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La política de los triunfos morales

OPINIÓN

Parece que la oposición conserva más poder que el que el gobierno estuvo nunca dispuesto a ejercer y que el macrismo disfruta de los mismos beneficios de cuando gobernaba. La negociación de la deuda y el frente judicial.

Foto de: https://entremediosweb.com/


Ustedes son muy chicos y por eso no la recuerdan, pero hubo una larga época de interminable “sequía” en éxitos deportivos argentinos a nivel internacional. Luego del retiro de Juan Manuel Fangio y de la persecución por parte de la “revolución libertadora” a los deportistas peronistas, nuestro país no descolló ni tuvo victorias significativas en ningún deporte a nivel internacional, salvo en el boxeo, con un puñado de campeones mundiales en distintas categorías.

Esto fue particularmente notable en el fútbol, deporte nacional por excelencia. Fue allí que el periodismo deportivo inventó una categoría especial: La de “Campeones Morales”. Y así fuimos Campeones Morales en los mundiales que se sucedieron desde el 58 en adelante, pero en particular en el Mundial en Inglaterra del 66, luego de aquel famoso y triste partido donde fuimos eliminados por los locales con la clara complicidad del árbitro.

Algo parecido sucedía en rugby, con la incipiente participación argentina en el nivel de alta competencia, donde una derrota por menos de 20 puntos era un triunfo moral indiscutible.

Los triunfos en los mundiales de fútbol del 78 y del 86, este último en particular, al conseguir el título en el mundial de México y el nivel que alcanzó Argentina de la mano de D10S, llevó al olvido aquel “título indiscutido” que nos coronó tantos años.

Todo esto viene a cuento por los “triunfos morales” que estamos logrando en casi todos los problemas a los que se enfrenta nuestro gobierno. Veamos dos de ellos.

El mismo día que la Argentina (no Macri, no Dujovne: la Argentina, o sea, todos nosotros) pagaba al contado rabioso 1.900 millones de dólares al FMI por el préstamo acordado al gobierno de Cambiemos, el Fondo reconocía en un documento lo que todos sabemos: que el préstamo fue un fracaso, que financió la fuga de capitales, que no sirvió para disminuir la inflación ni hacer sustentable la economía y que tampoco sirvió para mejorar la situación de los argentinos.

Que haya sido un fracaso es relativo, si se considera que la monumental deuda penderá como espada de Damocles sobre todos nosotros por un largo tiempo, y le permitirá al FMI meter su nariz en el diseño de nuestra política económica, para asegurarse la tutela de los intereses permanentes que defiende: allí el éxito fue completo y absoluto.

También tuvo pleno éxito en financiar -a cargo nuestro- la salida de los capitales especulativos que ingresaron al país en el gobierno macrista para asegurarse ganancias siderales de corto plazo, para poner pies en polvorosa apenas quedó claro que esas ganancias eran insostenibles en el tiempo y corrían riesgo las inversiones.

Pero el gobierno del Frente de Todos lleva dos largos años de negociaciones con el Fondo cuyos detalles no se conocen públicamente, pero se pueden deducir. De hecho, la pista más relevante al efecto la da la "política fiscal prudente" de Guzmán que fue objetada por la propia Cristina y que terminará este año con un déficit primario del 2,1 % del PBI, cuando lo presupuestado era el doble.

Durante esa larga negociación el país no dejó de cancelar los vencimientos que se fueron produciendo, del mismo modo que se apresuró a cerrar una negociación con los acreedores privados, sin siquiera revisar las condiciones del arreglo de Macri y Prat Gay con los fondos buitres en el 2016. Tampoco se supo que durante todo este tiempo esa negociación con el FMI se tradujera en algún resultado concreto (reprogramación de los vencimientos, eliminación de los sobrecargos, quitas del capital), y mucho menos que alguna de esas contingencias vaya a resultar consecuencia de la autocrítica del Fondo que se conoció ayer.

Así las cosas, el episodio ingresa dentro de la ya larga cadena de "triunfos morales" que venimos obteniendo, que no se traducen en resultados concretos. Lo mismo sucede en el frente judicial, en el que -para decirlo de un modo académico- nos pasan el miembro por la cara todos los días.

La maquinaria de impunidad construida por el macrismo durante su paso por el gobierno -incluso antes- funciona con la precisión de un mecanismo de relojería suizo, garantizando la indemnidad de Macri y cualquiera de sus esbirros por los innumerables latrocinios y estropicios delictivos perpetrados en su gestión. La prédica sensacionalista de los medios del palo sobre “inminentes detenciones" de ex funcionarios, o "complicadas situaciones" del ex presidente y sus funcionarios ya no convence a nadie, ni al más fanático de los lectores u oyentes; y cumple más bien una función de distracción, a falta de realidades efectivas.

Queda para el nosotros el "triunfo moral" de descargar la furia en las redes sociales, y no mucho más: el presidente planteó la “autodepuración” de la justicia y ya ni habla de una reforma judicial que duerme en el Congreso (y que de aprobarse no resolvería nada), o de las últimas trapisondas de la maquinaria judicial. Un silencio tan sugestivo como el de Sergio Massa, por ejemplo.

En el colmo de la desorientación, el mismo presidente que planteó la autodepuración de una justicia que le responde desafiando y horadando a diario la autoridad presidencial con sus fallos, se manifiesta sorprendido de que el crecimiento económico (que existe) no haya permeado hacia abajo en forma de beneficios concretos en la situación de los sectores populares, en una ¿reversión? en clave nac&pop de la teoría del derrame neoliberal.

Así las cosas, si el poder es la capacidad de actuar sobre la realidad, transformándola, parece que la oposición conserva más poder que el que nuestro gobierno estuvo nunca dispuesto a ejercer en uso del mandato popular recibido en 2019; y que su núcleo duro (el presidente y sus funcionarios de confianza) está más pendientes de la evolución de la interna de cara al 2023, que de las reales condiciones de gobernabilidad en la que se transitará el tiempo que resta hasta entonces.

De hecho, indultado en la deuda que contrajo, con los capitales puestos a buen resguardo en el exterior y blindado judicialmente, el macrismo (y sus apoyos empresariales) disfruta de los mismos beneficios que cuando gobernaba, sin los costos de tener que hacerlo. Y la sensación -al menos, esa es mi impresión- es que en la base (electoral y social) del Frente de Todos hay mucho cansancio de los "triunfos morales" y se reclaman acciones más concretas y efectivas.

El asunto es ver si hay tiempo y, sobre todo, ganas de llevarlas adelante.