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Viaje al corazón de El Saladillo, el acueducto mágico para conocer este verano en Tucumán

NUESTRO PATRIMONIO

El Viaducto es increíble: 25 arcos enormes atraviesan el cielo del verde paisaje de Tafí Viejo, fugándose hacia el infinito y penetra en las entrañas de sus montañas. | Por Arq. Gabriela Neme

Un paisaje deslumbrante.


Pasar el verano en Tucumán siempre es una buena opción porque nuestra provincia nos regala una paleta de paisajes naturales extraordinarios que se combinan con construcciones únicas, en donde se amalgaman el patrimonio y el turismo. Entre los atractivos que se pueden visitar en estos días contamos con una colosal estructura compuesta por una sucesión de 25 enormes arcos de medio punto, cuya imagen por momentos nos transporta a la antigüedad por su semejanza a los acueductos romanos. Se trata del Viaducto El Saladillo que atraviesa el cielo del verde paisaje de Tafí Viejo, fugándose hacia el infinito y penetra en las entrañas de sus montañas. 

Solo el sonido de las locomotoras del Ferrocarril Central del Norte debió haber interrumpido la calma de este paraíso terrenal, que dirigía su marcha hacia Salta y Jujuy. En sus vagones, los pasajeros eran los privilegiados espectadores de las maravillosas imágenes que seguramente capturaban sus ojos desde las alturas.  Las estaciones vinculadas entre sí a través de este tramo no eran las de Sevilla-Morón, como relata Eduardo Galeano en su libro “Bocas del tiempo”, sino las de Tucumán-Metán; sin embargo, sus prosas ilustran magistralmente las vivencias que probablemente se experimentaban en ese viaje: “a través de los campos y los tiempos, marchaba el tren desde Sevilla hacia Morón de la Frontera. Y a través de la ventana, el poeta Julio Vélez contemplaba, con ojos cansados, las arboledas y las casas que huían en ráfagas, mientras su memoria deambulaba por las geografías y los años”. 

Esta obra monumental se ubica en la zona de El Cadillal, a 27 kilómetros de San Miguel de Tucumán, en dirección norte por la Ruta Nacional N°9, continuando por un camino vecinal de tierra durante unos 2 kilómetros. Surge por la necesidad de salvar un terreno en la hondonada de la Quebrada del Arroyo Saladillo, que desembocaba en el Rio Salí, por donde debía continuar el tendido de las redes ferroviarias. El encargado de resolver este desnivel fue el Ingeniero Guillermo White quien era jefe del Departamento de Ingenieros Civiles de la Nación, el organismo responsable de su construcción. 

El autor −bautizado como uno de los “doce apóstoles de la ingeniería” y uno de los primeros graduados de la UBA−, proyectó una estructura compuesta por 24 pilares de forma tronco-piramidal que sostienen al viaducto y que van variando su altura según el perfil de la hondonada, siendo el sector central el de mayor elevación con unos 28 metros aproximadamente. Recorre unos 365 metros de longitud y atraviesa la montaña con un túnel de 200 metros de largo, 3.90 metros de ancho y 5 metros de alto. 

Las cifras de su construcción son impactantes: participaron 3387 trabajadores y se utilizaron casi 6 millones de ladrillos cerámicos producidos en hornos ladrilleros instalados en las inmediaciones especialmente para esta obra. Funcionó entre 1884 a 1927, hasta que las nuevas locomotoras aumentaron su peso, por lo tanto, no pudo soportar la carga de hasta 27 toneladas para la cual había sido calculada la estructura que comenzó a tener fallas incrementadas por la erosión provocada por las lluvias. La solución fue su reemplazo por un viaducto paralelo construido en metal, quedando el original en desuso como reflejo de la prosperidad económica y cultural de la Argentina en esas épocas. 

Como era de esperarse, esta obra fue declarada Monumento Histórico Nacional en el año 2000 por ser una de las pocas en el mundo y la única en Latinoamérica representativa de este tipo de patrimonio y por lo que significó en el momento de su creación como símbolo de una Argentina que fue una de las potencias ferroviarias más grandes a nivel internacional. 

Este es un claro ejemplo de nuestro patrimonio que merece ser puesto en valor y explotado como un atractivo turístico único de Tucumán. Al no contar con el mantenimiento ni la infraestructura complementaria que merece, está sufriendo un gran deterioro como consecuencia de las inclemencias del paso del tiempo y la vandalización de sus ladrillos que son llevados por algunos visitantes. Sin embargo, el Viaducto El Saladillo es un punto muy visitado por turistas y deportistas que lo incluyen en sus circuitos de caminatas o trekking. Como tucumanos tenemos la misión de viralizar su valor y contribuir a su conservación.