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A 100 años del asesinato de Andrés Bazán Frías

TRIBUNA ABIERTA

A un siglo de la muerte de uno de los personajes fundame tales de la criminología tucumana, el historiador Agustín Haro desgrana algunos de los detalles de la vida del "Robin Hood" tucumano.


El 13 de enero se cumplieron 100 años de la muerte de Andrés Bazán Frías; “¿quién?” se estarán preguntando alguno de ustedes. Siempre resulta un desafío sentarme y escribir líneas sobre esta figura que vivió en el Tucumán de principios de siglo XX y que supo codearse con algunos hombres que dieron rienda suelta a la imaginación y al folklore norteño. Es difícil pensar y entender esa provincia que, de tan lejana en el tiempo, resulta no haber cambiado tanto. 

Captar las miradas que sobre Bazán se fueron tejiendo a lo largo de estos 100 años no es una tarea menor, y porqué no partir del recuerdo. Aquellos que conozcan su figura, ¿cuándo fue la primera vez que escucharon sobre Bazán Frías? ¿cuando escucharon hablar del “manco”? En mi caso fue en la niñez, recuerdo esos viajes de vuelta de la casa de mi abuela, cruzando Villa Luján, el Parque Avellaneda y el llamado “Cementerio de los ricos” o más fielmente el Cementerio del Oeste. Recuerdo como mi papá me contaba cada vez que pasábamos por la ermita levantada en ese lugar donde cayó Bazán, que ahí es donde lo habían asesinado al Robin Hood tucumano. Siendo pequeño e influenciado por quien sabe cuántas imágenes, ahí lo tenía, vestido de verde, arco y flecha, cruzándose en los caminos de los más adinerados tucumanos para impartir justicia, dándoles su botín a los más desfavorecidos. Toda una representación.

Fue en la facultad cuando tuve mis primeros acercamientos a la figura de Andrés, primero en la cátedra de Etnología investigando sobre la religiosidad popular, para luego dar un paso más con mi tesis, defendida allá por el 2015. ¿Quién fué Bazán Frías? Fue la pregunta sobre la cual podía partir de manera concreta para tratar de entender una figura, que con luces y sombras, adornaba el imaginario popular tucumano de los últimos treinta o cuarenta años, para aquel entonces. Las miradas sobre un bandido, si las leemos en clave de los tiempos que van transcurriendo, siempre fueron apuntando hacia un mismo lado. Lo que Carlos Páez de la Torre junto a Arturo Álvarez Sosa escribieron para La Gaceta en 1969 fue una primera muestra de eso: Bazán, un bandido común y de poca monta que no merecía más atención que la mínima. Pero si a eso sumamos que en el transcurrir de las publicaciones, la Liga de Madres de familia hizo saber el descontento que un diario esté dedicándole líneas a una figura delictiva, la idea cierra un poco más. 

Pero, ¿eso era todo? ¿hasta ahí llegaba la impronta de una figura que era conocida como la del Robin Hood tucumano? La prensa tucumana de comienzos del siglo XX, más particularmente el diario El Orden y La Gaceta, resultan ser unos aliados inconmensurables para un historiador que quiere investigar el mundo del crimen en la provincia. ¿Por qué? Porque lamentablemente el archivo para conocer esos tiempos, hablamos de 1917 a 1923, resulta ser escaso. Ahí es donde conocemos al Bazán de la prensa, un “valiente delincuente” como dirá El Orden por enfrentarse a oficiales del Distrito Militar...en las puertas del Distrito Militar.  Los artículos de Páez de la Torre y Álvarez Sosa son otra fuente muy importante, porque permite cierto rastreo de expedientes judiciales disponibles en el Archivo General de la Provincia, y son éstos los que como dirá el historiador Gabriel Rafart, los que brindan sustancia a las realidades que la prensa busca esquivar. En mi derrotero por esos pasillos pude dar, gracias a la ayuda de Eduardo Romano, con dos expedientes y el acta de casamiento de Bazán. Un hombre casado con una santiagueña, la cual conoció en circunstancias que se hacen sobre un mito, pendenciero y que el alcohol envalentonaba a realizar acciones que lo harían famoso. 

En los casi siete años de acción que abarcaron la vida delictiva de Bazán nos encontramos con tres hechos puntuales y potentes: el tiroteo en el Distrito Militar, el asesinato del oficial Segundo Pascual Figueroa y la fuga de la antigua Cárcel Penitenciaria de la provincia, por la puerta principal, y con la muerte del oficial de cuerpo de bomberos Domingo Saldaño. Las voces de la Historia dirán muchas cosas sobre estos sucesos, dándoles la autoría a Bazán, pero son hechos que no se encuentran dentro de su prontuario policial, hoy disponible solamente en un artículo del médico Emilio Catalán que trataba de una manera muy positivista e higienista la figura del bandido que nos trae hoy por aquí. Pero entonces, ¿Quién fue Andrés Bazán Frías? A 100 años de su muerte, la realidad de carne y hueso se resignificó como diría el periodista Hugo Nario, la cultura y el folklore se fue apropiando de un enigmático personaje que supo rodearse de algunos bandidos más peligrosos que él. En el último tiempo la película “Bazán Frías, elogio del crimen” trajo de vuelta su figura y se empezó a repensar cómo podemos ver el mundo del delito en relación a la vida social de una época, en parte algo de lo que trato de mostrar en mi libro “Bazán Frías: imaginarios, realidades y mito” lanzado por Tinta Libre Ediciones. Más allá de la realidad histórica, el mito y la curiosidad sobrepasaron la carnadura de una figura que, en lo más reciente, volvió a las andanzas con Quién fue Bazán Frías, una novela gráfica de Matías Muzzillo con quien pude trabajar construyendo el guión de la misma.

A 100 años de su muerte por el Escuadrón de Seguridad, todavía nos preguntamos, ¿Quién fue Bazán Frías? Como historiador puedo decir que todavía resulta una figura enigmática. Pero en mi fuero interno, sigue siendo ese Robin Hood criollo que peleó contra un orden que buscaba establecerse desde el mundo moderno.

Agustín Haro

Licenciado en Historia (UNT). Docente del Instituto Vocacional Concepción Alumno de la Maestría en Historia Pública y Divulgación de la Historia.