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No pueden coexistir la democracia con la violencia y la exclusión

TRIBUNA ABIERTA

El ingeniero tucumano Antonio Leone se pregunta “¿quién decide quién es culpable o inocente?” tras el asesinato de Lucas González, joven futbolista baleado por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires.

Lucas González.


Sin duda que Lucas González era un chico excelente y por ello, su asesinato nos conmueve e irrita enormemente.

Pero no sólo los chicos excelentes (que son el 99,99 % de los chicos) merecen vivir y no terminar en un fusilamiento policial, en un cuarto de torturas o empujados a un río para que se ahoguen. NO.

En 1983 la sociedad argentina, horrorizada por las torturas, los 30.000 desaparecidos, los miles de presos políticos y los más de 200.000 exiliados, decidió que Nunca Más.

Nunca más a los golpes de estado, nunca más a los desaparecidos, nunca más a las ejecuciones clandestinas o públicas, nunca más a las torturas.

Este fue un pacto fundante de la democracia en Argentina. Y funcionó. Con defectos, sobre todo porque uno de los terribles legados de las dictaduras fue una "policía brava"; “la secta del gatillo alegre” supo decirle Rodolfo Walsh en los lejanos ´60.

Con sus más y sus menos, la democracia funcionó, con picos notables de conciencia y coincidencia cívica, como fue en ocasión del asesinato de Cabezas, los asesinatos de Kosteki y Santillán o la así llamada "Masacre de Ramallo", por mencionar sólo tres sucesos que conmovieron al pueblo argentino y unificaron el repudio, en lo que parecía ser un avance siempre en sentido positivo de respeto a la vida y los derechos humanos.

Derechos Humanos que contrariamente al discurso de la derecha punitivista y cómplice de las dictaduras, SIEMPRE SON PARA TODOS, culpables o inocentes, simplemente porque es imposible que al momento de respetar la vida y la dignidad de las personas, ¿quién decide quién es culpable o inocente?

Pero la llegada del macrismo (la nueva derecha que es exactamente la misma vieja derecha) a la arena política vino acompañada de un discurso cada vez más violento, que descansa mayormente en la inseguridad de los ciudadanos y la represión de los delitos. 

Por supuesto, de los delitos que cometen los pobres, porque los delitos que cometen los poderosos NUNCA encuentran represión ni condena, sea el homicidio de pobladores originarios, la usurpación de tierras o el vaciamiento de bancos o empresas. Mucho menos, el contrabando, la usura, el blanqueo de dinero o el vaciamiento de un país, como sucedió durante los cuatro años de gobierno de Cambiemos.

Esta violencia discursiva legitima las acciones violentas y marcan un nuevo piso para los discursos de odio, en una espiral incesante de violencia estatal o para estatal.

Así tuvimos la desaparición de Santiago Maldonado, el fusilamiento por la espalda de Rafael Nahuel, ambos hechos aún impunes, entre tantos otros lamentables durante el gobierno de Cambiemos.

Todo ello mientras se llenan la boca de las palabras República, Libertad y Honestidad y proponen dejar hecho "gruyere a los delincuentes".

Tristemente, así llegamos al fusilamiento de Lucas González.

Es imprescindible que los sectores democráticos pongamos fin a estas prácticas protofascistas, de lo contrario, la sociedad será cada vez más violenta, conocida metodología de disciplinamiento de las mayorías empobrecidas. 

No pueden coexistir la democracia con la violencia y la exclusión.

Ahhh, y si no te interesa la vida y la dignidad de las personas porque sólo valorás tu situación económica, recordá que la historia demostró que los cultores de la mano dura son siempre miembros de la secta de los de "las manos en la lata".