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La deriva autoritaria

Opinión

Las fuerzas antidemocráticas han colonizado sus instituciones hasta hacer de ellas una cáscara vacía. El fallo de la Corte Suprema desnuda un poder despótico, guiado por bajos intereses codiciosos. Por Dolores Marcos.


Asistimos en nuestros días a un recrudecimiento de prácticas y discursos autoritarios. Se advierten climas propicios para la imposición arbitraria de decisiones que ponen en jaque las instituciones más básicas de la convivencia democrática. 

Sabemos que en la actualidad no es preciso esperar que las democracias sean interrumpidas por golpes de Estado que inauguren regímenes dictatoriales. Los peligros de nuestras democracias se encuentran en su interior, en las fuerzas antidemocráticas que han colonizado sus instituciones hasta hacer de ellas una cáscara vacía, cuyo funcionamiento beneficia a las élites del poder económico y mediático.  El autoritarismo que amenaza nuestro presente hay que buscarlo en el modo en que cotidianamente somos gobernados. 

La suspensión de las elecciones en San Juan y en nuestra provincia es una acción que apunta a debilitar los resortes del federalismo y de la soberanía popular. Constituye un avasallamiento a los principios más elementales de la democracia y de la república. Ataca el principio de autonomía de las provincias, impide a la ciudadanía ejercer el derecho al voto en el tiempo y la forma en que había sido consensuado, rompe la división de poderes. Es una medida política que busca beneficiar a un sector determinado, a los partidos opositores de ambas provincias. Una Corte Suprema como esta no solo merece el juicio político que se le está llevando adelante, merece una condena penal. El modo en que actúa es lo más parecido a lo que los antiguos filósofos denominaban tiranía. Un poder despótico, guiado por bajos intereses codiciosos, orientado a someter a los pueblos a los deseos de los poderosos. Este desvío autoritario debiera prender todas las alarmas. Llevamos 40 años cuidando esta democracia que, con todas sus carencias, nos permitió construir un sistema en que (todavía) se lucha por más y mejores derechos. Una democracia que costó mucha muerte, mucha sangre, mucho dolor. Estas afrentas la ponen en serio peligro, porque han carancheado sus instituciones. Es imperioso poner freno a esta avanzada.