Villa de Medinas, el pequeño pueblo tucumano en donde el tiempo parece haberse detenido
“Inserto en el departamento de Chicligasta, se instauró como un refugio de memorias, en donde cada esquina susurra historias de antaño y cada calle empedrada evoca la nostalgia de quienes han encontrado en sus tierras un hogar”. Conocé su historia por la arquitecta Gabriela Neme.
A 87 kilómetros de San Miguel de Tucumán, se encuentra Villa de Medinas un pequeño pueblo en donde el tiempo parece haberse detenido. Inserto en el departamento de Chicligasta, se instauró como un refugio de memorias, en donde cada esquina susurra historias de antaño y cada calle empedrada evoca la nostalgia de quienes han encontrado en sus tierras un hogar. Originalmente se conocía a la zona como Acapianta, encomendero de las tierras del conquistador Gaspar de Medina, una de las "mercedes de tierras" que le fue otorgada por Francisco de Aguirre. Tras la muerte de Medina, su hijo bautizó el sitio en homenaje a su nombre.
La época dorada de este pueblo transcurrió entre los siglos XVIII y XIX, periodo de esplendor que imprimió un sello imborrable en las familias residentes que forjaron un sentido de comunidad que perdura. Una de las razones de su crecimiento se debió a la apertura de nuevos caminos junto a la llegada del Ferrocarril Central Córdoba en 1876, quienes impulsaron el comercio y el transporte, convirtiendo a Medinas en un punto neurálgico de intercambio. Con el flujo de tráfico que trajo consigo la llegada del tren, se transformó en un vital punto de descanso, donde los viajeros encontraban un respiro en su camino y los animales de tiro disfrutaban de un merecido alivio.
El ritmo del progreso se acrecentó con la instalación de dos ingenios en las cercanías: La Trinidad, en funcionamiento hasta el día de hoy, y San Felipe de los Vega, entre los años 1882 a 1897, del que no queda rastro alguno. Este último fue propiedad de don Felipe Bernan (1830-1908), un norteamericano de Nuevo México que pasó gran parte de su vida instalado en el sur de nuestra provincia.
La educación fue otra de las grandes conquistas de esta comunidad. La primera escuela pública y gratuita, en 1855, abrió las puertas del conocimiento a generaciones. Más tarde, la Escuela Coronel Warnes y la Biblioteca Popular Gobernador Lucas A. Córdoba se convirtieron en bastiones de la educación y la cultura. Hacia 1870 contaba con una de las primeras estafetas postales del interior de Tucumán.
Tal fue su envergadura que, a comienzos del siglo XIX, Medinas se consolidó como la segunda población de la provincia, un próspero núcleo donde convergían las rutas hacia Córdoba y Catamarca. En aquel entonces, contaba con casi 10.000 habitantes, tres hoteles, un hospital y un matadero, evidenciando la vitalidad de una comunidad en pleno auge. Además, en 1890 se erigió un mercado de hierro que se convirtió en su corazón comercial, donde el tráfico era intenso y las transacciones diarias forjaban el tejido social del lugar.
Sin embargo, a finales del siglo XIX, un giro inesperado comenzó a oscurecer el futuro prometedor de Medinas. La llegada del nuevo ramal del Ferrocarril “El Provincial” en 1895 la relegó al abandono, aislándola del flujo comercial que una vez animó sus calles y el Ingenio La Trinidad absorbió la actividad económica. Mientras que Medinas comenzaba su inevitable declive, su vecina Concepción experimentaba un florecimiento.
El paso del tiempo, sumado a la desidia de las autoridades responsables, fueron erosionando a esta joya urbana, en donde los visitantes pueden apreciar sin esfuerzo el salitre y la carcoma que devoran lo que queda de las viejas ruinosas edificaciones. Esta situación desencadenó además un marcado éxodo de sus pobladores, impulsado principalmente por razones económicas. Actualmente la población se reduce a casi 1.600 habitantes y la comuna rural se transformó en la única fuente de empleo estable.
A pesar de estos embates, al caminar por sus veredas resuenan los ecos de una vida vibrante que una vez palpitó con fuerza en este rincón del mundo. Conserva hitos clave de su época de apogeo como la iglesia, una joya del siglo XVII que guarda celosamente en su interior la venerada imagen de la Virgen de La Merced, traída por don Gaspar de Medina. Este maravilloso edificio tiene como característico una torre rematada por una cúpula bulbosa de color azul que remite a las de la Catedral de San Miguel de Tucumán. Sobreviven también el centenario Hospital y varias de las casonas originales, muchas de las cuales son usadas para funciones cívicas como comisaria y juzgado de paz.
Por su riqueza histórica, cultural, social y arquitectónica, Villa de Medinas fue declarado Pueblo Histórico por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos en el año 1999. La Comuna Rural firmó un convenio con la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT, un gesto que busca revitalizar y cuidar este pueblo histórico, sin embargo, todavía sigue en la espera de que el proyecto se active.
Por estos días el pueblo se prepara, ávido por recibir visitantes, para honrar a su patrona la Virgen de La Merced, en una procesión que no solo es un acto de fe, sino una celebración de la identidad que ha cruzado generaciones.
Medinas no es solo un lugar geográfico; es un cúmulo de emociones, sueños y anhelos. Es el abrazo cálido de la comunidad, el eco de risas de las festividades y el susurro de las hojas de sus árboles centenarios. En sus calles, el recuerdo de un ayer glorioso y un presente lleno de esperanza permanecen entrelazados, recordándonos que, a pesar de los cambios, su espíritu sigue vibrando con la fuerza de quienes lo habitan quienes se encuentran orgullosos de vivir “en un pueblo histórico”, patrimonio de todos los argentinos. "Medinas no tiene riendas, pero sujeta" dice un refrán popular, queriendo expresar que quien es medinense o lo visita, siempre regresará.
Lamentablemente esta es la muestra de que una vez más nuestro patrimonio espera en terapia intensiva, ojalá pronto llegue la sanación antes de que sea demasiado tarde.