”, describió. 

Adán, Hugo, Abel y Daniel se conocían entre sí. Sin embargo, a partir de los diversos testimonios, solamente Daniel y Abel fueron secuestrados en la misma oportunidad. Los cuatro cuerpos aparecieron casi un mes después de que sus familiares emprendieran la búsqueda.

Marcelo Patricio Abregú les alquilaba la habitación. Con su testimonio recordó que en ese lugar no hubo enfrentamiento alguno. Que Adán fue llevado vivo junto a Graciela. Que Graciela estaba embaraza de tres meses. Que la aparición del cuerpo de Adán fue una puesta en escena.


Perdió a sus padres: dos secuestros en menos de 24 horas

“Recuerdo que mi mamá me tomó en brazos”, dijo Silvina Leonor Sosa, que vio por última vez a su madre cuando tenía 6 años, el 15 de febrero de 1975. Se llamaba Leonor Millán. “Me acuerdo que le hacían dar la cabeza contra la pared y la pateaban. Cuando se la llevaron, para mí, ya iba muerta”, dijo Silvina. El día anterior, el padre de Silvina, José Antonio Sosa, había sido secuestrado camino a una reunión que tenía en la iglesia Pío X de la capital tucumana. “Todos los días, hasta que me casé a los 20 años, estuve esperando que me vengan a buscar”, confesó al final de su declaración. “Todas las mañanas me despertaba y me fijaba si mi abuela respiraba”, dijo y sintetizó el miedo que la acompañó tras la pérdida. 


Torturas, nacimientos y el desprecio después de la libertad

Durante el juicio, los magistrados escucharon los testimonios de Roberto Jorge y Juan Eduardo Liacoplo, dos hermanos que fueron secuestrados durante 1975 en Lules.

“Nuestra pesadilla comenzó el 7 de febrero, cuando la Policía y miembros del Ejército Argentino irrumpen en nuestra casa familiar”, comentó Jorge, que fue alojado en la Escuelita de Famaillá. “Había sesiones de tortura todas las noches y se escuchaban gritos de dolor”, detalló.

“Un día sentí un nacimiento en cautiverio y luego los gritos de una mujer pidiendo que le mostraran al bebé", recordó. También admitió que escuchó fusilamientos.

Juan Liacoplo señaló que había participado en el Tucumanazo y que se presentó ante la citación porque “no tenía nada que esconder”. "Una vez en el Ingenio me vendaron los ojos y me ataron las manos y los pies", agregó. “Sentí que había otras personas pero no pude ver quiénes eran", continuó.

"Luego nos subieron como bolsas a un camión y nos llevaron a otro lugar", agregó. “Ahí empezaron los interrogatorios y cada vez que eso sucedía recibíamos golpizas y usaban picanas", precisó.

Los hermanos Liacoplo coincidieron al señalar que cuando les devolvieron la libertad, sus vecinos le tenían miedo y tuvieron que romper los lazos con la gente porque estaban mal visto y tuvieron que abandonar su pueblo natal para irse a vivir a otro lado.

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