Escuchen, corran la bola: qué canta Enzo Fernández y qué cantamos los tucumanos

Estallado el conflicto mundial por la canción interpretada por Enzo Fernández y la Selección, palabras como racismo, xenofobia, discriminación y sus múltiples interpretaciones ruedan como la pelota que todos patean para adelante y pocos encaran. Como si las cosas, por arte de magia, se acomodan solas. 

Ahora bien, recién en un bar de Tribunales, hablábamos en una de las mesas sobre el tema y alguien metió la cuchara sobre lo que pasa aquí nomás, a 20 cuadras de Ciudadela, a 30 cuadras del Monumental: el puto y el sucio, la zulma y la teresa, divas y el chiquero, las chicas de 25 y los bolivianos del Abasto.

“No seas puto, ¿cómo vas a comparar?”, fue la primera respuesta/interrupción, con tono de alarma, con mirada de “Te estás yendo a la mierda si mezclás las cosas”. “No seas trolo man, ¿cómo no te vas a bancar una canción?”, es una de las frases que sacuden las redes como un gol (¿o gol en contra?) cuando volvemos a Enzo Fernández, pegado más que todos porque fue su vivo en Instagram el que ventiló una canción que causó tanta indignación como hipocresía en países europeos donde te matan por ser negro, pero que acá en la Argentina forma parte del famoso folklore. ¿Es así?

El 12 de noviembre de 2020 eltucumano publicó una nota sobre el mural que quedaba en Catamarca y Marcos Paz, del colectivo artístico Ruido, titulado: “Te voy a matar de amor, violencia en el fútbol local”. 

Bastó la visibilización de la obra para que estallara un escándalo sin precedentes entre ambos mundos (arte y fútbol) y se vandalizara el mural con quienes lo habían pintado y una justificación (?) que lo decía todo: “Los hinchas de San Martín no andamos besándonos con los de Atlético ni al revés”.

¿De verdad no hay un hincha de Atlético que no esté enamorado de un hincha de San Martín y/o al revés? Basta una nota a pareja heterosexual donde ella es hincha de, por ejemplo, Atlético, y él es hincha de, por ejemplo, San Martín, para que dispare el comentario: “Como debe ser: el varón de la relación es de un equipo y la chica es del otro”.

¿Por qué molesta tanto la sexualidad en el fútbol a esta altura del partido? ¿Por qué hasta una publicación de género de los clubes genera odio? ¿Por qué se banalizan consignas tan graves como el Ni Una Menos cuando un equipo saca la bandera para la foto y después uno de esos jugadores va en cana? 

La masculinidad en el fútbol, paradójicamente, se basa en quién asume el rol activo y quién el pasivo en la cancha-cama. No importa que sea entre hombres. Desde el “Amato los culió” hasta el “Vamo a matar al puto del chivero”. Desde la cercanía con el boliche de la comunidad LGBTQ+ hasta un desfile de modas, todo se mezcla, pero los ingredientes no son tan distintos. 

“Escuchen, corran la bola / Juegan en Francia pero son todos de Angola / Qué lindo es, van a correr / Son come trabas como el put… de Mbappé / Su vieja es nigeriana; su viejo, camerunés / Pero en el documento, nacionalidad francés”, dice la canción que cantó Enzo Fernández y otros jugadores de la Selección. 

“Me opongo a la discriminación en todas sus formas y me disculpo por haberme quedado atrapado en la euforia de nuestras celebraciones por la Copa América. El video, ese momento, esas palabras, no reflejan mis creencias o mi carácter”, fue la disculpa pública, en inglés, de Enzo Fernández para intentar calmar un escándalo que no para de crecer. ¿Y aquí qué genera?

Dicho lo que canta Enzo Fernández, ¿qué cantamos los tucumanos? ¿Por qué no hay lugar a la indignación? ¿Debería hacerlo? ¿Es la cancha un lugar donde se valida todo? ¿Queda ahí o trasciende la tribuna? ¿No llega a las aulas? ¿Por qué nuestras canciones y las que se cantan en otras canchas están totalmente naturalizadas? “Porque aquí en Tucumán nadie se ofende si te dicen puto o sucio. No es racismo. No es homofobia. Es algo que forma parte de la cultura y como tal se toma como algo dado, naturalizado”, me responden. ¿Es así? ¿No se esconde nada? ¿No se esconde nadie?

El video de la polémica.