"Gloria a Dios en las alturas": la historia detrás de la creación del Cristo Bendiciente
Juan Carlos Iramain fue un brillante escultor y artista plástico, autor de uno de los monumentos que más nos enorgullece a los tucumanos y que se transformó en un hito de nuestro paisaje cotidiano: el Cristo Bendicente. Conocé su historia, por Gabriela Neme.

Juan Carlos Iramain fue un brillante escultor y artista plástico, autor de uno de los monumentos que más nos enorgullece a los tucumanos y que se transformó en un hito de nuestro paisaje cotidiano: el Cristo Bendicente. En los días de claridad y durante las noches se vislumbra desde cualquier punto de la ciudad, como si desde las alturas de la Yunga tucumana nos estuviese invitando a visitarlo. Se llega hacia Él, subiendo al cerro a través de la sinuosa ruta provincial n° 430 que al alcanzar la cumbre devela la monumental escultura de 28 metros de altura y 135.800 kilos, materializada en hormigón y hueca por dentro.
Que empresa tan desafiante debe haber significado para el artista el poder montar esa colosal estructura en un sitio de tan complejo relieve, con marcados desniveles, fuertes inclemencias climáticas y la precariedad de su accesibilidad, a través de caminos de tierra y medios de transporte limitados. Sin embargo, su ejecución fue exitosa y se inauguró en el año 1942, durante el gobierno del Dr. Critto. El encargo nació con la intención de incorporar atractivos para el disfrute de la belleza de los cerros, que otorgan espectaculares vistas hacia la ciudad de San Miguel de Tucumán y los paisajes aledaños.
Para lograr esta obra cumbre Iramain atravesó un derrotero en su vida personal y profesional, desde su infancia que estuvo marcada por un accidente a los cinco años de edad. Ante el diagnóstico de los médicos que pronosticaron a sus padres una corta vida, tomaron la decisión de que no estudiase en la escuela. Por esta razón se instalaron en una finca en Famaillá en donde Juan Carlos, en sus paseos al río, despertó sus talentos al moldear sus primeras esculturas en barro. A sus 11 años le otorgaron una beca de perfeccionamiento en Buenos Aires y a los 27 años ya era famoso y había expuesto sus obras en todo el mundo, siendo premiado a esa edad con medallas de oro en USA y España.
Fue perfeccionándose en la representación de la figura humana, logrando imprimir en sus esculturas su sello individual al punto de que ninguna se parece a la otra. Empezó a indagar en el sentido de la monumentalidad hasta llegar a crear piezas de gran escala, como nuestro Cristo de San Javier y el de La Calera en Salta, reconocidas mundialmente por su majestuosidad y por el virtuosismo del autor, ya que se gestaron en arcilla. Habitó en este suelo hasta 1973 y sus restos descansan al pie de su obra maestra, ya que había expresado su voluntad de ser enterrado allí. Antes de morir transformó a su casa, ubicada en calle Entre Ríos n°27, en el primer museo privado de Tucumán, en donde se exponen parte de sus trabajos.
El Cristo Bendicente se posicionó como el sexto más alto a nivel mundial, detrás del reconocido Cristo Redentor de Rio de Janeiro de 38 metros de altura. Ambas esculturas siguen los lineamientos del art decó de escala monumental, caracterizado por la geometrización de las líneas de la figura, el rostro y la vestimenta del Cristo y la superposición de planos. El simbolismo que el artista quiso transmitir al componerlo fue convocar a los hombres del mundo a rezar por la reconciliación y el fin de la Segunda Guerra Mundial, que se estaba librando en aquella época, de aquí el gesto que tiene al levantar el brazo en signo de bendición. Para reforzar su intención y por ser un hombre de profunda fe, Iramain grabó a los pies de su obra algunas palabras del Evangelio: "Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad".
Pronto este sitio se transformó en el lugar predilecto de muchos tucumanos y de los visitantes, desde donde se puede tener una ubicación privilegiada para contemplar a los parapentes que descienden a la base del cerro. Debajo del Cristo además se instaló un Centro de Interpretación que alberga una sala en donde se expone la historia de la localidad turística, la flora y la fauna local y la vida del escultor.
Tras un tiempo de deterioro, se buscó la revitalización del sitio a partir de un master plan que tiene como objetivo restaurar y ordenar el entorno. El Complejo Cristo Bendicente obtuvo los fondos del Plan 50 destinos del Ministerio de Turismo de la Nación, gracias a la iniciativa y gestión del Ente de Turismo local. Se planificaron tres etapas, y se desarrolló la primera en donde se incorporó una plaza que funciona a manera de atrio de recepción al Complejo, estacionamientos, baños, miradores a los cuatro puntos cardinales, caminerías adaptadas a la accesibilidad de las personas con diferentes capacidades y un restaurante inaugurado en septiembre de este año. La instancia final buscará lograr el tratamiento integral de la ruta de ascenso a modo de travesía, con jerarquización de la calzada para dar lugar al peatón.
La cumbre de nuestro cerro San Javier se transformó en un punto atractivo a cualquier hora del día y desde hace un tiempo también durante la noche por la incorporación de un espectáculo de luz y sonido que dispone de la figura del Cristo como un lienzo para proyectar un mapeo de imágenes que relatan parte de nuestra historia.
Esta iniciativa renueva nuestro orgullo y alegría porque esta obra, que es parte del patrimonio de los tucumanos, sigue latente con fuerza en nuestras vidas y nos regala la esperanza de que estas iniciativas continúen replicándose.