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Nosotras paramos. Nosotras abortamos

OPINIÓN

¿Por qué un paro de mujeres? Históricamente, al movimiento de mujeres le sobró ingenio. Inventamos y tomamos prestado los métodos más diversos de protesta. Desde la desobediencia civil hasta pañuelazos; protesta callejera, “tetazos” y ahora, decidimos hacer un paro. Y no uno cualquiera, uno internacional. Pero ¿por qué nos quejamos las mujeres?

Foto de Facebook Aborto Legal Tucumán


Pensar un paro de mujeres implica pensar(nos) como un grupo social con demandas específicas, intereses propios, causas comunes. Implica reconocernos como un sector productivo que sostiene la economía la mundial. Un paro de mujeres aboga por poner en valor al trabajo doméstico, a la tarea reproductiva y el cuidado afectivo. Visibilizar nuestras tareas cotidianas para señalar, allí donde está naturalizada, la desigualdad. Porque el trabajo y el reconocimiento no se reparten de forma igualitaria. Existe una jerarquización social de las tareas y los cuerpos, que asigna mayor valía al universo masculino, que tiene privilegios que el resto de las personas no tenemos. Entonces, por eso, paramos. Un paro como el de los sindicatos, pero de mujeres. Nosotras paramos, porque nosotras trabajamos. Como dice la consigna, las mujeres movemos el mundo, ahora lo paramos.

Ahora bien, este paro internacional de mujeres en nuestro país está más verde que nunca. Pero un verde que no connota inmadurez, sino que es signo de lucha. Un verde que acumula años de organización y militancia, de convicción y entrega, de discusiones, de espacios conquistados. Un verde violeta. Un verde Campaña. El debate en torno a la legalización del aborto adquirió una fuerte y acelerada visibilidad pública en los últimos meses gracias a la incansable actividad del movimiento de mujeres. 

Sabemos que nada puede esperarse del gobierno de Mauricio Macri, que ya recortó el presupuesto 2018 del Instituto Nacional de las Mujeres en un 17%, pero el movimiento feminista logra igual marcarle la agenda parlamentaria al gobierno. No fue Rial. No es cortina de humo ni distracción. Somos nosotras. Si algo sabemos las feministas es meternos sin permiso en espacios donde no somos bienvenidas para instalar nuestras discusiones y plantar nuestros cuerpos. También sabemos aprovechar coyunturas y arrancar conquistas, porque estamos organizadas y hacemos política. Por poner dos ejemplos, logramos la ley de divorcio en 1987 y la ley que asegura un piso de paridad electoral, mal llamada cupo femenino, en 1991. Gobiernos que lejos estaban de identificarse con la causa feminista aprobaron estas leyes.

La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito es la síntesis de años de lucha feminista por nuestro derecho a decidir. Fue gestada en los Encuentros Nacionales de Mujeres y lanzada oficialmente en mayo del 2005. Logró convertirse en una alianza plural, transversal y federal, que cuenta con la adhesión de más 300 organizaciones y personalidades vinculadas a la defensa de los derechos humanos, conquistando el apoyo de miles y miles de personas. En esta ocasión, la Campaña presentó por séptima vez en el congreso el Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria Del Embarazo (IVE), que cuenta con apoyo de diputadas y diputados de todos los bloques. Las cuatro primeras firmas de Victoria Donda (Libres del Sur), Brenda Austín (UCR Córdoba), Mónica Macha (FPV Pcia de Buenos Aires) y Romina del Plá (Partido Obrero) buscan representar la diversidad política y son una muestra del amplio consenso que logró construir la Campaña, abriéndose paso entre las presiones clericales y los grupos conservadores fundamentalistas.

¿Por qué el Congreso debería aprobar la ley de interrupción voluntaria del embarazo? En primer lugar, porque las muertes por abortos están signadas por el género y la clase, lo cual implica que estamos ante un problema social que requiere una respuesta política. Las muertes, nuestras muertes, son una cuestión de salud pública. Sabemos que en nuestro país se realizan entre 370.000 y 520.000 abortos al año, y la criminalización de esta práctica lleva a que las mujeres asumamos más riesgos a la hora de interrumpir la gestación. Penalizar el aborto no genera un efecto disuasivo, sólo pone en peligro a quienes deciden realizárselo. 

También se trata de un tema de justicia social. A la hora de analizar quiénes sufren complicaciones en sus procesos de aborto y quiénes mueren, salta a la vista un fuerte sesgo de clase. Como bien sabemos, las ricas abortan, las pobres se mueren. El Estado no puede hacer caso omiso a esta situación y debe direccionar sus esfuerzos en evitar las muertes por abortos. La experiencia internacional demuestra que el único camino para conseguirlo es la legalización de esta práctica, en un plan integral que asegure el acceso a la educación sexual y proteja los derechos a la salud sexual reproductiva y no reproductiva de la población. 

La legalización del aborto también es necesaria para la igualdad de género; se trata de una cuestión de justicia reproductiva, porque no podemos olvidarnos que para que se produzca un embarazo intervienen dos personas, una de las cuales puede desentenderse de las consecuencias del mismo y otra que no. Quien no puede desentenderse de ello es el Estado, que debe garantizarle a las personas una vida digna, protegiendo y respetando el derecho a decidir. Podemos decidir no querer cursar un embarazo. En este sentido, garantizar el aborto libre es también poner en escena y defender a ultranza nuestro derecho a decidir. 

Nuestra libertad de elegir el método de control de la natalidad que prefiramos, sin arriesgar nuestras vidas en ello. Queremos mostrar, destapar, sacar del clóset todos los abortos. El de las pobres, las ricas, los varones trans, las lesbianas, las ateas, las militantes, las funcionarias, las famosas, las monjas, las universitarias, las amas de casa. Es reafirmar, una y mil veces, que todas nosotras, todas las personas que tenemos capacidad de gestar, vamos a seguir abortando y vamos a seguir organizándonos para no morirnos en el intento. Queremos que el Estado no nos criminalice, no nos persiga, no nos encierre. Exigimos al Estado que respete la autonomía de nuestros cuerpos y garantice nuestro derecho a decidir. Nunca más ni presas ni muertas por abortar.