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Elogio de la quietud (y del buen teatro)

OPINIÓN

La encantadora propuesta de la obra "Las calles laterales" invita a dejar un rato de lado el ruidoso día a día para volver a la quietud, al gesto pequeño y a la belleza del movimiento lento y preciso.


Después de los momentos más crudos de la Pandemia, ASPO (aislamiento social, preventivo y obligatorio) y su apertura paulatina y escalonada, pude volver al teatro. Vi varias de las obras[1] que la escena tucumana ofrece, me hubiera gustado ver muchas más pero no siempre se puede. La última que fui a ver: "Las calles laterales", en su reestreno renovada[2]

En una época que nos obliga a la productividad, a la multitarea, al apuro, a producir y recibir contenidos cortos, llamativos (la cultura del reel y tik tok), a acelerar x2 los audios de whatsapp, al disfrute instantáneo y la satisfacción fugaz, a que las interacciones sean más virtuales que presenciales…ahí resiste el teatro. La suspensión por un rato de todas esas lógicas diarias para compartir otras cosas, con otros cuerpos, en un aquí y ahora que suspende el hipervínculo (las muchas pestañas abiertas en los dispositivos) para invitarnos a estar ahí, solo haciendo eso. En este momento, nada me parece más poderoso.

"Las calles laterales" (texto y dirección de Carlos Correa) resulta una experiencia encantadora. Pocas personas, en un espacio no convencional, todos los cuerpos muy cerca, incluidos los de los actores. 

La propuesta implica volver a la quietud, al gesto pequeño, a la belleza del movimiento…lento, preciso, coreográfico. Dejar el ruidoso día a día para ejercitar la escucha atenta, prestar atención a cada palabra, a cada modulación, entender el espesor de lo que allí se dice por muy intrascendente que pueda parecer, someterse a la sutileza de la luz tenue (por momentos sólo unas pocas linternas) y agudizar la mirada.   

La renuncia por un rato a que sólo lo veloz y lo múltiple es “válido” (no valioso), a que todo el tiempo tiene que estar pasando algo “interesante”. Todo eso, hoy por hoy, me parece una maravilla. 

Hermosa entrega en las interpretaciones de Marcos Acevedo, Carlos Lozano, Javier Ale, Hugo Galván y Miguel Dietrich; las y los espectadores nos quedamos con el aplauso contenido en la vereda. 

"Me acuerdo como si fuera hoy. Porque con ese movimiento, yo lo que conseguía era que mi figura se abra. Muy importante esto en el plano. En la proyección. Hice así con la mano, mire aquí: la definición. Hice así y con dos pasos estaba arriba. En otro nivel. Nivel alto. Mire así hice ¿ve? Se lo voy a repetir porque esto es muy importante. La definición del movimiento. Creo que fue el movimiento más importante que hice esa noche. Supongo que todas las miradas vinieron hacia este lugar. Por la belleza del movimiento. La precisión. La música en su punto más alto". (Las calles laterales)

La pueden ir a ver en abril en el Centro Cultural Rougés (Laprida 31)

[1] Vi: La catedra sumergida (Leonardo Goloboff), El fin de los días (Rafael Nofal), Los Monstruos (Sebastián Fernández), Estamos Grabando (Lupe Valenzuela), Jardín Florido (Carlos Correa), Alfonsina Storni (Onás Salto Leitón), Pudor en animales de invierno (Patricia García), Mateo (Teatro Estable), Bodas de sangre (Marcos Acevedo), El loco y la camisa (Vivi Perea). A todas las recomiendo; algunas siguen en cartel o reentrenan este 2023, vayan a verlas. Y a las otras, las que no llegué a ver…también. Vayan a ver teatro tucumano. 

[2] La versión anterior fue estrenada en 2005 y está publicada en el libro Made in Tucumán. ¿La nueva dramaturgia argentina? (2008) Ed. La Gloriosa Vorágine.