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La intolerancia al desnudo, el asedio de la barbarie

TRIBUNA ABIERTA

La profesora emérita de la UNT, Susana Maidana, repasa los casos de violencia mediática hacia ciertas figuras políticas.


Algunas recientes declaraciones son la muestra más clara de la intolerancia y la barbarie. Siento que no puedo quedarme callada porque el silencio, en estos casos, es un cómplice de la barbarie. 

En un programa televisivo de un conocido canal, la afirmación de que Cristina Fernández de Kirchner “esperaba que los hijos de la generación diezmada tomen la posta” despertó la ira de un supuesto periodista, muy alabado por el conductor del programa. Personaje que se autotitula como intelectual aunque carece de toda responsabilidad intelectual. Finalmente, se quitó la máscara y puso en claro que no defiende la república, que no es democrático y que no respeta la libertad. 

Entre su peyorativo análisis de los derechos humanos declaró que “el mero hecho de ser hijo de desaparecidos no lo convierte en superior”. Con una clara alusión a Eduardo "Wado" de Pedro, poniendo en duda el carácter de víctimas de aquellos que sufrieron el horror de la dictadura. Dijo, sin sonrojarse, que estas “supuestas víctimas” tuvieron un espacio “al volver de afuera” (como si se hubiera tratado de un viaje turístico) que no se condescendía con lo que les ocurrió, negando la tortura física y psíquica, la denigración humana, el robo de niños, el saqueo económico, entre otras entronizaciones del mal, ejecutado por el terrorismo de Estado. 

Como si fuera poco, admitió sin vergüenza que la Argentina no estaba preparada para un presidente tartamudo. Pero esto no es todo porque apoyó la campaña del desierto de Julio Argentino Roca, la figura de Cristóbal Colón, cuestionados por encumbrados investigadores. Lo que es más grave es que siguió refiriéndose a los “aborígenes”, término denigratorio, impropio de quien dice llamarse “intelectual”, pero que si lo fuera debiera informarse sobre los estudios poscoloniales, que parece desconocer. 

Párrafo aparte merecen el conductor y la mesa que lo acompañaban al “intelectual” por semejantes observaciones y que, por el contrario, las seguían con admiración y goce. 

No creo sea necesario justificar la tartamudez de Wado de Pedro, a través de su trágica historia de vida, porque ser tartamudo no requiere justificación alguna, tampoco atenta en contra de sus valores intelectuales, humanos y éticos. 

Se ha convertido  en un lugar común en los medios de comunicación y en las redes el insulto y las noticias falsas, como por ejemplo, que una candidata a presidente de nuestro país haya puesto en duda el atentado a la vicepresidenta o que otra conductora, formada en la misma escuela, la culpabilice por la dolencia de su hija, en aras de usar las fake news para campañas electorales. Digo campañas electorales porque toda estas actitudes no tienen nada que ver con la política, porque la política es algo serio que no debe bastardearse. 

Es una barbarie referirse a la vicepresidenta como “mechera” o como alguien que se “afanó” la Argentina, según suele expresar otra “comunicadora” que de la única forma en que hace “periodismo” es odiando, falseando la verdad y denigrando a las personas. Los insultos personales no ayudan a la convivencia democrática. 

Estos personajes, ¿tienen, acaso, idea de lo que significa estar invisibilizado, señalado, vivir con el horror dentro de sí, atravesado por el terror  y con la  incertidumbre del mañana? No tienen idea. 

¿Hay, acaso, alguna diferencia entre los hechos enumerados con las campañas de quienes, escudados  tras el nombre de “libertarios”, propugnan el odio a los derechos humanos, la venta de órganos, y un largo listado de horrores? O de aquellos que, diciéndose democráticos, han quitado financiamiento a investigadores. Hay límites que no pueden ser franqueados. 

Hannah Arendt sostenía que la libertad es el fundamento de la política y que se apoya en el discurso y la acción, de otro modo la violencia se apodera de las relaciones humanas y tiñe los lazos sociales de intolerancia. 

Muy humildemente, le recomiendo a quien cuestiona la tartamudez a que lea al filósofo Emmanuel Levinas, que sostiene que las relaciones humanas se basan en el respeto y en el reconocimiento al otro. 

Susana Maidana

Doctora en Filosofía. Profesora Emérita de la UNT.