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¡El problema no es la inmigración, estúpido!

Opinión

Con los cambios en la Ley de Migraciones, el gobierno nacional afianza una política que convierte a los inmigrantes en chivos expiatorios de los problemas internos del país.

Inmigrante boliviano cosechando frutillas en Lules. Autor: Fulvio Rivero Sierra


A fines del año pasado, un grupo de investigadores de distintos organismos fuimos citados a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. La reunión tuvo lugar en la Ex ESMA, sede de dicho organismo. Entre los objetivos planteados para la misma se fijó como tema prioritario la articulación entre ciencia y políticas públicas. En dicha reunión estuvieron presentes el Secretario Claudio Avruj y el Director de Migraciones Horacio García, entre otros funcionarios. Frente a la exposición de estos funcionarios todos los investigadores presentes, con mayor o menor vehemencia, manifestamos nuestra preocupación por los lineamientos que pretendía llevar adelante el gobierno en relación con las migraciones. Hoy vemos que nuestras preocupaciones no fueron infundadas y, efectivamente, el gobierno nacional está empeñado en implementar políticas migratorias regresivas que vulneran derechos humanos adquiridos y reconocidos por la Argentina en la, aun, vigente Ley de Migraciones.

Como no ocurría desde el gobierno de Carlos Menem en la década de 1990, la inmigración ha vuelto a aparecer como tema de agenda política y periodística. Es interesante hacer esta anotación porque el de Menem también fue un gobierno de derecha, de la derecha peronista en ese caso. Por otra parte, el mundo parece haber girado mayormente hacia gobiernos de derecha en los últimos cinco años de manera muy marcada y con ello las políticas de, por ejemplo, la comunidad europea hacia los migrantes y refugiados también se endureció. Muy recientemente, también los EEUU endurecieron sus políticas migratorias de la mano de Donald Trump, quien impulsa la construcción de un muro en la frontera con México, muro que por otra parte, resulta bastante simbólico para entender los cambios mundiales que están acontenciendo o que, mejor dicho, continúan profundizándose.

¿Por qué mencionamos rápidamente este panorama político ideológico? Porque las visiones de mundo que subyacen a cada ideología se trasladan a políticas públicas y a las formas en que los gobiernos denominan y califican un fenómeno social, en este caso; la inmigración. Los gobiernos de derecha para ello echan mano de una estrategia muy antigua pero no por ello menos eficaz; colocar la responsabilidad de los problemas de un Estado por fuera de ese Estado. En la antigüedad, en un pueblo del actual Estado de Israel, se solía sacrificar un chivo en rituales religiosos con motivo de purificar las culpas por medio del sacrificio. Esta tradición dio lugar a la expresión “chivo expiatorio”, la cual proviene del latín expiatorius y que en la lengua española significa: “borrar las culpas, purificarse de ellas por medio de algún sacrificio”. Lo interesante del ritual, en términos sociológicos, es que las culpas de un conjunto social eran “pagadas” por terceros ajenos a los actos que generaron la culpa. ¿Les suena familiar esta práctica?

Lo que está ocurriendo en la Argentina, en los Estados Unidos y también en Europa, no es ni más, ni menos, que una reedición de la construcción del sujeto migrante como “chivo expiatorio” de las culpas -problemas- de estas sociedades, desplazándose así la responsabilidad de las mismas hacia fuera del conjunto social y haciendo cargar con ella a los migrantes.

Por otra parte, se sabe que la principal motivación, aunque no exclusiva, para migrar es la búsqueda de trabajo y mejores condiciones de vida. También se sabe que el modelo económico capitalista que prometía sociedades felices jamás cumplió tal promesa y, por el contrario, no hizo más que provocar brutales desigualdades económicas y sociales a nivel global. Tal situación se vio favorecida en un contexto donde, actualmente, la mayoría de los gobiernos de estos países capitalistas representan los intereses de las minorías más favorecidas por este sistema. De modo que podemos decir que las migraciones por trabajo no son más que una consecuencia infausta, no buscada quizás, pero provocada efectivamente por la propia dinámica capitalista a nivel global cuyos beneficiarios, claramente, no han sido los sujetos migrantes.

Haciendo foco ahora particularmente en nuestro país esta reedición de la construcción del migrante como “chivo expiatorio” necesita de un esfuerzo para instalar esta mirada como tal. La historia argentina, como la de otros países de nuestra región y del mundo, es la historia de años de racismo y discriminación. Tales sentimientos se encuentran de tal manera enquistados y latentes en muchas capas sociales que no es necesario mucho esfuerzo para hacerlos resurgir.

El gobierno actual de Mauricio Macri vuelve a echar mano de esta estrategia al colocar en los inmigrantes la responsabilidad de los problemas de distinto tipo que aquejan al país; la inseguridad particularmente. Me interesa determe en los mecanismos que permiten estas construcciones ficticias y, también, por qué no sólo son ficticias sino también injustamente discriminadoras.

Días pasados Macri modificó con DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia) la Ley de Migraciones 25.871 habilitando de este modo mecanismos rápidos para la expulsión de migrantes “delincuentes”. Resulta muy interesante que entre los considerandos del DNU se menciona; “Que ante recientes hechos de criminalidad organizada de público y notorio conocimiento, el Estado Nacional ha enfrentado severas dificultades para concretar órdenes de expulsión dictadas contra personas de nacionalidad extranjera, como consecuencia de un complejo procedimiento recursivo que, en algunos casos, puede llegar a SIETE (7) años de tramitación.”

Lo que acá se pone de manifiesto es un juicio a priori por el cual todos los extranjeros son delicuentes, ¿por qué? porque se le atribuye a un conjunto social una propiedad a través de una generalización falaz. Yo le preguntaría a usted, por ejemplo, “¿todos los argentinos son buenas personas?”, “¿todos los argentinos saben hacer un asado?”, “¿todos los brasileros saben jugar bien al fútbol?” y la lista podría seguir y seguir y la respuesta, de ser honesta, debería ser “bueno, algunos sí, otros, no” porque el lugar de nacimiento de una persona no explica su comportamiento social de manera generalizada. Todavía esto es más notorio cuando se considera que, por ejemplo, la inmensa mayoría de los bolivianos en nuestro país son trabajadores y que, entre otras cosas, son quienes nos proveen de las hortalizas en casi todo el país. También se sabe que son los que toman los trabajos que nuestros compatriotas argentinos no quieren tomar, generalmente por sus duras condiciones. Todas estas afirmaciones se hayan profusamente estudiadas de numerosísimas investigaciones realizadas en todo el país. Un dato resulta contundente para desmontar la falacia que pretende instalar el gobierno de Macri acerca de los extranjeros; sólo el 5% de la población carcelaria es extranjera. Con lo cual podríamos afirmar que sólo el 5% de los delitos son cometidos por extranjeros, pregunto, ¿es una proporción relevante como para tamaña batería de medidas restrictivas hacia los migrantes y lesivas de sus derechos? Claramente, no. Quizás a estas alturas, con toda justicia, usted podrá preguntarse por qué entonces el gobierno tomó tales medidas, en mi opinión, la razón obedece  a, por una parte, desplazar los problemas de seguridad a un sujeto vulnerable como el migrante y, por la otra, a la necesidad de fijar un tema de agenda que distraiga al conjunto social de los argentinos con otros problemas. De modo que parafraseando la histórica frase de la campaña de Bill Clinton contra George Bush, diríamos: “el problema no es la inmigración, estúpido”.


El autor es investigador de CONICET especializado en temas de migraciones internacionales, Jefe de Cátedra de “Metodología de la Investigación” de la Fac. de Filosofía y Letras (UNT) y Director del Instituto de Historia y Pensamiento Argentinos de la misma Facultad.