El asedio de la violencia y la irracionalidad
Susana Maidana, Profesora Emérita de la Universidad Nacional de Tucumán, responde a dos posiciones "oscurantistas, higienistas y homofóbicas" que tuvieron lugar en las últimas horas, y advierte que "hay un límite que no puede ser traspasado que es el de los derechos de los otros".
La ministra Sandra Pettovello y Abel Albino, de la Fundación CONIN. (Foto: Ministerio de Capital Humano)
En los últimos días, dos noticias me causaron mayor angustia, impotencia y repugnancia debido a su grado de violencia e irracionalidad, sin relación alguna con la libertad, sino con el odio, el desprecio y la ignorancia.
La primera de ellas provino de un audio viralizado de un médico, con gran presencia mediática, conocido por sus publicaciones en las que abundan recetas “ejemplares” de vida.
Sin rubor alguno, sostenía que la ciencia había demostrado que la fe religiosa tenía una función biológica con poderes curativos, argumento sin fundamento científico, producto de una creencia religiosa y de una mirada prejuiciosa.
El resultado de esta opinión, no ingenua, es que quienes no son religiosos corren el riesgo de enfermarse o de no curarse, castigados por su falta de fe religiosa. Sin embargo, sabemos que no tenemos solamente creencias religiosas, sino que tenemos confianza en las personas, en la palabra del amigo, del médico, del maestro, de la democracia, entre muchas otras.
La segunda noticia fue la firma de un convenio entre una ministra, con escasísima empatía con quienes sufren hambre, con una organización “caritativa”, presidida por un médico, perteneciente al Opus Dei. El mencionado profesional sostiene que la homosexualidad es anormal; la masturbación, una adicción; el uso de los preservativos, inservible porque el virus del SIDA atraviesa hasta la porcelana, teoría que la comunidad científica se encargó de denunciar su falsedad en 2018.
Estas opiniones oscurantistas, higienistas y homofóbicas pretenden limpiar a la sociedad de aquellos que no integran el mundo de las “buenas personas” sino de las malas. Qué enorme responsabilidad le cabe a quienes se sienten con la autoridad de determinar quiénes pertenecen al grupo de la “gente como uno” respecto de la otra gente, que no es como uno.
Ahora bien, si la caridad significa buscar el bien y ser generoso con las personas, es de suponer que la organización será caritativa solamente con quienes concuerdan con los “valores” de las buenas personas.
Por supuesto que deben respetarse las posiciones de quienes piensan distinto, pero hay un límite que no puede ser traspasado que es el de los derechos de los otros, sin estigmatizaciones ni demonizaciones, respetando sus libertades, y no simplemente las del mercado.
Dice Emilio Lledó, un brillante filósofo español: “Uno de los frutos que genera la ignorancia cultivada es la violencia”, que día a día muestra su rostro más horrendo.
En los dos casos, hablamos de una violencia cultural que discrimina, excluye y cercena libertades, aunque se esgrima a la libertad como baluarte.
Susana Maidana
Doctora en Filosofía. Profesora Emérita de la UNT.