La galaxia libertaria y el grito de guerra de Karina Milei
Uno de los mayores mitos de la política argentina llegó a Tucumán. La "hermana de" más poderosa del país lanzó oficialmente La Libertad Avanza, su propia fuerza política, con miras a 2025. El Jefe del Presidente, el poder detrás del poder, el cerebro en las sombras. Pero también la fragilidad en el escenario y la humanidad de irse caminando, repartiendo besos y selfies de libertad. Por Santiago Sibaja.
"Te necesito", parece decirle Javier Milei a El Jefe.
El sol de la siesta pega fuerte en Tucumán, como cada vez que pega el sol por estos lares. Es la hora de la merienda, pero el puesto de choris sobre avenida Alem anuncia que hoy pasa algo en el mítico Club Central Córdoba, donde pueden confluir los folcloristas con su Atahualpa, el acampe de los fans de Airbag o Tini o los próximos excesos en el banquete de La Renga. Pero hoy la agenda impone otra cosa. Algo nuevo, misterioso, enigmático. Karina Milei es el mito más grande de la política argentina moderna, de estos tiempos inexplicables que no tenemos tiempo para explicar.
Karina Milei es en los papeles la Secretaria General de la Presidencia. En el imaginario popular, se ha instalado que es el sostén emocional de Javier Milei, el panelista gritón que se muere por tocar y hoy toca en Casa Rosada. "La hermana de" más poderosa del país se mantuvo durante mucho tiempo detrás de bambalinas, como un poderoso fantasma que cotizósu silencio, su rol secundario. Las sombras, el detrás de escena. Lo que no se ve y no pueden ver ni siquiera los que se jactan de que “la ven”. Karina pasó abruptamente de ser "la hermana de" a ser Moisés y después El Jefe. Desde hace ya diez meses, es El Jefe del Presidente.
¿Se puede ser al mismo tiempo una ignota pastelera y tarotista, licenciada en Relaciones Públicas e Institucionales (UADE) y en un segundo pasar a ser el cerebro detrás de la fuerza política que causó un tsunami en la vida democrática argentina, y el sostén emocional del Jefe de Estado? ¿Quién es y qué hace Karina Milei, la hermana de Javier, ese economista despeinado que, a fuerza de gritos, promesas de dolarización y un tendal de votos llegó al sillón de Rivadavia -y no a la silla eléctrica-? El país patas para arriba, Milei en la Rosada y El Jefe en el poder.
Los choris se cocinan al sol sobre avenida Alem, pero hay que dar toda la vuelta para entrar por el otro lado, y hacia allá van las masas. Un grupo de 20 o 30 madrugones se desplaza en banda, organizados, politizados. Llevan sus banderas y sus cajas con botellas de agua por Lamadrid, gira en fila por San Luis y se estacionan para amontonarse bajo los árboles de la Bolívar. Están movilizados políticamente. Hay sombras para todos. Se abren las puertas, tres filas de hombres y una sola de mujeres, pulseras violetas y todos adentro.
Hay todo un cotillón libertario, pero hace calor para lucirlo. Algunos intrépidos desafían al calor con sus trajes de pibardos traders que seguro se despiertan a las cinco de la mañana a analizar los mercados porque son sus propios jefes. Pero hoy se trata de El Jefe y Central Córdoba nos recibe en calidad de infiltrados porque hoy el show no es abierto a la prensa, y qué rara es esta libertad; allí nos esperan muchas mesas con pilas de papeles para afiliarse a La Libertad Avanza, el sello oficial con el que Karina quiere ganar con candidatos puros en cada provincia en 2025.
Por ahí va la cosa. Para eso están todos acá. El Jefe no quiere otro senador Francisco Paoltroni (expulsado de LLA por diferencias irreconciliables) , otra diputada patito que después comete el pecado de no subordinarse. Aliados sí permiten, todos los que se pueda. Hoy, cual Florentino Pérez, anunció el fichaje galáctico (?) de Gerardo Huesen, delfín de Ricardo Bussi, otrora aliado exclusivo de Milei en las tierras de Juan Bautista Alberdi, que ahora comparte ese ¿honor? con radicales, peronistas dialoguistas, independientes. Le quiero preguntar a un ¿militante? quién representa hoy las ideas de Milei en Tucumán, pero me distraen los policías de civil y los muchachos de la Casa Militar que engalanan la tarde.
La espera se hace larga. Suenan los hitazos expropiados sin aval de La Renga, Freedom de Neil Young y Cowboy de Ratones Paranoicos, entre otros temas que aluden a la libertad. Ponele. Hay dispenser con agua para hidratarse, pero los pibardos resisten estoicos con sus trajes porque son estéticamente superiores (Milei dixit). "Te necesito para terminar con la casta", dice el Presidente en los carteles montados sobre el escenario, apuntando con el dedo como el Tío Sam.
Ahora suena Start me up y algunos bailan y saltan al ritmo de los ídolos de Milei, mientras reparten banderas argentinas. Populistas. La espera se hace larga y sube al escenario Hernán Iramain, el empresario de la noche devenido en cerebro de la logística libertaria que hoy oficia de maestro de ceremonias. "Estamos dando una batalla cultural terrible", sentencia, mientras invita a los del fondo que vengan para adelante, cerquita del escenario porque hay lugares de sobra en la cancha de básquet en Central Córdoba. La próxima, promete, será en la mucho más amplia cancha de hockey.
Entra un grupo con banderas y una murga libertaria con bombos y trompetas, otrora símbolos populares, peronistas, que hoy –parece- entonan las melodías de la libertad. Adentro dicen que hay gente llegando en colectivos, pero debe ser mentira. Aparece un león y después son dos los leones que bailan en un traje impropio para el calor tucumano; la gente los abraza, los niños piden fotos, y ellos -sospecho- piden clemencia.
Celulares arriba para recibir a Karina, Martín, Lule y Lisandro -así los anuncian- pero el que sale al escenario en soledad es el tucumano Lisandro Catalán. El ex funcionario de El Frente de Todos de vínculo estrecho con Daniel Scioli que creció al son del gobierno libertario bajo el ala de Guillermo Francos, brazo político libertario para escuchar a la casta que hoy ocupa el inusual cargo de vicejefe de Gabinete del Interior y que cuenta con la bendición de El Jefe para construir políticamente en territorio tucumano.
Aunque Osvaldo Jaldo sea el más dialoguista de los dialoguistas; aunque Mariano Campero se inmole por Milei y estalle su linaje radical; aunque Bussi reclame derechos de autor porque "la vio" antes; aunque la exbussista Nadima Pecci reparta besos entre el público; aunque el legislador José Macome y Matías Sábate junten afiliados para que La Libertad Avanza sea reconocido como partido político en Tucumán. No hay dudas: Lisandro Catalán es el hombre de El Jefe y hoy habla como candidato.
"Éramos 5 o 6 y hoy somos cientos. El año que viene vamos a ser cientos de miles. Ya juntamos cuatro mil adhesiones, éste es el partido del presidente Milei y hoy es un día histórico para los tucumanos", afirma serio, poco contagioso. Vale no ser un excelso orador en la galaxia libertaria. "En Tucumán ningún índice está mejor que hace décadas", sentencia este egresado de la Universidad Nacional de Tucumán a cuyos docentes hoy este gobierno empuja a la pobreza.
"En la tierra del máximo prócer que cita nuestro presidente Milei, de Alberdi; en la tierra de Avellaneda, de Roca, de la UNT que fue de prestigio en toda la Argentina, hoy tenemos un desafío: que Tucumán vuelva a ser ese Tucumán. Para eso nosotros observamos que Tucumán conserva las mejores cualidades: un pueblo creativo, con ganas de pelear, que no encontró ese cauce, no se despertó, no encontró esa posibilidad", afirma en modo Catalán Diputado 2025.
El vicejefe de Gabinete del Interior también les abrió las puertas de la libertad a todos aquellos que quieran subirse al barco, pero al fondo, nada de sentarse en proa: "Nuestro objetivo es convocar a todos los tucumanos de buena fe que compartan la idea de hacer un Tucumán pujante. No importa de dónde vienen, el pasado. Nos importa el futuro".
Acto seguido, presentó a Martín Menem, a quién presentó como "el mejor presidente de la Cámara de Diputados de los últimos 40 años", antes del acto central, del show principal, "la guardiana del proyecto político". Menem Junior oficia hoy de telonero y sonríe canchero. Liberalismo cool. Saludó a los tucumanos e hizo un repaso de la historia de La Libertad Avanza, de la pandemia a la presidencia, destacando los aportes estratégicos de Karina en el país y de Lisandro en Tucumán. Como para que no queden dudas.
"La pandemia es el comienzo de la circulación de las ideas de la libertad. Nadie nos escuchaba y la libertad corrió entre nosotros. Ahí aparece Karina Milei, que vio una enorme oportunidad y un economista, un laburante, un argentino de bien que se ganaba la vida honestamente", repasó. A mi cabeza vienen las imágenes de Milei atajando penales, cantando y bailando en América, después puteando a los gritos y haciendo todas esas pelotudeces que lo llevaron a donde está. Todos lo vimos y no la vimos.
Menem Junior es hijo de Eduardo, sobrino de Carlos Saúl y se emocionó al recordar sus recientes inicios políticos en La Rioja. Cero casta. "Empezamos con cuatro o cinco y terminamos con casi 15 millones en la presidencia. El jefe dijo armemos nuestro partido para tener representación en el 2025 en todos los distritos: ese no era el fin, era el comienzo", subrayó, y planteó que "no queremos necesitar de los políticos, queremos depender de nuestra libertad" (sic).
La frase es tan confusa como los cánticos de "sí se puede", el último grito de guerra del macrismo, que hoy también oscila entre la obsecuencia, la intrascendencia, sus propias internas y un relanzamiento sumido por el temor de ser furgón de cola de esta galaxia libertaria de intrépidos y extravagantes outsiders, hijos de, hermanas de, lúmpenes, laburantes caídos del sistema olvidados por el peronismo que ahora cantan que "la casta tiene miedo" mientras Menem compara a Milei con Lionel Scaloni, impune como su tío Carlos jugando al básquet o con la 5 de San Lorenzo.
Menem se despide prometiendo que "vamos a seguir pasando la motosierra" y ratificando que "no buscamos alianzas electorales, sino alianzas ideológicas" antes de dar paso a "la mujer que se puso al hombro el equipo" y rematar con un ya clásico "¡viva la libertad carajo!". "Karinaaaa, Karinaaaa", gritan Menem, grita Catalán, gritan los libertarios y hasta los policías de civil. Debo reconocer que estoy realmente intrigado por lo que está por pasar.
"Holaaa a todooooos", irrumpe El Jefe, emulando la canción de La Renga con la que se presenta Javier Milei y cantando desentonada como El Gordo Dan. Camisa a rombos negros y blancos, pantalón negro, sonrisa de oreja a oreja, el pelo muy muy rubio, más blonda que como se ve en la tele o en Twitter. "Hola Tucumán. Gracias. Saben que he venido muchas veces, siempre con Javier, realmente siempre nos han recibido de una manera extraordinaria así que quiero agradecer al pueblo tucumano que siempre nos recibe de maravilla", se presenta el mito, el poder en las sombras, o simplemente Karina.
El Jefe le agradece otra vez a Catalán, le acomodan el micrófono porque se le cae y recuerda que "la libertad era mala palabra" y ahora "somos cada vez más los que difundimos las ideas de la libertad". Pasaron pocos minutos y El Jefe ya ha demostrado que no es una gran oradora, que éste no será un discurso inolvidable, que no tocará ninguna fibra, que no harán alguna película con la tuya (?) que incluya las alocuciones de Karina que ponían los pelos de punta. Se dice y no pasa nada . Pero el mensaje llega. Entra. Les gusta a los propios y, a fin de cuentas, es para ellos, que exigen poco y quieren más.
Es difícil analizar el fenómeno Milei, pero sin dudas una de las claves radica en su nivel de penetración, en la construcción de un liderazgo mesiánico, una idolatría que se parece a un culto que es tal porque tiene fieles seguidores que repiten por inercia y defienden lo defendible y mucho más lo indefendible, a capa y espada y más espada, motosierra, y van a correr zurdos de mierda. Con violencia. Por eso El Jefe de aquel mesías dice beligerante que "tenemos que destruir a la casta".
"Libertad, libertad"; "la casta tiene mieeeedo..." cantan abajo. Arriba pasa poco, porque El Jefe no contagia mucho. Pero en la galaxia libertaria ya están todos contagiados. "Está en juego nuestro futuro, tomemos la antorcha de la libertad", cierra sin remate, sin hacer énfasis en la última sílaba de la última palabra de un discurso insulso, pero eficiente. Funciona porque es El Jefe. Porque eso de dar grandes discursos debe ser cosa de la casta.
El Jefe se baja del escenario, pero no se va. Karina Milei y Martín Menem caminan entre la gente, se sacan selfies con todos, reparten besos, abrazos, se empapan de calor tucumano. Hasta el último entusiasta se lleva la caricia de la lideresa. Hay algo ahí. Entre la gente aparece Roberto Félix Álvarez, signado como espía de la dictadura y colaborador civil del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército en Tucumán. Sin Bussi y los suyos, un recordatorio de la masa madre sobre la que se cocina este cocktail libertario gobernante que va por más.
Ya pasaron varios minutos y sigue el show de Milei y Menem: se exhiben humanos, cercanos, tocables. Una señora le toca el pelo a Menem Junior, Karina Milei le firma un león de peluche a un treintañero que sale corriendo feliz y exclamando "¡¡¡uuuhuuuu!!!". El Jefe podrá ser un gurú en las sombras, pero arriba del escenario es una figura frágil, lejos del relato que la presenta como la arquitecta del fenómeno barrial del que habla el mundo. Abajo del escenario, su legión la aclama y la sigue con devoción dogmática por su brillo propio en esta distópica galaxia libertaria, donde hoy todos saben y nadie duda quién es El Jefe.
El show de El Jefe en Tucumán, en fotos: