Top

El teatro como la democracia puede ser una fiesta o puede ser un show, 40 años de la creación de la carrera en la UNT

opinión

El sábado 30 de noviembre celebramos en el desvencijado Teatro Paul Groussac, de calle Alberdi 71, los 40 años de la creación de la carrera de teatro en la Universidad Nacional de Tucumán. Reafirmar a la fiesta de cumpleaños como el espacio de lo extraordinario salido del tiempo de este cotidiano empantanado, supuso para varixs de nosotrxs, integrantes del presente y de la historia de la carrera, un homenaje y abrazo a la memoria de nuestra vida en común. Por Marina Rosensvaig.-

Facutad de Artes.-


Festejar en estos tiempos arduos de sostenimiento y defensa de la universidad pública y de la cultura como derecho puede parecer un contrasentido si nos dejamos invadir por la solemnidad institucional o por la desesperanza de apuesta de época. Sin embargo, el grupo organizador comprendimos que lo importante era juntarnos antes que termine el año y que la celebración podía ser modesta y sobre todo permeable y dispuesta al acontecimiento que supone un encuentro, por eso se hizo apenas a la canasta, suficiente tener papitas y vino, música improvisada, mientras sobre torta, baile y alegría grupal.

En la comprensión casi intuitiva que decanta lo superfluo de lo esencial en íntima conexión con nuestra realidad social no hubo muestra escénica, como se podría esperar. El sentido ritual colectivo de lo festivo primó frente a la estandarizada pretensión de exhibición espectacular, la vieja dicotomía del producto obra terminado frente al proceso de creación o de formación pudo en esta oportunidad concebirse política y no hubo show, hubo reencuentro.

Frente a la masificación de la vida como espectáculo y de los gobiernos o los gobernantes como principales show-mans y show-womans conductores del espectáculo del horror del presente, reimaginar teatralidades utópicas que puedan emerger para sostener nuestra humanidad atascada en el miedo, la incertidumbre y el individualismo narcisista, es o debería ser la ruta en la que se mueva nuestra urgencia. 

Pero la tarea es dificilísima, hace cuánto venimos perdiendo la batalla cultural, posiblemente la hemos dado poco y mal, las instituciones y tantos y tantas subjetivados por las lógicas neoliberales y conservadoras hasta el autoritarismo se volvieron hace mucho en Tucumán nuestro estado natural. Solo así puede comprenderse dolorosamente o dolosamente, según el caso, que la apuesta cultural del Ente de Cultura de la provincia que se miente nacional y popular en el año de la pauperización de la vida por el ajuste descarnado fuese el estreno de la comedia musical Chicago, made in BroadwayCosto de entradas de acceso para unos pocos, millón de pesos gastados en plumas y descapotable a lo joligudense pisando el freno en las escalinatas de un teatro San Martín desrevolucionado y colonizado (hace décadas, claro está). Pero ahora ni siquiera circo, menos pan. ¿En serio gente? 

Abrazar la memoria colectiva no puede ser un eslogan, debe afirmarse como ejercicio activo, pensante y sintiente de desnaturalización del presente abrumador. Por eso recordar, por ejemplo, que en el año 1984 una UNT que ingresaba en proceso de recuperación democrática tras la catástrofe producida por la dictadura, imaginaba la creación de la carrera de teatro para sus aulas. La apuesta promovida por el rector normalizador Luis Eduardo Salinas y llevada a cabo por su asesor el escritor y periodista Julio Ardiles Gray, quien convocó al actor entrerriano Juan Tríbulo mudado con su familia desde Buenos Aires para emprender el proyecto, significó un importante desarrollo teatral para la provincia y la región a posteriori, y la recuperación de una tradición con más de 100 años en ese momento en la provincia.

La continuidad del hacer artístico y teatral tucumano centenario se vio despedazada por la dictadura bussista que llevó a cabo el cierre de las instituciones culturales más importantes de la provincia. El Consejo Provincial de Difusión Cultural cerró en 1977, otro tanto pasó con el Conservatorio Provincial de Arte Dramático en 1976 y en 1979 vio su cierre el Teatro Universitario, que no abrieron sus puertas nunca más, mientras se perseguía y detenía a artistas, nominados en la lista negra y fatídica de “Operación Claridad”.

De allí que el proyecto de la carrera, que comenzó como un curso de actuación de tres años en 1984, para ser promovida a Licenciatura en Teatro en 1985 con dos años más de cursado, por propuesta de Dedé Chambeaud, directora del Departamento de Artes en ese momento, resultara un proyecto reparatorio después de tanta destrucción cultural. 

Así mismo, la carrera ya disputaba desde sus orígenes concepciones de teatro enfrentadas: por un lado, la formación de un actor/actriz de excelencia cuasi tecnócrata a lo extranjerizante Comédie-Française y, por otro lado, la experiencia del teatro independiente con su historia de revisión de las vanguardias artísticas entre la desclasada cultura popular y la muy política creación colectiva latinoamericana. Las experiencias de organización colectiva alternativa, así como la horizontalidad en el trabajo grupal, frente a las jerarquías de “las primeras figuras” más arriba por sobre el montón de las mayorías de actuantes figurantes, siguen hoy peleando el fundamento de valor del teatro y la democracia aquí y ahora. Valga decir que lamentablemente la segunda viene hace rato ganando las partidas.

Este enfrentamiento ideológico, incluso ético-político y ético-estético, estalla hoy más que nunca dentro de las cuatro paredes de las aulas y en los pasillos de la carrera, como estalla todo por todas partes. Para muestra sobra un botón, dice el dicho, mirar la micropolítica en intento por generar alguna lectura en la macro es el cometido. Las contradicciones explotan y violentan dejando muchxs golpeadxs, humilladxs y excluidxs alrededor, estudiantes, docentes, finalmente gran parte de la población en general, afuera, pero también dentro de las instituciones y por efecto de no hacer o del dejar hacer mal institucional. 

Como mito de origen, una de las peleas históricas de la carrera fue la falta de espacio propio o simplemente de algún espacio en una Facultad de Artes que le costó y le cuesta amigarse con tanto cuerpo expuesto a lo grupal. Así, hace más de treinta años que se alquila el Teatro Paul Groussac, al que se accede después de pasar la sala de espera de los consultorios de la mutual dueña del edificio. La tarea de pasaje consta en atravesar pacientes rostros capa-caídos, por lo general señoras y señores mayores en búsqueda de cura ¿a lo pharmakon platónico? Vaya ironía estético-experiencial a la tucumana la de ingreso a esta carrera, todavía nos debatimos dónde está la peste y dónde la sanación. Hoy, como pasó otras veces, en nuestra larga subsistencia precarizada y ajustada, corre el rumor de que la UNT dejará de alquilar el teatro, y con ello nos envuelve un temor profundo por la factibilidad de la intemperie, o incluso -aunque suene trágico- por la posibilidad de desaparición.

La Paul o la Groussac, como la conocemos lxs intimxs, -lejos de ser el primer director de teatro tucumano ese francés-, es un espacio siempre insuficiente y tan chacado por los años y los abandonos, pero así y todo es la casa que supimos construir: nuestra casa. En su viejo patio, un sitio que me resulta de lo más hermoso del edificio, entre árboles que invitan sombra junto a canteros y sus plantas, subsiste un mural que movió a pintar nuestra generación estudiantil, 19-12-2001 revela la fecha de inauguración. La memoria se muestra, aunque descolorida, presente: para recordarnos que se puede imaginar pinturas colectivas y para el colectivo en medio del desastre, y que esas creaciones deslucidas por el tiempo, medio escondidas u olvidadas entre enredaderas y paredes descascaradas, están todavía ahí para señalarnos nuestra historia compleja de pertenencia. Nosotrxs tenemos la suerte y la obligación de verla día a día, pero eso significa, decididamente, estar a la altura sensible de la tarea. ¿Lo hacemos? 

Marina Rosenzvaig

Teatrera y docente de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán.