Tucumano, entre otros insultos
En España un dirigente ultraderechista del partido Vox ha dicho “tucumano” a manera de insulto. Qué dicen ellos y qué decimos nosotros cuando decimos tucumano | Por Exequiel Svetliza.

Foto: Diego Aráoz
La periodista de la TV española abre bien grandes los ojos y arquea las cejas en un rictus de innegable sorpresa cuando pronuncia esa palabra sonora, contundente y hasta entonces inédita entre los vocablos que suelen utilizarse como insulto en el país ibérico: Tucumano. La ha lanzado como una flecha emponzoñada uno de los tantos profetas de la ultraderecha xenófoba, racista, homófoba y clasista -entre muchos otros adjetivos, ninguno positivo, que podrían aplicársele a esa pandemia ideológica- que ahora proliferan por todo el mundo. Para el dirigente del partido Vox Javier Ortega Smith, decir tucumano es decir un otro despreciable, es decir una ontología del mal, es decir la ignominia del origen, es decir una herencia maldita, es decir un pecado original que no admite purgación. Dice tucumano y en esa afrenta dice más de él –de ellos- que de nosotros. Dice tucumano y dice también un tiempo histórico donde ser puede convertirse en un insulto.
“Traidor, corrupto, cobarde, calaña, tonto, hipócrita, venido, cínico, chapote y también tucumano, entre otros insultos”, enumera la periodista los distintos epítetos que le han dirigido al legislador español nacido en nuestra provincia Gerardo Pisarello en el Congreso de España. Se sabe que los migrantes están entre los blancos preferidos de los discursos de odio que expelen los referentes de la ultraderecha tanto en Europa como en Estados Unidos. Violentas oleadas de xenofobia que han llegado hasta estas costas con la forma de un discurso que rechaza a los extranjeros cuando se educan en las universidades o se atienden en los hospitales del país. Justo acá donde las políticas migratorias reemplazaron a los habitantes nativos tras sucesivas campañas de exterminio. Justo acá que muy pocos pueden sacar chapa de originarios ¿Justo acá? Con algunas variantes autóctonas, las recetas con las que se cocina el odio de la extrema derecha se parecen bastante en todo el globo terráqueo. La fórmula consiste en encontrar un otro a quien culpar y condenar. Y en estos tiempos de convulsiones políticas, nadie está exento de ser un tucumano.
De este lado del mundo, el nuestro, decir tucumano es asumir el chauvinismo de decir el mejor sánguche de milanesa del planeta y también ponderar la superioridad culinaria de la empanada. Decir tucumano es decir la supremacía floral de los lapachos resistiendo lluvias inclementes de hollín; la fragancia de azahares en flor, de la tierra mojada flotando en el ambiente antes de las primeras gotas y del olor pútrido que nos invade en tiempos de zafra. Decir tucumano es decir Mercedes Sosa, Juan Bautista Alberdi, Lola Mora y Nicolás Avellaneda; también Julio Argentino Roca y Antonio Domingo Bussi (en dictadura y en democracia). Decir tucumano es decir cuna de la independencia y primer Centro Clandestino de Detención; batallas ganadas en el afán de ser una patria libre y tantas otras perdidas en la resignación de venderla. Decir tucumano es decir un horizonte adornado de montañas y ríos de entrañas envenenadas; rezar santos y cagar diablos; privilegio y condena; refundaciones y refundiciones. Decir tucumano es decir calor, caos, siesta, achilata, perro familiar, lunita tucumana, panchuque, Malevo Ferreyra, Tapalín, Marita Verón, Paulina Lebbos, Loca Teresa, Gordo Moneda, botella de Miranda, remise cinco estrellas, Cootam y Taclín.
Decirnos tucumanos es decir tucumano entre otros insultos.
Y a mucha honra.
“Tucumano”
Porque en España usan la palabra “tucumano” como insulto.pic.twitter.com/kUh4b8vIvm— Tendencias en Argentina (@porqueTTarg) June 13, 2024