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Él que las hace ¿las paga?

OPINIÓN

Opinión / Por Antonio Leone: "Hay un viejo podrido que quemó el jardín florido y tiene un hijo imbécil con la cara de asesino...” León Gieco.


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Fue amo y señor de vidas y haciendas, además de fusilador número uno de Tucumán. En 1987 el punto final de Raúl Alfonsín le garantizó impunidad. Comenzó entonces una extensa carrera política, siempre con epicentro en una provincia abrumada por la miseria y que aún lucha por desmantelar una carga brutal de adoctrinamiento ideológico impuesto a sangre y picana.

La vida pública de Antonio Domingo Bussi comenzó en diciembre de 1975, cuando reemplazó al frente del Operativo Independencia a Acdel Vilas, general insano pero sobre todo impune, quien antes de irse anunció que la guerrilla tucumana había sido derrotada.

Entre las innumerables fechorías que cometió Bussi está la tortura y el asesinato de Juan Carlos Alsogaray, “El Jipi”, oficial montonero que fue parte de la única guerrilla rural de la Organización, en un operativo conjunto con el ERP en la zona de El Cadillal, en nuestra provincia.

El 23 de febrero de 1976, cuando Juan Carlos no regresaba a la base, su compañera, Adriana Barcia, avisó a la familia la desaparición del Jipi.

Al ser el hijo de un general, sus padres pudieron recuperar el cuerpo y hacer pericias. El parte de la Quinta Brigada afirmaba que había muerto en combate. Los informes periciales no daban lugar a dudas: había sido apresado vivo y matado a golpes, tiros y bayonetazos.

Sus padres se entrevistaron diez días después con Bussi, quien los trató con desprecio no solo al general sino a su esposa. Bussi les mostró una foto de Juan Carlos muerto. La madre del Jipi, Zulema Legorburu, al ver la cara desfigurada de su hijo, se largó a llorar.

- Señora, no voy a permitir que llore en mi presencia. Si usted perdió un hijo, a mí todos los días me matan uno en el monte tucumano –dijo Bussi.

Sin embargo, años más tarde, cuando se descubrieron las cuentas secretas que tenían los Bussi en Suiza, el 19 de febrero de 1998, en una conferencia de prensa, Bussi lloró, admitió la existencia de la cuenta y dijo: "Cometí una omisión".

Aquel general súper macho que no lloraba por la muerte, lloró a lágrima viva por sus dólares.

La legislatura tucumana condenó, por mayoría, a Bussi, aunque no se alcanzaron los dos tercios para destituirlo.

Lástima que Ricardo Bussi en aquel entonces no pensaba como ahora, cuando dice: "El que las hace las paga y el que roba va roba va preso".

Muy por lo contrario, el 13 de abril de aquel año, en un acto organizado para resistir la posible intervención de la provincia y la detención del represor, dijo que "los republicanos están dispuestos hasta a enfrentar a la Gendarmería".

Antonio Domingo Bussi fue condenado en primera y segunda instancia por los delitos de lesa humanidad, aunque jamás cumplió prisión efectiva y murió en su casa bajo prisión domiciliaria. Fue dado de baja deshonrosa y perdió su grado en el ejército, pero nunca se lo juzgó por el robo y la corrupción que pulularon en sus dos gobiernos.

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